Es muy probable, que los antiguos pobladores nómadas (cazadores - recolectores) dieran un significado especial a determinados lugares, que, con el tiempo, y como escenario de sus ancestrales rituales, acabaron convirtiéndose en “sagrados”. La aparición del megalitismo supone la “Puerta de la Civilización” y tiene un profundo sentido social, relacionado con la llegada del Neolítico (Nueva Edad de Piedra), la Agricultura y la Ganadería.
Muchos de esos antiguos “lugares sagrados”, fueron reutilizados por estas nuevas comunidades neolíticas agrícolas.
La llamada “Revolución Neolítica” (término acuñado por el arqueólogo y filólogo australiano Vere Gordón Childe - 1.892 / 1.957), que los científicos sitúan entre el 7.000 y el 3.500 a.C., comenzó en Asia y se extendió por el Norte de África y el Sur de Europa. Y estos hombres del Neolítico y su sociedad compleja, lograron moldear su entorno natural en base a sus creencias.
El Neolítico trajo consigo un cambio radical en el modo de vida del hombre; la población se hizo sedentaria, agrupándose en pequeñas aldeas, se cultivaron las tierras, se domesticaron los primeros animales (el primero, el perro) y nacieron: la cerámica, la metalurgia, los tejidos, la piedra pulimentada, la navegación a larga distancia y el arte esquemático.
La Religión estaba dominada por el culto a las fuerzas de la Naturaleza y a los Muertos.
En algún momento del Neolítico, se establece un calendario, común para gran parte de los pueblos pre-célticos de Europa, posiblemente el año se dividía en períodos que marcaban las fases lunares (13 meses) y las estaciones se limitaban a dos: la estación fría u oscura y la estación calurosa o luminosa, marcadas respectivamente por los solsticios de Invierno y de Verano.
Todos los sucesos naturales que acontecían a lo largo del año, formaban parte de su “Cultura”: se cree que alrededor de los solsticios, equinoccios, eclipses y de otras manifestaciones de la naturaleza, se organizaban los diferentes rituales o celebraciones de la vida cotidiana.
De los análisis polinológicos realizados en distintas mámoas, se ha llegado a la conclusión de que en la época de su construcción, el clima de Galicia era más cálido que hoy en día y también más lluvioso, por lo que el paisaje debería ser muy verde, con praderas y bosques caducifolios.
Durante el quinto milenio antes de Cristo, se comenzaron a construir tumbas megalíticas en esos antiguos parajes sagrados. Sus constructores las levantaron con algún propósito y función, pero sus conocimientos, creencias y organización, no han llegado hasta nosotros.
Juan Pablo Corujo Tilve y María Teresa Domínguez Márquez ("Islas de luz: el factor de localización de las necrópolis tumulares en el Suroeste de Galicia"), defienden y demuestran, que la situación y orientación de los túmulos, viene dada por una proyección astral, ocupando los puntos del paisaje que primero ilumina el sol en su orto durante el solsticio de invierno.
El profesor de Prehistoria de la Universidad de Santiago de Compostela, Antón Abel Rodríguez Casal, sugiere a partir de la distribución de los túmulos en Galicia, que la penetración de la cultura del megalitismo se produjo desde el Alentejo (Portugal), por la “Dorsal Galega”, y de aquí, a Asturias por Fonsagrada. Se conoce con el nombre de “megalito”, a un refugio prehistórico, realizado con uno o varios bloques de piedra, de gran tamaño y sin labrar. El término procede de las palabras griegas “mega”(μεγας) = grande y “lithos” (λιθος) = piedra.
La palabra “Dolmen”, proviene del gaélico: “Tol” = tabla y “men” = piedra, y es una construcción megalítica, con una función sepulcral, formada por varias piedras verticales, denominadas “ortostatos”, que soportan una o más losas horizontales, llamadas “cobijas”. Por regla general, este tipo de construcciones, estaban orientados hacia el Este. Los cuerpos eran enterrados en posición fetal, con las cabezas mirando hacia el Levante, mirando al amanecer (Señal de renovación de la vida) y acompañados de ajuar funerario, herramientas de piedra, joyas rudimentarias o armas. Tras el funeral, el dolmen se cubría con tierra y piedras creando un gran túmulo. En ocasiones, los dólmenes eran rodeados por un círculo de piedra, llamado “peristalito”. La edificación de estas construcciones demuestra un alto grado de coordinación, planificación, jerarquía y liderazgo, dentro de estas primeras e incipientes sociedades humanas. Y aunque su capacidad craneal era inferior a la nuestra (1.250 cm3 frente a 1.600), ya tenían una evidente preocupación por el más allá y la trascendencia del alma hacia un mundo espiritual. En Galicia, a estos dólmenes se les conoce como “Mámoas” (por la forma de mamas femeninas que tenían los túmulos de tierra que las cubría).
Esta arquitectura dolménica es exclusivamente funeraria y obedece a creencias mágicas: se cree que se pretendía retener los espíritus de los muertos cerca de su gente, quizás para que sirvieran como mediadores con el mundo de ultratumba, de modo que resultaran “propicios”, para su familia (linaje) y tribu.
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