Los orígenes de las torres vigías en la Península Ibérica se remontan a la época de los romanos, que las construyeron para proteger las salinas y fábricas de salazones.
Es a partir del siglo XIV, ya en época nazarí, cuando la zona litoral se protege con torres de almenara. El apelativo “almenara”, procede del árabe “al-manara”, “faro-fuego”: fuego que, como señal de aviso, se hacía desde las atalayas o torres ópticas.
Pero es a partir del siglo XVI, con el agresivo avance de la piratería islámica (fortalecida en el siglo XVII por los moriscos expulsados de España, perfectos conocedores de la costa), lo que obligó a reforzar el sistema defensivo existente (un tanto obsoleto) y a proyectar la construcción de uno totalmente nuevo. El sistema defensivo existente consistía en algunas torres vigía o atalayas, para alertar de las posibles invasiones de piratas berberiscos.
El Diccionario de la Real Academia Española, dice de la palabra “atalaya”: Del ár. hisp. aṭṭaláya‘, y este del ár. clás. ṭalā'i‘. 1. f. Torre hecha comúnmente en lugar alto, para registrar desde ella el campo o el mar y dar aviso de lo que se descubre. 2. f. Altura desde donde se descubre mucho espacio de tierra o mar.
La escasez de recursos para la edificación de las nuevas construcciones (que se fueron posponiendo en el tiempo…) y la falta de mantenimiento de las antiguas estructuras de defensa de la costa, tuvo como colofón un penoso y muy peligroso resultado...
Esta desastrosa situación, fue muy bien aprovechada por los piratas (como los hermanos Jeireddín y Hizir Barbarroja, o el terrible morisco Al-Doghalí), a quienes se sumaron posteriormente, los ataques de franceses, ingleses y holandeses, deseosos de apoderarse de los tesoros que las naves españolas traían de las Indias. Las iniciativas reales de construcción de fortificaciones en el litoral del Cabo de Gata se concentran en cuatro reinados: el de Felipe II en el siglo XVI y los de Felipe V, Fernando VI y Carlos III en el XVIII. Ya en el siglo XVIII, acabada la Guerra de Sucesión y asegurados los Borbones en el trono, se pudieron construir fortalezas artilleras y torres y ya, durante el reinado de Carlos III, atalayas de señales que hacían de nexo de comunicación entre las distintas fortificaciones que formaban parte del dispositivo de defensa. Fue en ese momento cuando se construyeron las atalayas de señales del Fraile o Cala Higuera y la de la Vela Blanca. Las atalayas se vieron inutilizadas durante la Guerra de la Independencia y acabaron transferidas a los Cuerpos de Seguridad del Estado encargados de la vigilancia de las costas. Posteriormente, algunas han sido privatizadas y otras continúan como puntos de apoyo de la labor policial de vigilancia de la costa, aunque su concurso sea cada vez menos necesario por la competencia de medios de vigilancia electrónica que abren perspectivas impensables hasta hace pocos años.
El futuro de estas atalayas está asegurado como símbolo del pasado.
Las torres de la Vela Blanca y de Cala Higuera fueron construidas conjuntamente (siglo XVIII) a cambio de un grado militar en las Antillas. El apelativo “Vela Blanca”, deriva de una enorme mancha, similar a una vela de barco, que contrasta visualmente con la “negrura” del resto del imponente acantilado basáltico. La cima del promontorio, proporciona un emplazamiento excepcional para observar toda la navegación proveniente del Levante Mediterráneo… y en los días claros, se divisa la costa africana. Se tiene noticia de la existencia de una torre en este lugar en textos del siglo XII (de la que no se conserva nada). Hay constancia documental de la construcción de una nueva torre, en 1.593. José Pérez de la Parra en su informe de fecha del 7 de Febrero de 1.593, señala: “La Torre de la Velablanca, del dicho partido de Almería, que derribaron los moros en tiempo que governó en esta costa don Alonso de Cárdenas, se torna a hazer de nuevo y fue rrematada en Juan de Rus, albañir, vezino de Granada, por preçio de treçientas y setenta y çinco mil mrs. pagados de la dicha arca de fábricas y dio por sus fiadores a Pedro de Orea, escultor, y Gonçalo de Hernández, alvañir, y Diego Baqueriço, carpintero, vezinos de la dicha Granada, ésta la dicha torre en punto de acavarse”. Durante el siglo XVII, volvería a quedar arruinada, probablemente con anterioridad al terremoto de San Silvestre (31 de Diciembre de 1.658), por el que quedaron arruinadas las fortificaciones inmediatas de San Pedro (donde falleció su alcaide), la Testa y el Torrejón del Cabo de Gata. Hacía 1.720 se utilizaba el promontorio para vigilancia (la torre estaba arruinada) y los vigías se refugiaban en una cueva cercana. En 1.733, el ingeniero militar Felipe Crame habla de la necesidad de rehabilitar esta torre y comenta que en sus inmediaciones está el “tesoro del Cabo de Gata”. Se refiere a una cueva que las leyendas populares suponen llena de piedras preciosas, y que nunca ha aparecido… Francisco Pepín González, contador en la isla de Puerto Rico, durante el reinado de Carlos III, queriendo labrar para su hijo (del mismo nombre) una carrera militar, se ofreció “a construir dos atalayas de las que en la Costa de Andalucía mandó S.M. construir a beneficio” (18 de Agosto de 1.766). El ingeniero militar José Crame informó positivamente dicha petición (14 de Octubre de 1.766), siendo adjudicada la construcción de ambas torres. Se acometió la construcción de la torre actual, en 1.767, junto con la de Cala Higuera, siguiendo el proyecto del mismo José Crame, que mostraba los avances de la poliorcética, con la incorporación de hornabeques, taludes y barbetas, antepechos, etc. que dotaron a dichos edificios de gran solidez y seguridad frente a la creciente potencia de fuego de la artillería de la época y a cualquier golpe de mano que desde tierra intentara apoderarse de las torres. Antonio Jiménez de Messa, apoderado de Francisco Pepín González, fue el encargado de la construcción de dichas atalayas. El 10-11-1.767, Juan de Urbina, certifica la conclusión de las obras de las atalayas de Vela Blanca y de Cala Higuera. La Corona accedió a nombrar al hijo de Francisco Pepín González “Teniente de Infantería del Batallón fijo de Santo Domingo en la América”. Joaquín de Villanova en su informe fechado en Málaga (11 de Diciembre de 1.783), decía que necesitaba reparaciones la atalaya de la Vela Blanca y hacía falta: “Para revocar su estancia y diferentes porciones en su parte exterior un cahíz de cal. Para la puerta un cerrojo de a tercia”. En cuanto a la atalaya de Cala Higuera (ó del Fraile), señaló la necesidad de revocar las paredes y reparar los poyos que servían de tarima a la tropa con un cahíz de cal en el inmediato cuerpo de guardia de Loma Pelada, con un costo que fue evaluado en 200 reales de vellón. A mediados del siglo XIX se encontraba en buen estado y fue traspasada al cuerpo de Carabineros para vigilancia de la costa; después pasaría en 1.941 a depender de la Guardia Civil. Hacía 1.960, la torre fue vendida a un particular, que la habilitó como vivienda. En 1.987 quedó dentro del Parque Natural Marítimo - Terrestre “Cabo de Gata-Nijar”, pero no fue incluida en el Decreto de 1.994 para su protección, se ignora la causa. Su estado actual de conservación es bueno
Mauricio de Berlanga redacta en Granada un informe (24 de Marzo de 1.830), que indica: “Torre vigía del Fraile o de Cala Higuera. Está situada en la punta más meridional del Cerro de los Frailes. Su figura es la misma que la del Cerro del Lobo. Su objeto, el principal de estas torres. La dotación es de un Cabo y dos torreros, pero actualmente no tiene más que un Cabo, que por su mucha edad, está imposibilitado de hacer el servicio. Habita en una casilla contigua y junto a la cual hay un pequeño manantial de agua dulce. Se comunica por Levante con la del Cerro del Lobo y por Poniente con la de Vela Blanca. Se halla en buen estado y sólo le falta el candil”. “Torre vigía de la Vela Blanca. Situada en lo alto del Cerro del mismo nombre y junto al escarpado que cae al mar. Su figura es la misma que la de las otras de igual clase y su objeto el general. Dotación un Cabo y dos torreros. En el día sólo tiene dos torreros que habitan en una cueva inmediata. No tiene agua y tiene que llevarla del Campo de Monzú o de San Francisco de Paula. Se comunica por Levante con la de Cala Higuera y por Poniente con la de la Testa. Está en buen estado y sólo le falta el candil”. Miguel de Santillana en su informe, redactado en Granada (10 de Diciembre de 1.847), indica: “Torre de Cala Higuera. Estado: Ruinosa. Mejoras de que son susceptibles: Debe habilitarse. … Esta torre se halla cuarteada y quemado su piso, por lo que sería necesario ponerla en buen estado de servicio, pues este es un puesto ventajoso para el sistema de torres telegráficas. Los torreros viven en cortijos poco distantes y las tierras de su pertenencia parece han sido usurpadas” “Torre de la Vela Blanca. Mejoras: ninguna más que sus reparaciones. … Sus torreros habitan en unas chozas próximas y las señales las hacen desde la cumbre del cerro. Tiene 5 fanegas de tierra”.
Ambas torres atalayas fueron entregadas por el Cuerpo de Ingenieros Militares al de Carabineros mediante inventario por Real Orden del Ministerio de Guerra de 7 de Mayo de 1.850, junto al resto de las torres y casas fuertes del litoral español.
Derrotero general del Mediterráneo (1.858 - 60), redactado en la Dirección de Hidrografía por el teniente de navío de la Armada, Pedro Riudavets Tudurí (1.804 - 1.891): “Desde el castillo de los Corraletes corre la costa alta para el Este hasta una torre que está en la cima de un monte alto llamado Vela Blanca, nombre que adquirió sin duda por un blanquizal que en su base y cerca del mar, visible en noches claras, si se pasa cerca, por la apariencia que presenta de un buque a la vela: llámase también dicha mancha Sábana Blanca”. “Al Norte 49º Este del castillo de San José, distante 1 ½ milla escasa, se halla la torre de Cala Figuera, edificada sobre un escarpado que limita al Este con la ensenada de San José… Otra playa más reducida, nombrada de Caja Figuera, está algo más al Este que la anterior, y en el arqueo que forman suelen abrigarse los barcos costeros con vientos del Este anclando en 7 a 8 brazas de agua, fondo yerbas; concurren a ella los barcos de cabotaje que van a cargar de arcilla blanca para las fábricas de loza”.
La Torre de Cala Higuera, situada 224 msnm, domina los fondeaderos de San José y los Genoveses.
Es también conocida como de los Frailes y de Loma Pelada (no confundirla con el cuartel del mismo nombre, del que aún quedan restos).
Es de mampostería y ladrillo, con forma troncocónica y se levanta sobre una plataforma (también de mampostería). Comprende una cámara situada en la parte alta y una terraza. El hueco de acceso, adintelado y recercado de ladrillo, se encuentra a unos 7 metros de altura.
Se mantuvo en buen estado de conservación (con la dotación de un cabo y dos torreros) hasta principios del siglo XIX. En 1.847 se encontraba totalmente ruinosa, después de sufrir un incendio.
Como las demás, fue traspasada al cuerpo de Carabineros para vigilancia policial de la costa y a partir de 1.941 pasó a depender de la Guardia Civil. Pero, nunca ocupó esta torre la Guardia Civil, para sus labores de vigilancia: desde el camino que discurre sobre el acantilado entre Los Escullos y San José, se tiene una completa panorámica de la costa desde el Morrón de los Genoveses a la punta de Loma Pelada.
Hacía 1.960 la torre fue enajenada y vendida a un particular.
En 1.987 quedó dentro del Parque Natural Marítimo - Terrestre “Cabo de Gata-Níjar”.
Su estado actual de conservación es malo y se encuentra abandonada. La cúpula de la torre se ha derrumbado y las partes más altas están sufriendo un deterioro notable. Tiene una grieta vertical en su lado Suroeste, que afecta a la base de la torre y que la pone en grave riesgo de derrumbe.
Para una información más amplia y detallada, aconsejo la lectura de: “Atalayas y fortalezas en el Parque Natural de Cabo de Gata - Níjar (arquitectura e historia)”, de Antonio Gil Albarracín. Edita Griselda Bonet Girabet. 1.996.