Grandas de Salime (Asturias), domingo, 7 de Octubre de 2.018.
Tras superar la larga, empinada y dura subida de la aldea de La Mesa, en la que ascendemos 150 metros en apenas 1 kilómetro, con una pendiente media del 13,5 %, donde el viento nos ha azotado y el “orbayu” nos ha empapado..., por fin, hemos coronado: rodeando, por el Oriente, la Peña de los Coriscos, en la que oímos (que no vemos, por las espesas nubes que nos rodean) el silbido de los 12 aerogeneradores de la Empresa Parques Eólicos del Cantábrico, S.A.U., que coronan la Sierra de la Cuesta (Serra da Costa) y los altos de Buspol (1.120 msnm).
Comenzamos a descender, suavemente y en una curva a izquierda, dejamos la carretera, siguiendo por un camino de tierra. Ha dejado de llover. El camino nos lleva, poco después, junto a la Capilla de Santa Marina de Buspol (siglo XIV).
La Capilla es sencilla y humilde: una pequeña construcción de mampostería de pizarra y cubierta de losa a tres aguas. Un portal con bancos adosados a los lados antecede a su única nave. Una reja de madera, sobre muretes de pizarra, y rematada por un tímpano de tablazón, se abre en el vano de entrada. En el interior hay un retablo policromado, con dos nichos-caja de madera, que albergan las imágenes de Santa Marina y Santa María Magdalena. Junto a las imágenes de las santas, se encuentra una talla de San Antonio, que se incorporó posteriormente. La espadaña albergaba una de las campanas de bronce más antiguas de Asturias (1.327), pero fue retirada hace unos años por razones de seguridad.
Ilustración de la Capilla de Santa Marina de Buspol, publicada en el libro "La Peregrina", de Isabel San Sebastián Cabasés (Santiago de Chile, 1.959). Editorial Plaza & Janés (2018).
Sobre la reja de madera del vano de entrada a la Capilla, hay colgada una “Oración”, que leo en voz alta a mis compañeros Peregrinos:
“Señor Santiago, me pongo en tu presencia en ésta Capilla mientras recorro mi camino para llegar peregrino hasta tu santo sepulcro. Invoco ahora la intercesión de San Antonio, de Santa María Magdalena, la primera persona que vió a Jesucristo resucitado, y la protección de Santa Marina: ¡Dadme fuerzas para recorrer ésta etapa; caridad para con los peregrinos que me vaya encontrando; fé para descubrir la presencia de Dios en medio de mi vida; alegría y ánimo para toda mi vida!. Que venga en mi ayuda la poderosa intercesión de Jesucristo, Salvador del Mundo, en cuya Colegiata concluiré hoy mi caminar. Amén”.
Entre las espesas nubes que nos rodean, comienza a vislumbrarse, el Sol. Continuamos nuestro camino, que nos va a llevar hasta el Embalse y el Salto de Salime, situado en el Occidente del Principado de Asturias, sobre el cauce del río Navia, el “Río de los Tres Caminos”, pues nace en O Cebreiro, paso del Camino Francés; sigue hacia el Norte cruzándose con el paso del Camino Primitivo; y desemboca en la ría de Navia, paso del Camino del Norte.
Grandes losas de pizarra hincadas en la tierra verticalmente, llamadas “chantas”, separan el camino de los pastizales de las fincas agrarias.
Un largo descenso de 760 metros de altura nos va a llevar desde Buspol (980 msnm) hasta el Embalse (220 msnm). Vamos perdiendo altura y el camino, pedregoso y con mucha piedra suelta, serpentea por la ladera de la montaña, cubierta de brezos, piornos, monte bajo y un pinar de repoblación, que ardió calcinado por un pavoroso incendio que arrasó 600 hectáreas, en Abril de 2.017. Durante 5 días, el monte ardió, sin que los medios de extinción pudieran hacer nada, ante las condiciones anormales de altas temperaturas, fuertes vientos y la presencia de más de 70 focos de incendios simultáneos en distintas zonas del Principado.
La imagen del bosque calcinado, sobrecoge y deprime; y a la vez que nos embarga una sensación de indefensión y de impotencia, pues en el origen de todos esos incendios, al parecer, ha intervenido la mano del Hombre… La Naturaleza, se recuperará..., pero nosotros no veremos ya al frondoso y espectacular Bosque, que poblaba estas laderas escarpadas, recuperar su madurez y lozanía…
Tras una larga bajada, llegamos a un cruce. A la izquierda, un ramal en desuso y bastante abandonado, baja hacia la orilla del agua, donde antes, un “lancheiro”, cruzaba en su balsa a los peregrinos al otro lado del Embalse. Seguimos a la derecha.
Poco después, vemos sobre la ladera, un antiguo “cortín”, donde se protegían las colmenas del acoso de los golosos osos.
Tras andar por una zona de subidas y bajadas suaves, llegamos a un cruce, señalizado como “Camino Provisional”, donde nos desviamos a la izquierda, bajando por un estrecho sendero, entre un precioso y frondoso castañar.
Antiguamente, los Peregrinos del Camino Primitivo, cuando llegaban a la zona del río Navia, buscaban, con mucho interés, una piedra muy especial… para utilizarla como amuleto protector… era la Quiastolita, Piedra de la Cruz o Piedras de San Pedro (Sampedras): gema con poder mágico, que protegía del diablo y repelía el mal y las enfermedades. Su nombre proviene de los términos griegos “chiastos” (cruz) y “lithos” (piedra). Es un Neosilicato de aluminio: una variedad del mineral “Andalusita”. En su interior, una inclusión de grafito (carbón) aglutina cuatro cristales prismáticos paralelos de “Andalusita” y le da una peculiar forma de cruz. En los ritos ancestrales, estaba relacionada con los ciclos de la muerte y el renacimiento y simbolizaba la unión de los cuatro elementos de la Naturaleza: Tierra, Fuego, Agua y Aire. Tiene una composición cristalina rómbica, brillo vítreo graso, dureza 7’5 en la escala Mohs y colores que van desde el verde, marrón, rosa, gris, hasta el amarillo.
Antes de la construcción de la presa de Salime, el camino iba por La Mesa (en donde hoy, en la antigua escuela, hay un albergue de peregrinos), subía a Buspol y de allí iniciaba el brusco y largo descenso hacia Salime, donde un antiguo puente románico (de un solo arco) cruzaba el curso del río Navia. En “El Libro de Asturias: su historia y sus monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones (1.894-1.900)”, de Octavio Bellmunt y Traver (1.845 - 1.920) y Fermín Canella Secades (1.849 - 1.924), se puede ver la fotografía del puente que cruzaba el Navia en lo que se llamaba “el paso del Infierno”. Dicen que debajo del puente había una lápida con la siguiente inscripción: “Pedro de Pedre, /De Castro natural/ hizo el puente de Salime/ la Iglesia y el hospital/ y la catedral de Lugo/ a donde se fue a enterrar. Abril del año 1.113”.
También dice una antigua leyenda que por estas orillas del Navia “resbaló el Diablo…”: En el tiempo que vio nacer a los primeros hombres sobre ésta tierra, cuando el impetuoso río Navia recorría los angostos desfiladeros que había abierto entre las montañas, las gentes del lugar hablaban de los agrestes y bellos que eran estos parajes… y la curiosidad le picó al Diablo… que se acercó a estos lugares, para hacer “diabluras”: saltando de risco en risco, de piedra en piedra, por encima del río, burlándose de cuantas personas encontraba… hasta que la suerte lo abandonó, al dar un traspiés inoportuno y resbalar sobre unas rocas mojadas… precipitándose al caudaloso río…. donde la fuerza de la corriente lo arrastró río abajo… hasta que pudo aferrarse a unos arbustos y trepar a la orilla, y al salir del agua, exclamó con grandes gritos, vociferados a los cuatro vientos: «¡Salime, salime del agua!». Unos campesinos, que trabajaban en la vega cercana, alertados por el estruendo, se acercaron a la orilla del Navia y al reconocer al Diablo, le atraparon, le ataron y le volvieron a tirar a las enfurecidas aguas del río. El Diablo, luchó denodadamente para salvarse y tras mucho forcejear, al llegar, unos centenares de metros más abajo, a un remanso del río, pudo romper las cuerdas y, agarrándose a las ramas de un árbol, alcanzó, de nuevo, la orilla, mientras gritaba: «¡Subsalime, subsalime del agua!». De ésta forma, se dice, que el mismísimo Diablo, dío nombre al antiguo poblado de Salime (capital del Concejo hasta 1.836) y al caserío de Subsalime.
La zigzagueante bajada por el precioso castañar nos lleva hasta el trazado de la carretera AS-14 (Grandas de Salime a Puente del Infierno) , donde seguimos a la izquierda, por el casi inexistente arcén.
Poco después, a la derecha de la carretera, vemos un pequeño túnel horadado en la roca. El túnel nos conduce al “Mirador de la Boca de la Ballena”: un mirador colgante, vertiginoso, desde el que podemos asomarnos al abismo del Embalse de Salime y que se construyó para que el Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde (1.892 - 1.975), pudiera contemplar la magnitud de la obra durante el acto de su inauguración oficial.
Esta titánica obra constituye uno de los mejores y más monumentales exponentes del patrimonio industrial del agua de Asturias. El Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH) en el marco del Plan Nacional de Patrimonio Industrial, ha creado en 2.011 un proyecto para hacer visible los valores singulares del patrimonio cultural de la industrialización en España, con el título “100 elementos del Patrimonio Industrial en España”, y en el que el Salto y Central Hidroeléctrica de Grandas de Salime, ocupan el puesto número 23.
Carmen siente “impresión”... y no se acerca a la barandilla del mirador...
Juan Antonio Cabezas Canteli (1.900 - 1.993), en su libro “Asturias. Biografía de una región”(1956), nos dice sobre el Embalse: “Fue en el año 1.946 cuando dos empresas potentes, Hidroeléctrica del Cantábrico y Electra del Viesgo, decidieron la instalación en el río Navia de un pantano que pudiese mover la mayor central hidroeléctrica de España. Unos meses después, una avanzadilla de ocho hombres guiados por un conocedor del terreno, Manolo el Pastor, pasaron el puerto de El Palo y bajaron a la honda y agreste cuenca del Navia, entre brezos y árgomas. Meses después comenzaron las obras. Un teleférico subía los materiales desde Navia. En algún momento pasó de 2.000, entre técnicos y obreros, el número de hombres que trabajaban en la presa de Salime. Ocho años después había sido clavada, entre las dos montañas que flanqueaban el río, la cuña de 132 metros de alto y 256 de ancho, con un volumen de 700.000 metros cúbicos de hormigón. El pueblo de Salime, todas sus tierras laborables y otros poblados en 30 kilómetros que alcanza la cola del embalse, habían desaparecido bajo las aguas. El salto de Salime tiene instalada cuatro turbinas de 32.000 kilovatios-amperio, con una producción normal de 250 millones de kilovatios-hora al año. Ahora, en vez de salmones, el Navia produce kilovatios. En torno al inmenso estanque, cuya transparencia ha vuelto casi idílicas las secas montañas circundantes que recorre la carretera que pasa sobre la coronación de la presa, vuelven a pastar los rebaños cerca del pueblo sumergido. Debajo de los aliviaderos, encerrado en su estuche de cemento, está el gran salón de las turbinas y los cuadros de mando de la central. Y en unos paneles que forman un gran friso frente a las máquinas generadoras que transforman la energía mecánica del agua en energía eléctrica, los arquitectos y pintores Joaquín Vaquero Palacios y Joaquín Vaquero Turcios, padre e hijo, han pintado, con una acertada interpretación actual, la alucinante historia plástica del gran “milagro” técnico que hizo posible el salto de Salime, entre las montañas de Grandas”.
Para más información sobre la construcción del Embalse y el Salto de Salime, ver en el siguiente enlace:
Continuamos nuestro Camino, andando sobre el duro asfalto, cruzando por El Muro (la pared del Embalse de Salime). Ya al otro lado, comenzamos a remontar parte de la altitud perdida. A un kilómetro del dique, a la altura del antiguo poblado de Vistalegre, pasamos junto al Hotel “Las Grandas”, con bar-restaurante y habitaciones (tres de ellas, acondicionadas como “albergue de peregrinos”). Nos detenemos, para reponer fuerzas… tomándonos una cerveza y un pincho de tortilla de patatas...
Seguimos por un tramo de carretera monótono… que encuentra a veces alivio al otro lado del quitamiedos, donde de tanto pisar se ha abierto una estrecha senda. Casi 3 kilómetros más adelante la AS-14 salva el arroyo de Grandas y pasamos de largo el desvío al mirador de Salime y Pénjamo. "Pénjamo" era el apodo que se ponía en Asturias a numerosos poblados o casas nuevas, generalmente para trabajadores venidos de otras partes, construidas en los años 40-50.
250 metros después, pasado el punto kilométrico 2, dejamos la carretera por el arcén izquierdo, subiendo por una senda que serpentea por un precioso bosque mixto que ocupa las laderas del monte El Coto de Grandas; donde coincidimos, pero en dirección contraria con el GR-109 (Sendero de Gran Recorrido de la Cordillera Cantábrica).
Caminamos, por algunos tramos empedrados, a la sombra, entre helechos y gran variedad de especies arbóreas, predominantemente pinos pero también robles, hayas y castaños,
Pronto llegamos al casco urbano de Grandas de Salime. Pasamos junto a la fragua de Naveiras, después salimos a la carretera y torcemos a la derecha para cruzar el arroyo de Grandas, siguiendo la avenida del Ferreiro.
A unos metros se encuentra la casa de la antigua alberguería de peregrinos (ya documentada en 1.576). A mano izquierda seguimos en ligera cuesta pasando junto a la puerta del Museo Etnográfico. Sobre la base de la colección, de todo tipo de objetos, reunida a lo largo de los años, por “Pepe el Ferreiro” (José María Naveiras Escanlar, 1.942), en 1.984 se fundó éste “especial” Museo: “Mi pretensión es que acabe siendo un museo vivo, dinámico, y no una mera exposición, de modo que se elabore pan en el horno a la antigua usanza, que se hagan trabajos en la fragua cara al público, que se vea laborar a las mujeres en el telar. Y científico: que se explique cada herramienta, su empleo y utilidad”. Inicialmente estuvo instalado en los bajos del Ayuntamiento y en 1.989 se trasladó a su actual ubicación, en la antigua Casa Rectoral, rehabilitada para su nuevo uso. Hoy sus instalaciones ocupan una superficie de más de 3.000 m2 y la exposición se distribuye en tres edificios, que sirven a modo de ejemplo de la arquitectura tradicional de la zona: Casa Rectoral, Casa del Molinero y la Casona. En los espacios abiertos de tránsito se encuentran el molino, el hórreo, la panera, el cabazo o la capilla. Son casi las 2 de la tarde y el Museo cierra a las 2. Es una pena… pero no lo podemos ver...
Leí el relato de una entrevista que le hizo la periodista Azahara Villacorta a “Pepe el Ferreiro” (El Comercio, 22 de enero de 2.017) y me llamaron mucho la atención éstas crudas palabras: “¿Pero cómo quieren fijar gente en el campo si no quedó ni el “arao”? Yo compré “araos” a los gitanos o los recogía en el monte porque los abandonaban o los vendían para chatarra. En los pueblos no queda nada. En Grandas no hay ni siquiera un sitio en el que decir: “Voy a tomar el vasín de vino”. Lo malo va a ser cuando no queden nada más que dos porque, cuando muera uno, a ver quién va a llevar al último a la estira, ese sitio al que va todo el mundo estirado”.
Continuamos nuestro Camino, subiendo hacia el albergue... Mañana, al coronar el Puerto del Acebo, pasaremos la línea divisoria administrativa entre Asturias y Galicia.
NOTA: Para regresar a la página de inicio, pulse aquí>>>