"A media mañana, de ayer fue enterrada cristianamente, en la vieja Sacramental de San Lorenzo y San José, la gran actriz argentina Pepita Serrador, fallecida el domingo, a primera hora de la tarde, en el Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria. Una penosa enfermedad hizo necesaria días pasados una intervención quirúrgica, cuyos resultados fueron satisfactorios. Pero repentinamente agravada otra vez, dejó de existir cuando menos se esperaba".
"La ilustre artista desaparecida era muy querida del público español y del hispanoamericano. En Madrid, lo mismo que en Buenos Aires y otras ciudades de habla española, obtuvo resonantes éxitos con sus notabilísimas interpretaciones de "La salvaje", "Bodas de sangre" y otras célebres producciones. Debutó en Colombia con una obra de los hermanos Álvarez Quintero. Últimamente, en el escenario de Lara, triunfó a teatro lleno con "Aprobado en inocencia", ingeniosa comedia de su hijo, Narciso Ibáñez Serrador, autor y actor a la vez. Obra que en un popular coliseo de la calle Corrientes, de Buenos Aires, le proporcionó también uno de los más felices acontecimientos de su brillante carrera artística. Había nacido en la capital federal de aquella República el 2 de marzo de 1913, donde contrajo matrimonio con el actor argentino Narciso Ibáñez Menta. Trabajó también en el cine. Hija de padres españoles, perteneciente a una conocida dinastía de comediantes, su inteligencia, su cultura y su exquisita sensibilidad hacían de ella una excepcional mujer. Su pluma honró algunas veces nuestras páginas con interesantes artículos".
"Ha muerto en la Madre Patria, que tanto amaba, y en la cual recibía tantas y fervorosas muestras de aplauso y de afecto. Su última voluntad fue la de un entierro sencillo, sin anuncios ni ostentaciones, no obstante lo cual asistieron al triste acto muchísimas personalidades, entre ellas el director general de Cinematografía y Teatro, señor García Escudero; el empresario don Conrado Blanco, y los autores Alejandro Casona y Claudio de la Torre, así como numerosos actores, escritores y periodistas. Su cadáver fue inhumado con carácter provisional en el nicho número 48 del citado cementerio, desde donde será trasladado oportunamente al camposanto de Granada, por el expreso deseo de Pepita Serrador de reposar para siempre en tierra granadina".
UNA ENAMORADA DE GRANADA
"Buenos Aires, 25. (De nuestro corresponsal, por "telex"). Largas biografías y alabanzas sin término dedican hoy los diarios a Pepita Serrador. Todos destacan su ascendencia y educación artística eminentemente españolas. Todos recuerdan asimismo su raro talento en otras actividades fuera de la escena, como son las de escritora y conferenciante. "La Nación", de Buenos Aires, y ABC, de Madrid—señala un rotativo—, acogieron sus trabajos de un tono novelesco y romántico y signados por la atracción del misterio, poderosa más que ninguna en el adorable espíritu de esta mujer excepcional."
"Madrid, alejada de su entrañable Buenos Aires—escribe "La Nación"—, era la gran ciudad de sus íntimos afectos. Interesada por todo, y muy especialmente por lo literario, la gran comedianta podía poner tanto empeño en el análisis de la pintura de Romero de Torres como en descubrir antiquísimos resabios castizos en el habla de los aldeanos de su querida tierra española. En teatro, Benavente, los Quintero, Galdós, García Lorca y Tennessee Williams fueron algunos de sus preferidos."
Es posible que haya sorprendido a algunos ese fino y fervoroso deseo de la gran actriz de ser enterrada en tierra granadina. A nosotros, esta última voluntad suya no nos ha causado la menor extrañeza. En una de las últimas charlas que mantuvimos con ella en su camarín del teatro Buenos Aires, nos hizo tales pinturas de Granada, de sus gentes, del hechizo de la Alhambra; mostró tan profundo conocimiento de la obra de Ganivet, de los famosos cuentos de Washington Irving; de las páginas de Seco de Lucena, que no pude por menos de decirle:
—Pepita, si te oyeran los granadinos hablar así de su tierra, ten por cierto que te nombrarían hija predilecta del Darro y el Genil.
A lo que me contestó ella:
—Y eso que no te he dicho lo mejor. Adoro tanto a Granada, que mi último sueño quisiera dormirlo allí.
Yo estimé estas palabras una de sus tantas frases adorablemente caprichosas. Por lo visto, no era así. Respondía a una gran verdad de su espíritu.—P. M."