“Uno de los lugares más misteriosos de este mundo. Extraño lo que en él sucede. Casi nunca nada. Todo. Lleno y vacío. El sol y la luna, codo con codo, haciendo guardia... En el mar. En las lomas peladas, desérticas. Aquello que eternamente parte y regresa, y lo que trabaja con fe para ser ruina. Las olas, castillos en el agua. Los molinos, aire que piensa... Cada piedra, cada canto rodado tiene allí forma de un sueño, y cae en lo más hondo, como se enciende en la inmensidad de la noche una sola bombilla, valiente y solitaria, de eremita o de barco... El azul y su ausencia. La sal y el agua dulce. Frente al mar, la tierra dura y yerma... Lugar remoto que se queda dentro, más cerca que un latido. Pocos parajes tan solitarios habrán dado a un alma tanta compañía... No conoce uno a nadie que habiendo estado en él, no haya quedado impresionado para siempre, convencido de haber llegado a un confín que va por delante, como el horizonte, inalcanzable y a la mano". ("Cabo de Gata, Lugar de la Inminencia": Fragmento del Prólogo de Andrés Trapiello para el libro “Al fin y al cabo”, del fotógrafo almeriense, Carlos Pérez Siquier; Centro Andaluz de Fotografía e Instituto de Estudios Almerienses, 2.009).
Foto de Carlos Pérez Siquier, para "Al fin y al Cabo"
En la zona de la costa almeriense conocida como “Levante”, se encuentra el “Parque Natural Marítimo - Terrestre de Cabo de Gata - Níjar” (Decreto de la Junta de Andalucía número 314, de 23 de Diciembre de 1.987).
Tiene una superficie de 37.570 hectáreas terrestres y 12.126 marinas, con una altitud máxima de 562 metros (La Serrata, Carboneras) y mínima de -60 metros (en los fondos marinos) y afecta a los municipios de Almería, Carboneras y Níjar.
Los 63 kilómetros de costa protegida, con una anchura (desde la línea de costa) de una milla náutica (1.852 metros, la longitud de un arco de un minuto de latitud terrestre) van desde la desembocadura de la Rambla del Agua (término municipal de Almería) hasta la desembocadura del Barranco del Hondo (término municipal de Carboneras).
La “Senda Azul” (de Cabo de Gata) es un sendero de gran recorrido que discurre junto a la costa de este Espacio Natural único, recorriendo playas, fondeaderos, calas, arrecifes, puntas, morrones y los 50 kilómetros de costa acantilada mejor conservados del litoral mediterráneo español.
Pasear por el rebalaje de sus “paradisíacas” playas, de arenas finas, chinorros o cantos rodados… ha sido todo un placer para los sentidos…
Ver (la espectacular paleta de colores que nos brinda la Madre Naturaleza...apenas alterada por la mano del hombre).
Oír (el constante y relajante rumor de las olas del mar… batiendo ruidosamente sobre los agrestes acantilados o acariciando suavemente la orilla de sus playas).
Oler (el salitre pulverizado que transporta la agradable brisa marina, con un húmedo aroma, de tonos salados y vegetales…).
Tocar (la firme arena -endurecida por el constante fluir de las olas- y las cristalinas aguas -transparentes, traslúcidas-).
Estos paisajes, tintados de tonos ocres, blanquecinos y rojos secos, siempre han “alborotado” los sentidos a muchas personas, que han acabado sucumbiendo… ante sus perturbadores e impactantes acantilados y sus filosas y oscuras rocas volcánicas (testigos del más remoto pasado de nuestro planeta)... estos arcanos lugares y su férreo hermetismo, tienen ya un aura casi de “mito”... insondable...
Aprovechando sus suaves inviernos y esplendorosas primaveras, hemos recorrido en cinco ocasiones la “Senda Azul” (de Cabo de Gata). Para ver la descripción de ambas visitas, recomiendo la lectura de las “entradas” en la página de mi amigo Luís Díaz González:
“El único y verdadero viaje de descubrimiento consiste, no en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”. (Marcel Proust, 1.871 - 1.922).
Para ver la biografía de Carlos Pérez Siquier, y algunas fotos de su libro "Al fin y al Cabo", pulsar aquí
“La región natural de Cabo de Gata-Níjar, con su peculiar belleza, está inscrita en un triángulo cuya base podría estar en una línea trazada desde Carboneras a Torre García y cuyo vértice entraría por el faro en el mar. Tierra árida batida por los vientos y erosionada por la violencia súbita de las lluvias.
Todavía encontramos en esta tierra un espacio real donde la Naturaleza parece reconocerse a sí misma y donde el hombre puede, a su vez, reconocerse en ella. Reserva inapreciable de belleza, parajes que invitan a la quietud del ánimo, a la contemplación o al despacioso movimiento sumergido en el que toda creación tiene su origen".
"Lugar donde se aposenta y vive con todo su poderío la luz. Dominio y extensión del aire y latitud sin mengua del mirar. No sabríamos decir cuanto debemos ya a esta luz, que puede ser alta y terrible como un dios o declinar como animal de fuego hacia el crepúsculo, arrastrando con ella todo el cielo hacia la línea donde no acaba ciertamente el mar.
Es éste el misterioso reino de las formas que se hacen y se deshacen en el viento. Feminidad total de las arenas. Se sucede el color del blanco al amarillo, al violeta. Geometría de estrías paralelas. Cabelleras. Lenta extensión y demorado cuerpo de las dunas”.
José Ángel Valente, “Cabo de gata. La Memoria y la Luz” (1.992).
El diario almeriense, “liberal independiente y de intereses generales”, “La Crónica Meridional”, publicó el sábado, 18 de Enero de 1.896, en la Sección “Gacetillas”, una cancioncilla “anónima” sobre Cabo de Gata que decía así:
“Cuentan de Cabo de Gata que dos chicos se han fugado, ella con cuarenta inviernos y él con cuarenta veranos. Como estamos en Enero y esto ha ocurrido en el Cabo, que aunque se dice de Gata, también puede ser de Gato, no es extraña la aventura, hace un frío de los diablos y habrán querido los pobres, en vez de ir por los tejados, contar en sitio seguro de Cupido los flechazos. Allá ellos, más yo creo que, con tal carga de años, en vez de templar sus almas, van a coger un catarro".