"Uno de los parajes más poéticos y notables que comprende Granada en sus pintorescos e incomparables contornos, lo es sin duda la cumbre donde hoy gallardamente se levanta la ermita del glorioso Arcángel San Miguel, como atalaya y baluarte defensor del religioso pueblo granadino.
Desde aquella altura los ojos del cuerpo se dilatan con embeleso por los paisajes más deliciosos y variados; y desde allí la vista del espíritu se recrea con numerosas e interesantes memorias de las edades pasadas.
Desde aquella cumbre se descubren y gozan cuantas delicias la naturaleza y el arte han derramado a competencia en el privilegiado suelo y territorio de Granada; las altas y encadenadas sierras que limitan el vasto horizonte, las nieves perpetuas del antiguo monte "Solorio", los floridos cármenes que festonean los collados, los opacos sotos y verdes alfombras de la Vega, recamados de aljófar por el Xenil, las gargantas y espesuras que fertiliza el Darro, las apiñadas calles de la populosa ciudad, las cúpulas y torres de cien templos cristianos y los encumbrados alcázares de Romanos y de Moros.
Si a costa de alguna fatiga, más con incesante recreo de nuestros ojos, trepamos a aquella atalaya, se embelesarán nuestros sentidos y tal vez se disipará nuestro espíritu, contemplando, entre otras delicias, la risueña amenidad del Valle de la Salud, ó "Valparaíso", con su salutífera fuente del "Avellano", comparada por Châteaubriant a la de "Valclusa", celebrada por Petrarca, los empinados vergeles del Generalife, y a través de frondosos y altivos álamos los gigantescos torreones y calados aposentos de la "Alhambra", que un gran poeta moderno (José Zorrilla, en su poema "Granada") ha llamado con propiedad
"Alcázares dorados Misteriosamente alzados Del placer para mansión".
Mas ¿dónde están ahora aquellos innumerables palacios y lugares de recreo que en su tiempo formaron el encanto y solaz de los regocijados Moros granadinos y merecieron tantos elogios a los poetas y descriptores de aquella gente? ¿Qué se ha hecho del altivo alcázar de "Darlarosa", encumbrado sobre el Cerro del Sol? ¿Qué se han hecho con los "Alixares" labrados a maravilla? ¿Qué se han hecho con los deleitosos jardines del "Axariz" y la célebre "Casa del Gallo" y las amenísimas huertas del "Neched", y los viciosos cármenes de "Ainadamar", con sus copiosas fuentes, y tantas otras recreaciones y remedos del paraíso terrenal, erigidos a inmensa costa por el sensualismo mahometano?.
Perecieron juntamente con sus señores, y hoy, al buscarlos con la vista desde esta cumbre, sólo encontramos ruinas, y escombros y yertas memorias de los sitios en que estuvieron.
( … )
Pero ¿qué sabemos de la antigua Torre del Aceituno, y cual es la razón de tal nombre, conservado desde tiempo inmemorial en esta altura?.
Estas noticias solamente las hallaremos en los autores arábigos, que en sus libros han conservado, más o menos exacta y circunstanciadamente, no pocas tradiciones y recuerdos de la antigua España cristiana.
De lo que hemos hallado en tales escritores se colige que, desde remota edad, los cristianos de la antigua Iliberri (situada, según la opinión más verosímil, en el actual recinto del Albaicín) prendados de la soledad y belleza de este paraje, erigieron en esta cumbre un templo que logró subsistir durante los primeros cinco siglos de la dominación sarracénica.
A que lo respetase la morisma debieron contribuir los prodigios que allí se verificaban y los beneficios que cristianos y muslimes recibían del cielo por medio de una fuente y de un olivo maravilloso que había en el recinto de aquel santuario: a éste olivo, pues, debió aquel edificio el nombre de "Iglesia del Olivo" ("Canisat az-Zeituna") con que le conocieron los Árabes.
Pero oigamos a sus escritores. En el libro de las "Maravillas de las cosas criadas", del célebre Alcazwini, autor oriental del siglo XIII, (...) se lee el siguiente relato:
"LA FUENTE DE GRANADA.- Dice Abu-Hámid el Andalusí que en las cercanías de Granada, de la tierra de España, hay una iglesia, y en ella una fuente y un olivo, adónde la gente se dirige, así como también a la fuente, en cierto día del año: en cuyo día, al nacer el sol, la fuente arroja gran cantidad de agua y aparecen en el árbol las flores, cuajando luego las aceitunas, que van engordando y ennegreciendo durante el día. Los concurrentes toman cuanto pueden de aquellas aceitunas, y lo mismo del agua de aquella fuente, guardando lo uno y lo otro para remedios".
Otro escritor arábigo "desconocido" nos dice: "Y en este monte, cerca del mencionado castillo, está el olivo de quien dice la gente que florece y cuaja y sazona sus frutos en el mismo día. (...) Yo he contemplado éste olivo, que está cerca del castillo llamado Sacro, y se compone de dos ramas, la una encorvada y la otra derecha, y ambas se encuentran al pié de un edificio elevado. Yo vi este dicho aceituno en el día del la "Ançara" (24 de Junio, Fiesta de San Juan Bautista), en cuyo día se reúne mucha gente a su alrededor, y en él vi granos de aceitunas como las que hay en toda la tierra en el mencionado día, sin más diferencia sino que al elevarse el sol estaban verdes, y al medio día se pusieron blanquecinas, y a media tarde apareció en ellas un poco de rubicundez, en cuyo estado la gente las arrebató a porfía; y si las hubiesen dejado estar hasta el fin del día, acaso se hubiesen puesto negras. Y dicen los naturales de este país que en los tiempos pasados, bajo el gobierno de los soberanos Umeyas y de los régulos de Taifas en España, no se permitía a la gente que cogiese aquellas aceitunas, y no llegaba la noche sin que se hubiesen puesto del todo negras. Y esto, en suma, es lo que he visto acerca de tal olivo".
(...)
Dice Alcazwini que según le contó un literato andaluz, el alfaquí Saíd-ben-Abderrahmán, el aceituno prodigioso estaba en Segura de la Sierra (provincia de Jaén), y según el célebre geógrafo Ahmed-ben-Omar Alodzri, en su obra de los caminos y provincias de España, se hallaba en Lorca. (...)
"Ermita de San Torcuato - Benalúa de Guadix".
A nuestro entender, todos los autores referidos tienen razón, y así en Granada como en Lorca y Segura de la Sierra hubo otros tantos olivos maravillosos, vástagos del famoso de San Torcuato, en Guadix, en quien solía verificarse semejante prodigio, aunque no en el día de San Juan, sino en el del Santo Apostólico (...).
Desde allí, la piedad de los devotos de San Torcuato fácilmente pudo transportar vástagos de aquel maravilloso y virtuoso olivo a la cumbre de San Miguel el Alto, próxima a la puerta de Guadix, y a los pueblos de Segura y Lorca, no muy desviados de aquella ciudad.
Y puede creerse piadosamente que Dios quiso premiar a aquellos devotos, concediendo a las ramas trasplantadas por ellos la misma virtud y un prodigio semejante al que se verificaba en Guadix sobre el sepulcro del Santo Apostólico.
Ignoramos hasta cuando subsistió la iglesia del Olivo prodigioso con su árbol y su fuente: probablemente permaneció hasta fines del siglo XII ó principios del XIII, en cuyo tiempo el fanatismo de los Almohades acabó con la cristiandad mozárabe de Granada.
Lo que sabemos es que al cabo de más o menos tiempo la iglesia fue reemplazada por una rábita o ermita mahometana, que subsistió hasta los últimos días de la dominación sarracénica y que, conservando la memoria del famoso olivo, se llamaba, al tiempo de la reconquista, la "Torre del Aceituno".
Ésta rábita, que reunía el doble carácter de mezquita y fortaleza y era una de las principales defensas del Albaicín, tenía un alcaide dependiente de la alcaidía mayor de la Alhambra, y que al tiempo de la entrega lo era un capitán moro llamado Chawád.
Así consta por el real título que los señores Reyes Católicos expidieron en Santa Fe el día 4 de Marzo de 1.494 a favor de Juan de Sotomayor Joad, caballero moro y alcaide de la Torre del Aceituno, confirmándolo en este puesto por haberse convertido a nuestra santa fe católica y prestando algunos servicios en la conquista de este reino.
Nota: El documento más antiguo que se guarda en el archivo de la ermita de San Miguel el Alto, refiere que el alcaide se llamaba Joad y que en el bautismo recibió el nombre de Juan de Sotomayor Joad, por haberle apadrinado el capitán Fernando Álvarez de Sotomayor.
(...)
Durante el siglo XVI y parte del siguiente, éste monte fue conocido vulgarmente como el "Cerro de los Diablos", habiendo recibido este nombre por las continuas y furiosas tempestades que se formaban sobre su cima, inundando las laderas y barrancos próximos y produciendo repetidos estragos. Desaparecieron a su ímpetu las casas y huertos vecinos a la torre, y ésta se hizo albergue de malhechores y gente perdida.
Para remediar este daño, algunas almas piadosas impetraron el favor del cielo, por la especial intercesión del Príncipe de las milicias celestiales; y según autorizada tradición, el glorioso Arcángel San Miguel se apareció sobre el cerro a un devoto suyo, ofreciéndole que cesarían los males que se experimentaban en aquel sitio si se erigiese allí un santuario dedicado a su nombre; también se asegura que aquella misma persona, dando cuidadosamente al célebre escultor Bernardo Francisco de Mora las señas de la imagen celestial que se le había aparecido, le inspiró la bellísima estatua de San Miguel, que desde entonces es admirada y venerada por los vecinos del Albaicín y de toda la ciudad.
Gracias a ésta aparición, que renovó en Granada las maravillas del monte Gárgano en la Apulia y del "Monte Saint-Michel" en Normandía, la devoción al Arcángel San Miguel se aumentó mucho en el pueblo granadino, y derribada la vieja rábita del Aceituno, en el mismo asiento de la antigua iglesia cristiana se levantó una ermita dedicada al glorioso Arcángel; por lo cual el Cerro de los Diablos, libre ya de las pasadas tormentas e inundaciones, empezó a llamarse el "Monte de los Ángeles", aunque posteriormente prevaleció el nombre de Cerro de San Miguel el Alto.
La obra de esta ermita empezó en 1.671, a expensas del piadoso Arzobispo D. Diego Escolano y Ledesma; y como éste muriese al siguiente año, la prosiguió a su costa el licenciado D. Luís de Luque, cura propio de las iglesias parroquiales unidas de San Luís y San Gregorio. Celebróse allí la primera Misa y fiesta en 29 de Septiembre de 1.673: pero la hermosa escultura de Mora no se colocó hasta igual día y mes del año 1.675.
Este santuario recibió después varias ampliaciones y mejoras, especialmente en el año 1.753, en que se concluyó su capilla mayor, y fue muy frecuentado por la piedad del pueblo granadino, permaneciendo así hasta el año de 1.810, en que los franceses invadieron esta ciudad y convirtieron el santuario en fortaleza, que al fin volaron y arruinaron al retirarse en 17 de Septiembre de 1.812.
(...)
Afortunadamente, el pueblo granadino, (...) no tardó en reparar aquellas ruinas, empezando a levantar de nueva planta en el mismo lugar la actual ermita, cuya sencilla y elegante fábrica en forma de cruz latina se terminó en Abril del año 1.828, costeada en su mayor parte por el Ilmo. Sr. D. Blas Joaquín Álvarez de Palma, dignísimo Arzobispo de esta diócesis.
Por último, en 1.884 el camarín de San Miguel fue ampliado y embellecido considerablemente a expensas de algunos de sus cofrades, y principalmente el Excmo. e Ilmo. Sr. D. Bienvenido Monzón y Martín, que a la sazón regía felizmente la diócesis de Granada y que era devotísimo del Santo Arcángel.
(...)
Por acuerdo de la Comisión de Monumentos de esta provincia, se ha puesto en la fachada de dicho santuario la siguiente inscripción, en que se recapitulan brevemente las diversas memorias de tan delicioso e histórico paraje. Dice así:
"Bajo la dominación sarracénica hubo en este / sitio una iglesia cristiana, y en su recinto / una fuente y un olivo maravilloso muy / celebrados por los autores árabes. Andando / el tiempo, los moros edificaron en su lugar / una rábita que en memoria del mencionado / olivo se llamó la torre del Aceituno, cuyo / nombre ha subsistido hasta hoy. Esta torre / fue demolida en 1.671 para erigir una ermita / al glorioso Arcángel San Miguel, cuya / obra se terminó en 1.673. Amplióse este san- / tuario en 1.753; mas como fuese arruinado / por los franceses en 1.812, fue nuevamente / construido en 1.828 a vista del Ilmo. Sr. Don / Blas Joaquín Álvarez de Palma, Arzobispo / de Granada, y engrandecido en 1.884 por la / devoción del Excmo. Sr. D. Bienvenido Monzón / y Martín, Arzobispo de esta Archidiócesis. / Para perpetuar en lo posible tan interesan- / tes y piadosos recuerdos, la Comisión de / Monumentos Históricos y Artísticos de esta / provincia puso ésta lápida en el año 1.890".
Relato de Francisco Javier Simonet, incluido en su libro "Cuadros históricos y descriptivos de Granada coleccionados con motivo del Cuarto Centenario de su memorable reconquista". (1.896).