Viernes, 5 de Octubre de 2.018 - (y II). Caminamos por la Sierra de Tineo, en dirección hacia el Alto de Navariego y las Sierras de Guardia y de la Cruz. Vadeamos por un pequeño puente de madera el Regato del Robledo (Regueiro de Robleu).
Poco después, hacemos un pequeño “alto” en el Camino, para disfrutar del espectacular paisaje que nos acoge y descifrar la frase de un criptograma tallado en una losa de piedra: “QUIÉN VA A SANTIAGO Y NO AL SALVADOR VISITA AL SIERVO PERO NO AL SEÑOR”.
Nos encontramos en el “Mirador de Letizia”, una antigua cabaña de piedra, reconstruida por el tinetense Arcadio Rey López, autodenominado “El último de Filipinas” y conocido en el pueblo como “Pana” (amigo o colega, en Venezuela). Según he leído, “Pana” era una persona especial, un “referente” del Camino Primitivo: autodidacta, poeta, sindicalista y político de vocación, minero jubilado, emigrante en Venezuela, republicano convencido, de antepasados combatientes en la Guerra de Cuba y de Filipinas, gran amante de los animales, devoto de San Antón y admirador de la Familia Real Española: en su honor, dio nombre a sus animales (la vaca Letizia, el “xato” Felipe y la ternera Leonor). No hemos podido conocer a “Pana”, falleció el pasado mes de marzo… a los 70 años de edad… y ha dejado un poco “desamparados” a los peregrinos caminantes, que buscaban en su compañía: una grata y enriquecedora conversación, un rato de reconfortante descanso y el protocolo/ceremonial del sellado de la credencial. Personas “anónimas” como él, enriquecen el Camino y le dan un cálido sentido a la vida…Descansa en paz “Pana”...
Tranquilamente, continuamos Nuestro Camino, ascendiendo por la falda del monte Brañugas (1.016 msnm) y el pico Navariego, arropados por un precioso arbolado autóctono, donde cada paso que damos, es merecedor de una pausa… las vistas son impresionantes: una sucesión interminable de lomas se extiende hacia el Sur, hasta las cercanas cumbres leonesas; al frente, ya se distingue el Puerto del Palo y las primeras estribaciones gallegas. Hace un buen día y hay una luz extraordinaria...
Seguimos, en tendido ascenso, por los bellos parajes de La Freita, el Rebuchar y Riumayor, hasta coronar la subida en el collado de La Guardia (879 msnm). A la derecha, vemos sobre la Peña El Chao (981 msnm) algunos de los 22 aerogeneradores instalados en la Sierra de Tineo en el año 2.009. El camino herboso rodea el pico de Puliares (933 msnm), donde sobresalen varios túmulos, junto a los pozos (hidrónimos puntuales) de La Llamavieya y del Ruxidor.
El camino enlaza con la carretera de Cerezal y descendemos hasta la carretera AS-350 (Piedrafita a Bárcena del Monasterio) a la altura del caserío de Piedratecha. Un ventoso cruce de caminos, situado a una altitud de 810 msnm. Actualmente tiene 4 habitantes y 2 viviendas. Antiguamente, hubo en este lugar una venta caminera, que marcaba el límite de jurisdicción del Monasterio de Santa María la Real de Obona, una de las joyas del Patrimonio Histórico - Artístico Asturiano, hacia donde nos dirigimos.
Seguimos a la derecha, por un sendero, paralelo a la carretera AS-350, y a unos 700 metros, nos alejamos de su arcén izquierdo. El sendero desciende por el antiguo Camino de la Cuesta, en una zigzagueante y larga bajada, por el paraje de El Montecillo: recorriendo toda una delicia de bosque (castaños, carbayos y alisos), donde nos acoge una cálida penumbra y nos arrulla el agradable sonido del viento que roza las altas enramadas. El Camino está flanqueado por un antiguo y bajo murete de piedra (muría).
Llegamos a un cruce con un mojón doble que nos informa que a 300 metros se encuentra el Monasterio de Santa María La Real de Obona. El rey Alfonso IX de León (1.171 - 1.230), el mismo que concedió la Carta Puebla a Tineo el año 1.214, ordenó por decreto "que cuantos caminen a Santiago de Galicia lo hagan pasando por su puebla de Tineo y por su monasterio de Obona".
Cumpliendo la “real orden”, bajamos hasta vadear el arroyo de Obona y subimos hacia la explanada donde se encuentra el Monasterio. Nada queda hoy del esplendor de tiempos pasados.
El origen del Monasterio de Santa María la Real de Obona es confuso y está marcado por la leyenda y el misterio con el que se ha envuelto éste lugar desde sus comienzos. Según la tradición, en base a una desaparecida carta fundacional, el recinto primitivo del monasterio fue fundado en el año 781 por Aldegáster, presunto hijo natural del rey astur Silo y de su esposa, Brunilda.
En el muro norte de la Capilla Mayor de la Iglesia, hay un sepulcro con una inscripción que dice: “Aquí estan los huesos del principe Aldegáster, hijo del rey Silo de León y de doña Brunildi su muger, los cuales fundaron esta casa en el año 781. Se trasladaron a este puesto del medio de esta capilla mayor, en 8 de abril de 1.656”.
El Monasterio aparece en documentos tan sólo a partir del siglo XI en que pasa a depender del Monasterio de Corias, “El Escorial asturiano”, y aunque en principio fue dúplice (mixto: con frailes y monjas, regidos por un Abad y una Abadesa), a partir del siglo XII, aparece sometido a las reglas benedictinas, como cenobio masculino (las monjas marcharon a las Abadías de Babia y Avilés).
Tuvo una enorme importancia como hospedería y lugar de recogimiento y reflexión/oración, al tiempo que atesoró numerosas obras de arte (la mayoría, ya hoy desaparecidas).
El tránsito de peregrinos puso en marcha una etapa de apogeo y expansión tanto en Obona como en Tineo, basada principalmente en la oferta de servicios y la atención de las necesidades básicas (para el reposo del cuerpo y del espíritu).
En el siglo XII, el Monasterio de Obona era un importante centro benedictino, compuesto por el templo, el claustro, las dependencias conventuales y la hospedería. Se convirtió en un centro económico y cultural en el que los monjes aplicaron técnicas innovadoras en la agricultura y la ganadería e impartieron clases de latín, filosofía y teología.
El Abad tenía poderes plenipotenciarios en todo el Valle y era conocido por los ostentosos apelativos de “Conde de Peratecha” y “Barón de Bustiburniego”.
Durante el siglo XV la casa sufrió los efectos de la inestabilidad de la región, situación que se agravaría con la entrada de “abades comendatarios” y los enfrentamientos que culminaron con el incendio del Monasterio. En 1.536 el papa suprimió el régimen de “abades comendatarios” y en 1.538 la casa entró a formar parte de la Congregación de San Benito de Valladolid. Esta nueva situación dio entrada a un nuevo periodo de estabilidad que le permitió acometer obras de mejora de la casa tanto en el mobiliario como en las mismas dependencias monásticas.
El Monasterio ha sufrido reformas y ampliaciones a lo largo de su historia. La más importante comenzó en 1.658, obra del arquitecto cántabro, Melchor de Velasco Agüero ( / - 1.669): donde sólo se conservó la Iglesia, siendo demolidos el resto edificios, para construir un nuevo monasterio, en estilo barroco, que nunca se terminó en su totalidad, por falta de recursos.
En 1.661 se estableció un Colegio, que en 1.693 fue trasladado a Santa María de Obarenes (Burgos).
Hasta el Claustro del Monasterio, se encuentran canalizadas las aguas de la Fuente del Matojo (Fonte’l matoxu), que adquirió fama, gracias al pensador y teólogo, fray Benito Jerónimo Feijoo Montenegro (1.676 - 1.764), que solía pasar largas temporadas de descanso en este lugar. Feijóo se hacía llevar el agua hasta su celda de Oviedo, en cántaros especiales y para que nadie pudiese adulterarla, mandó hacer dos llaves para el cántaro. Una se la quedaba el cirujano Fray Valentín Calviño en Obona y la otra la custodiaba el mismo. Todavía a este manantial se le denomina “Fuente de Feijoo”.
Desde la más remota antigüedad, ha habido leyendas sobre las apariciones de xanas o ninfas en ésta fuente, y posiblemente fuera considerado como un lugar sagrado relacionado con alguna “deva”, divinidad femenina acuática, que el tiempo cristianizó en la imagen de la Virgen María. De las contrastadas cualidades del agua de la Fuente del Matojo, procede el topónimo de Obona, que proviene del término latino “aqua bona”, que significa “agua buena”.
Durante la Guerra de la Independencia, el monasterio fue un improvisado hospital y antes de producirse la “Desamortización”, Obona ya había perdido gran parte de su antigua importancia.
El Monasterio quedó abandonado tras la “Desamortización de Mendizábal” (Febrero y Marzo de 1.836).
En 1.960 se construyó el cementerio que hay a la izquierda de la Iglesia, utilizando materiales del Claustro del Monasterio.
Los antiguos edificios monacales se utilizaron hasta el año 1.970 como Escuelas Nacionales.
Fue declarado Monumento Histórico - Artístico, el 14 de mayo de 1.982.
En la década de 1.980 se organizaron campos de trabajo, coordinados por el INJUVE y el Principado, pero el resultado no fue ni el esperado, ni el deseado.
En 2.006 fue declarado Bien de Interés Cultural y desde 2.012 está incluido en la Lista Roja del Patrimonio de la Asociación “Hispania Nostra”.
En la actualidad, el Monasterio se encuentra en estado de abandono, parcialmente en ruina y tan solo queda en uso la Iglesia, que desde el año 1.835 es la parroquial del cercano pueblo de Obona.
Si se quiere visitar la Iglesia, hay que subir al casco urbano de Obona y pedir las llaves en el Bar “Casa Bernardín”, situado en la carretera AS-350.
La Iglesia, dedicada a San Antolín (siglo XIII) es de gran tamaño y fue construida en estilo románico, siguiendo las estrictas concepciones estéticas del Císter: de sobriedad y pureza. Tiene planta basilical con tres naves (la central de mayor anchura y altura) de cinco tramos, separadas por arcos apuntados. La cubierta de la nave central es a dos aguas y la de las laterales a un solo agua. La torre tiene una espadaña de tres ojos, con campanas en los dos inferiores. En la cabecera, tiene tres ábsides semicirculares. El artesonado de la nave es de madera, mientras que los ábsides se rematan con bóvedas de cañón y de cuarto de esfera. La portada occidental es sobria y consta de 4 arquivoltas de arco de medio punto protegidas por guardapolvos y apoyadas en columnas con capiteles lisos.
En su interior, la Iglesia alberga una bella muestra de la austeridad del estilo románico: el Cristo Crucificado (siglo XII) que pende del techo en la nave central, el “Santo Cristo de Obona”. Una talla que emociona... por su tamaño (semejante al humano), su aire de severidad, y a la vez, de equilibrio y ternura. Su rostro, tiene los ojos cerrados y no refleja dolor...parece como si durmiera...plácidamente… La cabeza, la mantiene ladeada hacia el lado derecho; tiene barba y el largo cabello le cae hacia los hombros. Cuatro clavos lo fijan al madero. El paño de pureza ("perizonium") le cubre desde la cadera hasta un poco más arriba de las rodillas. Cuatro clavos lo fijan al madero. Los pies los tiene separados y no tienen supedáneo donde apoyarse. Es toda una joya...
Una nota curiosa: La Exposición “Orígenes, arte y cultura en Asturias, siglo VII-XV”, fue celebrada en la Catedral de Oviedo entre el 11 de agosto y el 30 de noviembre de 1.993. Organizada por la “Asociación Orígenes”, integrada por el Gobierno Asturiano, la Universidad de Oviedo, el Arzobispado y la Caja de Asturias: fue un verdadero desastre (tanto de público como económico). Los responsables de “Orígenes” estaban interesados en llevar a la exposición el “Cristo de Obona”, pero los vecinos del pueblo se opusieron. El Arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, se desplazó hasta Obona para mediar en el asunto y aunque llegó a ofrecer como aval el coche en que se desplazaba (un Mercedes), el NO fue la respuesta del pueblo. Los vecinos desconfiando de lo que pudiera pasar… escondieron “su” Cristo en una casa particular...
La entrada al Claustro se hace por la fachada de la Casa Abacial, colindante a la Iglesia, bajo dos arcos dominados por el escudo real de Castilla y León (lo que refuerza su vinculación con la Monarquía y su fundación real) y una hornacina con la imagen de San Benito.
Recorremos sus salas, estancias y pasillos hasta acceder a su Claustro inacabado. Se divide en dos pisos: el inferior de arcos de medio punto con perfiles moldurados y el superior con vanos cuadrangulares, separados por alargadas pilastras que arrancan del piso bajo.
Las viejas piedras están cubiertas de musgo y la hiedra se aferra a sus deteriorados muros. El muro norte, afectado por graves problemas de humedad, ha comenzado a inclinarse hacia el exterior y una multitud de puntales de madera, intentan evitar su caida y derrumbe total. Hay restos de fogatas en algunas estancias...y la desolación y el silencio… lo invaden todo…
Tras salir, nuevamente al exterior, nos hemos sentado, a la sombra de los árboles, en el extremo de la gran explanada que se abre frente a la Iglesia y la Casa Abacial, a contemplar lo que aún resta de esta Joya del Románico y el Barroco Asturiano. Sentimientos encontrados nos invaden: de relajación (por la tranquilidad que emana de éste lugar tan especial…) y de tristeza (por ver a dónde lleva el desinterés y la desidia humana…). Mientras tanto, el Tiempo, continúa con su imparable trabajo de demolición… Que pena...
Hemos de continuar con Nuestro Camino… y volvemos sobre nuestros pasos andados...
De nuevo en la bifurcación, giramos a la derecha. Sobre la sombría vaguada tenemos una vista fabulosa de la aldea de Obona, asentada a media ladera. A la salida del bosque, la pista desemboca finalmente en la aldea de Villaluz.
Encontramos un merendero y una fuente antes de salir a la carretera TI-3. Por esta vía atravesamos, una a una, varias aldeas de la parroquia de Obona, como son Vega del Rey, Berrugoso y Las Tiendas, para alcanzar finalmente Campiello, donde nos vamos a alojar en el Albergue de “Casa Herminia”.
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