Al sexto día del inicio de Nuestra Peregrinación por el Camino de San Salvador, vamos a llegar a la ciudad de Oviedo.
Junto al curso del arroyo Morente, nos hemos detenido un momento, para ver con detalle un antiguo hórreo que hay a la derecha de la carretera: tiene 6 “pegallos” (patas) que están separadas del “zarrapo” (cuerpo del hórreo) por sendos “tornarratos” (piedra plana que se coloca horizontalmente, entre las patas y el cuerpo del hórreo, para que no pudieran subir los ratones). Está, al parecer, fuera de uso y bastante deteriorado. Saco foto de una bella rosa que hay al abrigo del hórreo y continuamos Nuestro Camino, subiendo hacia el Caserío Cagigal, la Aldea de Los Prietos y el Lugar el Medio.
El hombro izquierdo sigue doliéndome y la herida no se acaba de curar...ya no sé qué hacer para que la mochila no me siga lacerando el hombro...y es que pesa...una barbaridad… o al menos, eso es lo que me parece… el Camino…”no es un paseo de rosas”... pero, hay momentos, en los que no se siente tanto el dolor, la mochila parece liviana y se agradece cada paso que se avanza...
Hemos bajado por la tranquila carretera de la Bolgachina, hasta la barriada de La Manjoya, y junto a la Sidrería “El Caserón”, famosa por sus vistas, su buena situación y sus morcillas, chorizos y el picadillo, elaborados artesanalmente en su trastienda, divisamos por primera vez, en la distancia, la Torre de la Catedral de Oviedo.
Esa reconfortante visión, nos dá ánimo… ya estamos cerca… ya nos queda poco… para finalizar Nuestro Camino de San Salvador.
Continuamos... Descendiendo suavemente por la acera derecha de la carretera de la Bolgachina y poco después, nos detenemos junto la Iglesia Parroquial de Santiago de la Manjoya.
El término “Manjoya” está relacionado con la Peregrinación: al parecer, los peregrinos franceses, al ver en la distancia a la Catedral de San Salvador de Oviedo, gritaban de júbilo, “mon joie”... lo que guarda una relación similar con el “Monxoy” o Monte del Gozo de Santiago.
Junto al patio de la Iglesia, desde Marzo de 2.010, se encuentra la imagen esculpida en granito blanco del Apóstol Santiago, con su cayado y su sombrero de peregrino. En el tronco del árbol seco que se ha utilizado como peana, una placa recuerda que la escultura fue colocada, con la aportación de los feligreses de la Parroquia, con motivo de la celebración del año santo compostelano.
Bajamos para entrar en el casco urbano de Oviedo y en la Ronda Sur, en la rotonda de la avenida de La Florida vemos otra escultura de “Santiago Peregrino”; desde aquí las conchas en el suelo nos guían por las calles de Oviedo.
Llegamos al Albergue de Peregrinos de la Asociación Astur-Leonesa del Camino de Santiago, sito en la calle Leopoldo Alas, num. 20, donde nos atiende, muy amablemente, Pablo. Nos sella la credencial, cumplimenta nuestra “Salvadorana” y nos prepara la nueva credencial para iniciar mañana Nuestro Camino Primitivo. Por último, rellena a mano un sobre con los datos postales de Luís, para enviar por correo, tanto nuestras credenciales selladas del Camino de San Salvador, como nuestros certificados de haber realizado el Camino: La Salvadorana.
Como hasta las 4 de la tarde no nos asignan la litera, dejamos las mochilas en el Albergue y nos marchamos, paseando (que alivio... ir andando sin el peso de la mochila…), hacia un estanco (a comprar los sellos), a Correos (para mandar la carta) y a buscar el lugar donde comer. Tres caminantes “lugareños” que encontramos en el monte, nos han aconsejado un buen lugar para comer. Se trata de la Sidrería - Restaurante - Hotel, “El Ovetense”, que nos han dicho está cerca de la Catedral.
Lo buscamos… y por fin… damos con él… porque ya hay ganas de comer…
Se encuentra a mitad de la calle San Juan (en el número 6), que no es una calle larga, aunque sí bastante ancha, en un edificio que hace esquina con la calle que lleva el nombre del ingeniero alemán que en 1.858, trazó el primer mapa geológico de Asturias (Guillermo Schulz y Schweizer, 1.800 - 1.877).
Según nos han dicho, “El Ovetense” se ha ganado merecidamente el prestigio de ser un buen restaurante, de los “de toda la vida”, donde hacen gala del honesto Arte de dar bien de comer, con una excelente relación entre la calidad y el precio. Bueno… pues vamos a ver cómo nos tratan...
La Sidrería está regentada desde 1.959 por la familia García Villanueva (Serafín y sus hijas Ana y Natalia). Es muy frecuentada por los “carbayones” (así se llama popularmente a los habitantes de Oviedo en referencia a un vetusto roble o “Carbayu” de gran porte que existió en la calle de Uría) y es una referencia en Oviedo, tanto por ser uno de los lugares (fuera de la transitada calle Gascona) de mayor consumo de sidra, como por su carta de tapas. Y está a sólo 3 minutos de la Catedral.
Tanto la terraza exterior como la planta baja (donde se encuentra la sidrería) están “abarrotadas”...no hay ni una mesa libre...así que subimos a la primera planta, donde se encuentra el comedor. La sala es espaciosa y decorada con buen gusto. Tras sentarnos en la mesa que nos indica la joven camarera, nos enumera las diferentes opciones de menú.
Para beber hemos pedido que nos sirva, por lo pronto, una botella de sidra natural “Viuda de Palacio”, que nos trae con presteza... acompañada por un artilugio... una máquina para “batir” la sidra… que no es como escanciarla a mano (que es lo suyo…), pero a nosotros… nos hace el apaño y nos viene de maravilla… (José Antonio inmortaliza el evento con un corto video grabado con el móvil…).
Y para comer hemos pedido de primero (todos): paella (muy bien guisada, sabrosa y abundante en cantidad…); y de segundo, Luis se ha pedido, bacalao; y José Antonio y yo, pincho. Para rematar... de postre... un heladito…
Tras dar buena cuenta de las sabrosas viandas que nos han servido en “El Ovetense”, regresamos al Albergue, nos hacen la ficha y nos asignan litera. Ducha, cambio de ropa y regresamos, dando un paseo hacia la Catedral, pues aún nos queda por hacer una cosa, antes de dar por finalizado Nuestro Camino de San Salvador: hemos de “cumplimentar al Señor…”.
La plaza de Alfonso II el Casto, o plaza de la Catedral es una de las más hermosas y más ricas, en historia y arte, de España: con palacios, viejas iglesias y edificios más modernos. Su trazado es rectangular: sus lados mayores están delimitados por la Calle Eusebio González Abascal y la Calle San Tirso el Real, y los menores por la Calle de la Rúa y la Calle del Águila, que pasa por delante de la Catedral.
En esta plaza (que hasta 1.928, sólo fue una “plazuela”), además de la Catedral, se encuentran las iglesias de San Tirso el Real (siglo IX, en su tiempo, fue muy similar a Santa Cristina de Lena, pero hoy se encuentra muy transformada por las sucesivas rehabilitaciones) y la capilla de la Balesquida (de estilo barroco, pero su obra original es del siglo XIII), el palacio de Valdecarzana-Heredia (siglo XVII, que hoy acoge las dependencias del Tribunal Superior de Justicia de Asturias), el palacio del marqués de Camposagrado (siglo XVIII) y la Casa de la Rúa (o casa del Marqués de Santa Cruz de Marcenado: austera construcción tardo-gótica, con su fachada del siglo XV y la preciosa ventana sobre cuyos cristales se ve la torre de la Catedral repetida). Además de la escultura en bronce de “La Regenta” (obra del escultor carbayón, Máuro Álvarez Fernández (1.945) inaugurada en 1.997).
La Catedral de Oviedo (Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo), es conocida también como la “Sancta Ovetensis”, por la calidad y cantidad de reliquias que contiene. Entre todas ellas destaca el llamado Santo Sudario (“Sudarium Dómini”), una pieza de tela de lino, que supuestamente, tapaba la cara de Jesucristo en el momento de su entierro en el sepulcro.
Entramos en la Catedral y la visitamos, escuchando, atentamente, la descripción de la audio-guía.
La Catedral comenzó a edificarse a finales del siglo XIII (sala capitular y el claustro), y su construcción se prolongó durante tres siglos hasta el remate de la torre (mediados del siglo XVI). Ya en el siglo XVII, se le añadió la girola y algunas capillas anexas a las naves laterales.
Está emplazada en el lugar del anterior conjunto catedralicio prerrománico (siglo IX), alguno de cuyos edificios han sobrevivido. Por esta razón y lo dilatado de la construcción del edificio actual, éste contiene estructuras de estilo prerrománico (Cámara Santa), románico (bóvedas y apostolado de la Cámara Santa), renacentista (remate de la torre) y barroco (Girola, Capilla del Rey Casto y otras capillas).
Sus viejas piedras, a lo largo del tiempo, han dado lugar a varias Leyendas: el Milagro de Fray Vicente, las Reliquias del Arca Santa, la Piedra de Sal, la Cruz de los Ángeles, el Arzobispo Ataulfo, Oria (la endemoniada hija de una peregrina), la Hidria de las Bodas de Caná ó la Visita Nocturna, entre otras.
No vamos sobrados de tiempo, pues la Catedral la cierran a las 7 de la tarde. Tras visitar algunas capillas de la Catedral, pasamos a ver la “Cámara Santa”.
La Cámara Santa es un recinto de dos plantas adosado a una estructura cuadrada más alta, llamada Torre de San Miguel. La planta inferior es conocida como la Cripta de Santa Leocadia y la planta superior, como Cámara del Tesoro o Cámara Santa.
La Cámara Santa (siglo IX), fué declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en Diciembre de 1.998 y alberga las joyas más preciadas de la catedral: las cruces de la Victoria y de los Ángeles (símbolos de Asturias y de la ciudad de Oviedo respectivamente), la Caja de las Ágatas y el Arca Santa que contiene un gran número de reliquias entre las que se encuentra el Santo Sudario.
A través de una reja, contemplamos las joyas que atesora la “Cámara Santa”.
El Santo Sudario de Oviedo, denominado también el "Pañolón de Oviedo", es un pañuelo de lino en el que hay manchas de sangre y quemaduras de cera de vela y podría ser el que se menciona en el Evangelio de San Juan, que dice que un sudario cubría la cabeza de Jesús y una Sábana cubría el cuerpo.
El Pañolón está guardado en una urna de cristal tras la Cruz de los Ángeles de Oviedo.
La visión de éstas preciadas reliquias, muestra de la devoción cristiana desde hace miles de años, era el objetivo de los peregrinos, que se aventuraban, en un viaje incierto y peligroso, desde sus lejanos lugares de origen, hasta estas tierras, a la búsqueda de su sosiego… de su paz espiritual.
El Pañolón es una pieza de tela blanca de lino que mide 85,5 x 52,6 centímetros, con forma rectangular (aunque con alguna irregularidad). Tiene textura de tafetán (cruza un hilo de trama por arriba y por debajo un hilo de urdimbre cada vez) y se encuentra muy manchada, sucia y arrugada, con oscuras salpicaduras que no forman imagen alguna y está parcialmente roto (tiene un desgarro de 5,5 centímetros en la parte superior derecha) y quemado (la lumbre de una vela le ocasionó un agujero de 1,24 y 1,96 centímetros). A la vista, hoy en día, presenta una tonalidad tostada, por el envejecimiento de la celulosa.
En la época de Jesús un sudario era un pañolón que servía para quitarse el sudor de la cabeza o limpiarse la cara en caso de necesidad.
Los valiosos pergaminos que contienen textos religiosos judíos milenarios y que sustentan muchos de los contenidos citados en la Enciclopedia Universal Judía recogen la prescripción según la cual, cuando un cadáver tenía desfigurado o mutilado el rostro, era imprescindible que éste fuera cubierto con un velo para ocultarlo a los ojos de la gente. Cumpliendo esa prescripción, no es extraño el empleo para ese menester del pañolón (sudario) que se tenía a mano (en ocasiones enrollado en la muñeca) y que se colocara sobre el difunto aun antes del entierro.
Por otra parte, uno de los “lienzos funerarios” empleados en enterramientos judíos es el sudario, que cubre exclusivamente el rostro. San Juan en su evangelio menciona en dos ocasiones un sudario sobre la cabeza de un cadáver. En el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11,44) dice que salió el muerto “atado de pies y manos y envuelta la cabeza en un sudario” pero el texto evangélico más importante del Apóstol en este punto es el Cap. XX. En sus versículos 6 y 7 distingue claramente entre los lienzos en los que fue envuelto el cadáver (entre ellos, la Sábana que mencionan los evangelios sinópticos) y “el sudario que había estado sobre su cabeza”.
En los primeros años del cristianismo, se veneraron en Jerusalén, estas reliquias de Jesús, que los apóstoles habrían guardado en un arca de cedro.
El Santo Sudario de Oviedo es mencionado por primera vez en un manuscrito del año 570 dC. de San Antonino Mártir, que recoge el testimonio de un peregrino de Piacenza que estuvo en Tierra Santa, donde señala: “Estuve junto al Jordán, no muy lejos de donde el Señor fue bautizado y del Monasterio de San Juan, donde hay una cueva que dispone de celdas para siete muchachos vírgenes (monjes)... allí se conserva el sudario que estuvo sobre la cabeza del Señor”.
Ante la invasión de Palestina y la conquista de Jerusalén por los persas sasánidas, mandados por el emperador Cosroes II (550 - 628), en el 614, se hizo necesario ponerlas a salvo. El presbítero Filipo fue el encargado de llevar hasta Alejandría el arca con las reliquias.
El empuje de los persas en África dio lugar a nuevos traslados, y, a través de ellos, terminó llegando a España. El obispo de Ecija, San Fulgencio (540 - 630), acogió a los huidos, que llegaron a la península por Cartagena y puso en manos de San Leandro, obispo de Sevilla (534 - 596) - su superior y hermano - el “Arca Santa”. San Isidoro (560 - 636) sucedió en la sede hispalense a San Leandro y fue maestro de San Ildefonso (607 - 667). Cuando este fue nombrado obispo de Toledo llevó consigo a la capital del reino Hispano-Visigodo el Arca de las reliquias.
El Diccionario Eclesiástico de España señala la presencia del Arca en los primeros años del siglo VII. En la primera mitad del siglo VIII, una nueva arca (de roble) sale de Toledo en dirección al Norte (coincidiendo su traslado con la invasión musulmana) y llega a Asturias entre el 812 y el 842, y es guardada en el Monsacro.
Para albergar tal tesoro, Alfonso II el Casto mandó construir la llamada “Cámara Santa”, que inicialmente sería la capilla de su palacio, y que hoy se halla incorporada a la Catedral gótica que se edificó posteriormente. Una vez finalizada la construcción de la “Cámara Santa”, se procedió al traslado desde el Monsacro de todas las reliquias del “Arca Santa”.
El 14 de Marzo de 1.075, con ocasión de la visita del rey Alfonso VI, se procedió a la apertura del Arca y la realización de un inventario de los distintos objetos guardados en ella, entre ellos el Santo Sudario. El monarca ordenó que se la recubriera de planchas de plata como homenaje a su precioso contenido.
En el recubrimiento del Arca Santa podemos leer la fecha de su realización (el año 1.113) y la relación del contenido que atesoraba. Se menciona expresamente “el Santo Sudario de N. S. J. C.”. Desde ese momento son constantes las referencias documentales al Sudario, puesto que se hicieron diversos inventarios.
Su fama llegó a ser tal durante la Edad Media que, a pesar de la dificultad que suponía atravesar el macizo montañoso que separa Asturias de Castilla, muchos peregrinos se desviaban del Camino francés a Compostela para acercarse a San Salvador de Oviedo (la Catedral) y venerar el “Arca Santa” de las reliquias.
El grupo de investigación de la Universidad Católica de Murcia que ha estudiado muestras del Santo Sudario de Oviedo, ha descubierto un grano de polen de una planta que, según indica la palinóloga del EDICES, Marzia Boi, es compatible con la especie botánica Helicrysum Sp., también identificado en la Sábana Santa (Síndone de Turín).
El “helichrysum” es una planta localizada en los suelos de Jerusalén, en lugares donde el ambiente es húmedo y salino, provocado por los vientos del Noroeste. Su polinización es entomófila: sólo se desplaza con la ayuda de insectos o a través del contacto directo de sus flores. De esta planta se obtiene un aceite que mezclado con láudano, terebinto, gálbano acromático o lentisco, se consideraba en la antigüedad, uno de los ungüentos más valiosos. Esta sustancia aceitosa ha permitido que los pólenes hayan quedado impregnados en el tejido de lino. Además este aceite era utilizado en el siglo I, con el fin de proteger el cadáver en los enterramientos de personas importantes, por lo que no es de extrañar su presencia en restos hemáticos de un lienzo usado para amortajar un cadáver.
Los investigadores han descartado que se trate de una contaminación posterior, ya que se encuentra adherido a la sangre y, por tanto, implica que llegó a la reliquia a la misma vez que la sangre, no de forma aleatoria en algún momento a lo largo de su historia. Este dato "es muy importante, pues permite demostrar la autenticidad del Sudario de Oviedo, y desmentir que se trate de una falsificación".
Según señala el Jefe de Sección de Histopatología Forense del Instituto de Medicina Legal de Murcia y Director del equipo de investigación del Centro Español de Sindonología (EDICES) Alfonso Sánchez Hermosilla, se trata de una concordancia más, de primer orden, a unir junto con la creciente lista puesta de manifiesto por el estudio científico de estas reliquias de la Pasión atribuidas a Jesús de Nazaret.
El Santo Sudario de Oviedo tiene manchas de sangre humana del grupo AB (minoritario en Europa y mayoritario en la zona de Israel), el mismo que aparece en la Sábana Santa. Además, las manchas de sangre del Santo Sudario encajan matemáticamente con las manchas de sangre de la cara de la Sábana Santa, lo que sólo se explica si los dos lienzos cubrieron el mismo rostro.
Pese a todo, las pruebas del Carbono 14, sobre tres muestras extraídas del Santo Sudario en Abril de 1.988, lo fechan entre el año 1.260 y el 1.390 d. C. Pero en torno a estos datos existe una gran polémica, pues parece que el Santo Sudario podría haberse contaminado en el incendio del año 1.521 (que acabó con la vieja estructura urbana de Oviedo) y en la Revolución de Asturias (el 11 de octubre de 1.934, un grupo de revolucionarios marxistas explosionó en la cripta de la Cámara Santa una bomba que arruinó gran parte del monumento y causó serios daños a la estructura. También sus obras de arte sufrieron grandes desperfectos y desaparecieron importantes reliquias, aún así se pudieron rescatar tesoros de la cripta como el Santo Sudario de los escombros) lo que haría la prueba del Carbono, completamente inútil, porque la datación sería errónea.
Actualmente se bendice con el Sudario tres veces al año: el Viernes Santo, el 14 de septiembre (día de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz) y el 21 de septiembre (día de su Octava).
Tras ver la Cámara Santa y algunas salas de Museo, bajamos a “Presentar nuestros respetos al Señor”.
A la derecha del altar mayor, en el lado de la Epístola y adosada al pilar del arco sur del crucero (en la girola), está la imagen de El Salvador. Es una de las esculturas más antiguas que se conservan en la Catedral. Está fechada en el siglo XIV y se cree que fue donada por el obispo Gutierre Álvarez de Toledo (1.377 - 1.389). En el siglo XVII, fue trasladada a su emplazamiento actual, tras el derribo de la capilla funeraria de don Gutierre para construir la girola barroca (1.626 - 1.629).
Es una talla en piedra policromada, de tamaño superior al natural, en la que Cristo se presenta como Salvador: bendiciendo y sosteniendo el orbe en su mano izquierda. Viste una túnica roja, color que simbólicamente alude a la sangre derramada por los hombres, y se cubre con un manto azul, que alude a su majestad. El pedestal sobre el que descansan sus pies descalzos está decorado con conchas, símbolo del peregrino compostelano.
Ante ésta imagen, rezan los peregrinos que van camino a Santiago de Compostela pues, como decía la antigua canción medieval francesa: “…quien va a Santiago y no al Salvador visita al criado y olvida al Señor…”.
El 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor, se celebra la fiesta de El Salvador con una solemne eucaristía a las 12:00. Es tradición engalanar la imagen con laurel, que se bendice durante la celebración y que, posteriormente, los fieles pueden llevarse a casa.
La imagen del Salvador, representa el amor y la providencia de Cristo hacia el Mundo. Su tosco rostro, emana una gran paz, sosiego, tranquilidad.... transmite la Majestad Divina.
Será, posiblemente, sugestión emocional / espiritual… pero, ahora mismo… no me duele nada...
Han merecido la pena, todos los trabajos y esfuerzos (físicos y mentales) del Camino, y todos los pasos dados, para llegar a este santo lugar y contemplar la serena faz del Salvador.
Ahora sí podemos decir que hemos acabado, felizmente, Nuestro Camino de San Salvador.
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