Almuñécar (Granada), domingo, 15 de Mayo de 2.022.
Prólogo
Al final del Paseo y la Playa de San Cristóbal, junto al gran edificio de los Apartamentos “Chinasol” (1.974 - 3.105 m2), una rotonda - fuente (*) da inicio al Paseo de Cotobro (**).
Notas:
Caminando por el Paseo marítimo de Cotobro y tras dejar atrás la Playa canina de La Veintiuna y la Punta de San José, llegamos a un promontorio rocoso (que se adentra en el mar y arropa por Levante la playa de Cotobro), donde se encuentra un pequeño monumento, adornado con azulejos pintados.
Efeméride
Tal día como hoy, hace ya 35 años (1.987) es inaugurado éste sencillo monumento, erigido por la Sección de Juventud y Deporte de la Diputación Provincial de Granada y el Ayuntamiento de Almuñécar, tal y como dice su inscripción: “En Memoria al atleta RAFAÉL NÚÑEZ BLANCA - “Ganó su última carrera, dando su vida por los demás” el día 21 de Abril de 1.984 - Los que aman el Deporte no te olvidan”.
¿ Quién es Rafael Núñez Blanca ?
Rafael es natural de Granada capital, donde nace el miércoles, 29 de Mayo de 1.957. En Abril de 1.984, tiene, por lo tanto, 26 años y es uno de los atletas de fondo más prometedores de nuestro país.
Deportista con una capacidad extraordinaria, destaca mucho más en el campo a través, donde es especialista en pruebas de obstáculos, fondo, y medio fondo. Ha sido internacional juvenil y júnior, y forma parte de la Selección Española absoluta en los Campeonatos del Mundo de campo a través. En la pista, corre los 3.000 metros obstáculos. Rafael es gran amigo del atleta Paco Sánchez Vargas (natural de La Rinconada, Sevilla, 18 Mayo 1.958 y residente desde niño en La Zubia, Granada) con quien comparte muchas horas de entrenamientos: en las pistas de ceniza del Estadio de la Juventud y en el Llano de la Perdiz, en concentraciones con el equipo español, en varias competiciones nacionales e internacionales y hasta hicieron juntos el servicio militar: “Fueron unos años muy bonitos, en los que coincidimos muchas veces y pasamos largo tiempo juntos. Era un tipo pintoresco, risueño. Tenía don de gentes y nos reíamos con él, porque gastaba muchas bromas y era muy ameno, siempre estaba contando anécdotas y nos lo pasábamos muy bien. Era un atleta increíble, con una fuerza física extraordinaria. En categoría juvenil y júnior era muy bueno, mejor que yo. Pero tras los Mundiales de campo a través, por diversas circunstancias, le faltó constancia. Quizá un trabajo le hubiera ayudado a seguir al máximo nivel. También le perjudicaron las lesiones. Cuando entrenaba a tope se ponía a un gran nivel. Yo era más rápido, pero él tenía mucho más fondo. En los entrenamientos, cuando hacíamos recorridos largos, siempre me llevaba con la lengua fuera” (Paco Sánchez Vargas). "Conocí a Rafael Núñez Blanca, un joven rubiasco, con cara de travieso y el pelo muy corto, en la década de 1.970, practicando atletismo en el granadino Estadio de la Juventud. Yo era algo mayor que él. Rafa estudiaba en el muy cercano Instituto "Hermenegildo Lanz". Éramos un grupo de atletas que corríamos en la pista de ceniza del Estadio, y a veces, por el Llano de la Perdiz. Por allí andaban ya Paco Sánchez Vargas, Pepe Morillas, los hermanos Peso y con frecuencia, los buenos esquiadores de fondo, como Álvaro Gijón o los hermanos Sevilla, que empezaban su preparación para la nieve corriendo las pruebas de campo a través con nosotros. Rafa era un buen corredor, tenía una gran zancada y un estilo muy elegante. Recuerdo que nos entrenaba por entonces Jesús Samaniego que trabajaba en los Escolapios. Cuando empezaban las pruebas de campo a través, pronto aparecía un grupo de cabeza en el que siempre iba Rafa… era muy bueno en campo a través, ahí pocos le metían mano. Formó parte de la Selección Española y se mereció ser Olímpico. Rafa siempre alegraba al grupo que había cerca de él, era un chaval muy alegre y generoso, a la vez que travieso y bromista: en el vestuario del Estadio, en el momento en que te descuidabas, te había escondido la mochila, la ropa de entrenar o echado agua muy fría por encima" (Antonio Gámez, exatleta y montañero penibetista). Rafael desea participar en los Juegos Olímpicos de Verano y está muy cerca de clasificarse para la XXIII Olimpiada, “Los Ángeles 1.984”, pero una inoportuna lesión (rotura de ligamentos) se lo impide…, así que sigue entrenando, de cara a los siguientes Juegos que se celebrarán en Seúl (Corea del Sur) en 1.988.
El luctuoso suceso
Ya han pasado 38 años (1.984) de los hechos que quiero rememorar. Rafael está entrenando, junto a su novia, en los alrededores de la playa de Cotobro. Aquel 21 de Abril (Primavera y Sábado Santo), hace un día desapacible y, a ratos, lluvioso. Corre viento de Levante y el mar está muy alborotado… con olas como de 4 ó 5 metros… retumba el sordo sonido de las piedras arrastradas por la fuerte resaca…
¡¡Socorro!! ¡¡Auxilio!!... creen oír, entre el ensordecedor ruido del viento y del fuerte oleaje… ambos se detienen, para escuchar… ¡¡Socorro!! ¡¡Auxilio!!... son dos chavales, que arrastrados por la resaca de las olas, nadan desesperadamente, alejándose cada vez más de la orilla… están en muy grave peligro… Rafael no se lo piensa dos veces: corre hacia la arena de la playa, se zambulle de cabeza en el mar y nada hacia donde la marea arrastra a los dos niños… llega hasta el primero, que está casi agotado, lo sujeta con las dos manos y lo remolca de espaldas, sólo con el ímpetu de sus fuertes y bien entrenadas piernas, intentando evitar el fuerte reflujo de la resaca. Ambos llegan a la orilla y tras dejar a salvo al niño, Rafael se vuelve a zambullir y a nadar hacia el lugar donde la fuerte resaca sigue arrastrando al otro chavea… llega hasta él, después de un gran esfuerzo, lo coge con los dos brazos por las axilas y lo remolca de espaldas hacia la orilla… El chaval llega a la orilla, pero Rafael, no. El heróico acto de valentía de Rafael Núñez Blanca, acaba con un trágico desenlace. Puede que sufriera un desvanecimiento, un corte de digestión o que tras el enorme esfuerzo realizado quedara agotado y a merced del fuerte oleaje, que se lo tragó… cuando su cuerpo pudo ser encontrado y rescatado, todos los intentos de reanimación fueron inútiles y sólo los servicios médicos pudieron certificar su muerte por ahogamiento. “Cuando aquel 21 de Abril me enteré de lo que pasó, no me sorprendió lo que hizo. Rafa era un tipo valiente, echado ‘pa’lante’ y con arrojo. Siempre que había cualquier problema era el primero en salir. Muy buena gente, cariñoso y con buenos sentimientos. Era una gran persona y por eso hizo lo que hizo, salvar dos vidas” (Paco Sánchez Vargas). "Lo recordaré siempre por su bondad, su generosidad y grandeza. A mí no me extrañó lo que le pasó, porque encerraba un corazón que no sé cómo le cabía en el pecho… y claro que no dudaría en cambiar su vida por la de unos niños…" Colofón
Un mes después del fallecimiento de Rafael (el 22 de Mayo), Santiago Pecete Villalba (su entrenador) Joaquín Gutiérrez y Paco Sánchez Vargas organizan un Mitin de Atletismo en su Memoria, en el Estadio de la Juventud, con el apoyo de la Diputación Provincial de Granada y al que acuden los mejores atletas españoles. El momento más emotivo del mitin, se produce cuando todos los participantes, pasan por la fosa o ría de los 3.000 metros obstáculos, arrojando en ella flores....
Nota: En años posteriores, el mitin se convierte en internacional, con presencia de varios Campeones del Mundo y Olímpicos. Muchos de ellos, participan sin recibir emolumento alguno, como muestra de agradecimiento por la gesta heróica de Rafael Núñez Blanca. En la actualidad, el mitin se celebra solo para categorías inferiores. El mismo año de su fallecimiento, Rafael Núñez Blanca, recibe, a título póstumo, el “Premio Infantas de España SS.AA.RR. Doña Elena y Doña Cristina 1.984”: Premio Nacional del Deporte que se concede a la persona o entidad que más se haya destacado durante el año por un gesto especialmente relevante de nobleza o juego limpio en la práctica deportiva o que haya prestado una contribución especial a la erradicación de la violencia en el deporte. En Granada, el Complejo Deportivo construido con motivo de los Mundiales de Esquí Alpino (1.995 - 1.996) en la zona Sur (Zaidín - C/ Torre Pedro de Morales s/n - Esquina Carretera de La Zubia) lleva su nombre, al igual que una calle junto al Estadio de la Juventud. También tienen calles con su nombre: Armilla (junto a la Ciudad Deportiva Diputación de Granada), Dúrcal (lindante con las calles Las Fuentes y Campohermoso) y Maracena (lindante con las calles Zarra y Joaquín Blume).
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Hoy se cumplen 120 años (jueves, 1.902) de una de las erupciones volcánicas más violentas de todo el siglo XX: la del Monte Pelado (“Mont-Pelée”, en francés), el volcán más alto (1.397 msnm) de la caribeña isla francesa de Martinica, situado a 24 km al Noroeste de la capital, Fort-de-France y que destruyó la ciudad de San Pedro, "El pequeño París del hemisferio occidental”, situada a sólo 7 kilómetros del volcán. El Monte Pelado es el punto más alto de una isla - volcán, que se hunde en el mar Caribe, justo en el punto en el que se encuentran la placa tectónica del Caribe y la del Atlántico (que pertenece a su vez a la de América del Sur) y forma parte de una cadena de volcanes, que a lo largo de unos 850 kilómetros, une Puerto Rico y Venezuela. Ese rozamiento de placas (se estima que entre 1 y 2 centímetros al año) produce los terremotos y la actividad volcánica. El luctuoso suceso Una ardiente nube piroclástica de más de 10 kilómetros de altura y temperaturas de hasta 1.000 grados centígrados, descendió por las laderas del Monte Pelado (se estima que a una velocidad de 670 km por hora) asolando completamente la ciudad. El flujo piroclástico avanzó por la superficie del mar alcanzando a varios buques anclados en el puerto, entre ellos al SS “Roraima”, cuya carga de nitrato de potasio explotó matando a casi todos sus tripulantes. Alrededor de 30.000 personas murieron ese día (asfixiadas unas, incineradas otras). Louis-Auguste Cyparis, de 25 años, preso entre los gruesos muros de la cárcel (donde estaba condenado a muerte), fue uno de los pocos supervivientes: rescatado entre los escombros cuatro días más tarde, hizo carrera en el circo teatralizando su experiencia como "El hombre que sobrevivió al Juicio Final". Muchas de las víctimas del volcán podrían haberse salvado, de haber hecho caso a los signos que, 4 días antes de la erupción, anunciaron la catástrofe: el domingo 4 de Mayo, miles de serpientes venenosas y ciempiés gigantes huyeron de los bosques en la falda del volcán hacia la capital de la isla, mordiendo y picando a todo aquel que se cruzaba en su camino. Murieron cincuenta personas y un número indeterminado de caballos. El SS “Roraima”, barco de vapor de la “Línea Quebec”, ancló sobre las 6 de la mañana a 900 metros de la costa de San Pedro; sus 47 tripulantes y sus 21 pasajeros (entre los que se encuentran la señora Stokes y sus 3 hijos: Marguerite, 8, Eric, 4 y Olga, 3; y la señora HJ Ince) fueron testigos del flujo piroclástico que descendió lentamente por la ladera del monte Pelado. Colofón (Relato de un superviviente) “Salimos de Nueva York el sábado 16 de Abril, a bordo del vapor de la línea de Quebec “Roraima”, su capitán George T. Muggah, en dirección a Demerara (Guyana), vía islas Windward (Islas de Barlovento del Mar Caribe). Nuestra tripulación constaba de 47 personas, y llevábamos a bordo 21 pasajeros entre hombres, mujeres y niños. El jueves 8 de Mayo, día en que ocurrió la catástrofe, notamos que empezó el día algo cubierto por nubes parciales y nos hallábamos anclados a la altura de la isla Dominica. A la 1 de la madrugada levamos anclas y nos dirigimos al Sudeste hacia la Martinica. Todo iba bien hasta las 4 y 45 minutos de la mañana, hora en que yo me encontraba en el puente haciendo la guardia. La noche había sido hermosa y el mar estaba tranquilo. De repente, nos vimos envueltos en un humo espeso y en una lluvia de cenizas; nos hallábamos entonces a la altura de la extremidad Noreste de la Martinica (...) El viento era del Sur y el humo de la montaña venía directamente hacia nosotros (...) El polvo que caía era fino, penetrante, era una ceniza gris. A las 6 y 15 minutos de la mañana echábamos el ancla en San Pedro. El capitán del puerto y el médico vinieron al barco y pocos momentos después subían a bordo los agentes de nuestra compañías, los señores Plessoneau y Testarte (...) el cielo estaba perfectamente despejado sobre el puerto, pues nos encontrábamos a 5 millas al Sur de la montaña (...) En la Catedral se decía misa solemne y toda la gente rica había acudido a San Pedro para asistir a ella. Trabajadores y todo el mundo celebraban la fiesta (...) Entretanto, nuestros marineros, de contramaestre para abajo, limpiaban la arena y el polvo, que ya cubrían la cubierta con una capa que parecía arena blanca, de más de dos centímetros de espesor. De uno a otro extremo estaba el buque lleno de tal arena que se introducía por todas partes. Cuando el capitán y yo subimos al puente llevábamos los uniformes cubiertos de este polvo. Los pasajeros y la tripulación hacían acopio de arena y cenizas para conservarlas como recuerdo (...) Los oficiales se agrupaban sobre cubierta para disfrutar de la hermosa vista que el Pelado ofrecía lanzando inmensas columnas de humo que parecían elevarse hasta los cielos, y una vez allí, los vientos del Sur y el Este las arrojaban hacia el mar, así es que, donde nosotros nos hallábamos, la atmósfera estaba relativamente clara. El sol lucía hermoso y brillante; todo nos sonreía, agradable y favorablemente, excepto por aquella columna de negro humo. Serían las 8 y algunos segundos de la mañana. Estando de tertulia sobre cubierta, el tercer contramaestre me dijo: “voy a por mi maquinilla fotográfica, pues aunque sólo me queda una placa no es cosa de perder tan magnífica vista”. Precisamente entonces, hubo una explosión en la montaña, sublime por lo grandiosa y terrible por lo mortífera. Es difícil decir si se abrió más de un cráter pero la conflagración no es posible compararla con nada; fue tan terrible el ruido que un trueno de los más estrepitosos resultaría como el disparo de una pistola comparado con el de un cañón de a treinta centímetros. Después vino rodando montaña abajo por las distintas ondulaciones del terreno la ardiente lava envuelta en llamas y humo, formando una inmensa nube luminosa terrorífica. Según descendía, arrastraba tras sí materia inagotable de lava como un tornado sin fin de vapores, cenizas y gas abrasador. En el instante que vimos esta gran erupción que hacia nosotros se dirigía, el capitán corrió al puente gritándome que levara el ancla. Yo salté hacia el molinete cuando nos sorprendió la destrucción. No es posible describir lo ocurrido. La tierra y el mar parecían confundirse en infernal torbellino, como si se tratara de esos ciclones occidentales que barren los árboles y cuanto a su paso encuentran; con el agravante de que este torbellino de explosiones incendiaba todo lo que alcanzaba. Sólo duró unos cuantos segundos, pero desde el momento en que empezó a recorrer la distancia que lo separaba de la ciudad, ésta estaba sentenciada. Lava, fuego, cenizas, humo, todo combinado cayó sobre nosotros en un instante. Entretanto, fue rodeándonos la oscuridad más espantosa y al mismo tiempo la avalancha se apoderaba también de las aguas del mar incendiando a su paso cuanto había no solo en la playa sino los buques anclados en el puerto. Quisimos levar anclas, pero era imposible arrancarlas del barro, encontrándonos amarrados a aquél infierno. La oscuridad aterradora lo envolvía todo, sin más alteración que la claridad intermitente producida por las abrasadoras nubes de gas destructor. Nuestro buque se incendió por varias partes a la vez y muchos hombres, mujeres y niños murieron en pocos segundos. Ocurría esto pocos minutos después de las ocho”. (Ellery S. Scott, primer oficial del vapor “Roraima”).
Hoy se cumplen 149 años (jueves, 1.873) del fallecimiento del “buen brujo blanco”, el misionero, explorador y médico escocés, David Livingstone (1.813 - 1.873), en Chitambo (Rodesia del Norte - Zambia), a la edad de 60 años.
David, por cuyas venas corre sangre de indomable "highlander", se convierte en uno de los exploradores de África más famosos de la Edad Moderna. Descubre el río Zambeze y las cataratas Victoria y está considerado uno de los impulsores de la lucha contra el comercio de esclavos. Abre el África Central a los misioneros que inician la educación y la atención sanitaria de los africanos, y el comercio de la Compañía de los Lagos Africanos. Muchos caciques africanos y población local le tienen cierta estima y su nombre facilita las relaciones entre ellos y los británicos. Prosigue sus exploraciones hasta su muerte en Chitambo, un pequeño poblado del lago Bangweulu (actual Zambia), a causa de la malaria y de una hemorragia interna producida por disentería. Su cadáver, conservado en sal, tarda varios meses en ser trasladado, a hombros de sus ayudantes, Chuma y Susi, hasta llegar a Bagamoyo, en la costa del Índico. Luego es transportado a Inglaterra y enterrado en la abadía de Westminster (sábado, 18 de Abril de 1.874), en el centro de la nave, cerca de la tumba del mayor James Rennell (1.742 - 1.830), fundador de la Sociedad para la Exploración Africana y el “Padre de la Oceanografía”. Nota: Los africanos enterraron su corazón bajo un árbol “mopane”, porque decían que su corazón estaba en África. Notas biográficas
Hijo de una familia de trabajadores, David crece en la localidad escocesa de Blantyre.
Durante su época de estudiante de Medicina en Glasgow, trabaja para la Sociedad Misionera de Londres. En Diciembre de 1.840, a los 27 años de edad, piensa viajar a China, pero al estallar las Guerras del Opio (1.839 - 1.842), cambia su decisión y zarpa hacia África del Sur, donde pasa varios años en las bases de la sociedad misionera en Kuruman, Mabotsa y Koloben: una decisión tomada de forma casual, pero que va a acabar siendo de incalculable valor para la ciencia. Logra hacerse querer por los indígenas - los cuales temen a los hombres blancos, pues hasta entonces todos los que habían conocido eran traficantes de esclavos - y aprende su lengua, para que le comprendan… y, en 1.848 se adentra en África, en compañía del cazador y explorador William Cotton Oswell (1.818 - 1.893), un británico acaudalado… Fueron los primeros europeos en atravesar el desierto del Kalahari. Parten en busca del lago Ngami, en compañía de algunos miembros de la tribu de los Makolo y lo descubren en 1.849. Después deciden seguir el curso del río Zambeze, misión en la que emplean 4 años y descubre un salto de agua gigante, que bautiza en honor de su reina: las cataratas Victoria. Los africanos, que han comprendido que Livingstone va en son de paz, comunican su presencia a las tribus cercanas, con lo que la reputación del “buen brujo blanco” le precede y, literalmente, le abre el camino. Combate la trata de negros y quiere llevar la cultura a esos pueblos. En 1.860 se funda, a petición suya, la Misión Universitaria al África Central, que va a tener un impacto importante y positivo en la población de África. Muchos misioneros importantes, como Leader Stirling (1.906 - 2.003) y Annie Allen Cunard (1.863 - 1.944), trabajarán más tarde para este grupo. En 1.862, Livingstone se pone de nuevo en marcha, con la intención de descubrir las fuentes del Nilo. Muy de cuando en cuando, comunica a Londres el resultado de sus descubrimientos, entre ellos el del lago Banguelo. Sus “hazañas” le conceden una reputación internacional. En Marzo de 1.866, inicia una nueva expedición en la isla de Zanzíbar para adentrarse a continuación en el continente africano, donde descubre los lagos de Bangweulu y Moero y el río Lualaba (que es erróneamente identificado por Livingstone como el Nilo, cuando realmente es la cabecera del río Congo). Posteriormente se encamina hacia las riberas del lago Tanganica. A partir de entonces y durante varios años no se sabe nada acerca de él. Livingstone pierde completamente el contacto con el mundo exterior durante 6 años y está enfermo durante la mayor parte de los últimos 4 años de su vida. Reina la inquietud internacional, cuando pasan los años, sin que se tengan noticias de su paradero. El periódico “New York Herald”, dirigido por James Gordon Bennett, Jr. (1.841 - 1.918) organiza una expedición de socorro, confiada a Henry Morton Stanley (1.841 - 1.904), quien el 10 de Noviembre de 1.871 consigue encontrar a Livingstone en las orillas del citado lago, en la ciudad de Ujiji. En ese encuentro Stanley supuestamente pronuncia su famosa frase: “Doctor Livingstone, supongo”. Livingstone respondió: “Sí”, y luego… “Me siento agradecido de estar aquí para darle la bienvenida (...) Stanley, yo he leído la Biblia cuatro veces mientras estaba esperando en Manyuena. Todo lo que soy, lo debo a Jesucristo, revelado para mí en su Libro divino. ¡Oh, Stanley, Stanley, aquí está el manantial de la fuerza y del poder que transforman!”. Su enfermedad le produce confusión y tiene dificultades de juicio, hacia el final de su vida. A pesar de las exhortaciones de Stanley, Livingstone está decidido a no abandonar África hasta completar su misión. Ambos deciden explorar conjuntamente el Norte del lago Tanganica, pero Livingstone no quiere regresar a Inglaterra con Stanley, y en Marzo de 1.872 se separan en Tabora y toman caminos diferentes. En Homenaje
"En la memoria de David Livingstone, en el primer centenario de su muerte. La ciudad de Barcelona, España. 1.973". Este es el texto de la placa que, en 1.974, colocaron en el “Memorial David Livingstone” de Chitambo (monolito de piedra que sustituyó al árbol “mopane”, donde enterraron el corazón y las vísceras de Livingstone), José Antonio Rodríguez Moreno (Burgos, 1.937) y Rosa María Calaf Solé (Barcelona, 1.945).
Ambos, en una furgoneta “Pegaso” iniciaron en 1.973 la expedición “Livingstone II” y un viaje que iba a ser de unos 3 o 4 meses, acabó durando un año y medio (en algunas etapas llegaron a hacer medias de 25 kilómetros ¡al día!): comenzó en Marruecos, cruzaron el desierto del Sáhara por Argelia y siguieron por Níger, Burkina Faso, Mali, el golfo de Guinea, Nigeria, Chad, República Centroafricana y Congo. Tras atravesar Uganda y Ruanda llegaron al Índico y recorrieron Kenia hasta el Norte. Después enfilaron rumbo Sur y pasando por Zambia, alcanzaron Sudáfrica. Desde Namibia regresaron en un barco pesquero gallego cargado de langostinos. "No nos olviden, por favor. Haga saber al mundo que aquí está la tumba de Livingstone. Todo el mundo va a Cataratas Victoria, el Gobierno les da todo a ellos, allí han puesto su museo. Tendría que haber sido aquí. Mándenos libros, usted que es periodista cuente esta historia. Nadie se acuerda de nosotros" (Bárbara, guía local del “Memorial David Livingstone”, de Chitambo). Colofón
La fe cristiana de David Livingstone queda patente en su Diario, en el que se lee en una sección: "No doy ningún valor a nada de lo que tengo o pueda poseer, excepto en relación con el reino de Cristo. Si algo puede promover los intereses del reino, será regalado o guardado, solo en la medida en que al darlo o guardarlo promueva la gloria de Aquel a quien debo todas mis esperanzas en el tiempo y la eternidad".
En 2.002, David Livingstone fue nombrado uno de los 100 grandes británicos (“100 Greatest Britons”) tras una votación realizada en todo el Reino Unido. Su lápida, en la abadía de Westminster, en letras de bronce, dice: “TRAÍDO POR FIELES MANOS SOBRE TIERRA Y MAR, AQUÍ DESCANSA DAVID LIVINGSTONE, MISIONERO, VIAJERO, FILÁNTROPO, NACIDO EL 19 DE MARZO DE 1.813 EN BLANTYRE, LANARKSHIRE, FALLECIDO EL 1 DE MAYO DE 1.873 EN LA VILLA DE CHITAMBO, ULALA. DURANTE 30 AÑOS DEDICÓ SU VIDA EN UN ESFUERZO INCANSABLE POR EVANGELIZAR A LAS RAZAS NATIVAS, POR EXPLORAR LOS SECRETOS NO DESCUBIERTOS, POR ABOLIR LA DESOLADORA TRATA DE ESCLAVOS DE ÁFRICA CENTRAL, DONDE CON SUS ÚLTIMAS PALABRAS ESCRIBIÓ: "TODO LO QUE PUEDO AÑADIR EN MI SOLEDAD, ES, QUE LA RICA BENDICIÓN DEL CIELO DESCIENDA SOBRE CADA UNO, AMERICANO, INGLÉS O TURCO, QUE AYUDE A SANAR ESTA LLAGA ABIERTA DEL MUNDO". |
AutorAntonio Gómez Romera, ése soy yo. Entradas
Mayo 2024
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