En una Era crucial, Francisco Jiménez de Cisneros, fue un hombre fuerte, “quizás el más perspicaz y progresista” de la Europa de su tiempo.(Pierre Vilar, historiador e hispanista francés, 1906 - 2003).
Nació en la localidad madrileña de Torrelaguna el año 1436. Hijo de hidalgos pobres (Alonso Jiménez y Marina de la Torre) procedentes de la villa de Cisneros (Palencia). Tuvo dos hermanos, Juan y Bernardino. Inició su carrera eclesiástica cursando estudios en Roa (Burgos), para después trasladarse a Alcalá de Henares. Posteriormente marchó a Salamanca para estudiar Teología y Derecho, finalizando su carrera estudiantil en Roma, para perfeccionar en administración eclesiástica. Tras el fallecimiento de su padre (1466) regresa a España y consigue el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el arzobispo de Toledo, lo que determinó su encarcelamiento durante siete años (en Uceda y en Santorcaz, donde se dedicó a la oración y al estudio). A pesar de su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, consiguiendo el apoyo del cardenal González de Mendoza.
Movido por la piedad, cuatro años más tarde decide ingresar en la Orden Franciscana, cambiando el nombre de Gonzalo por el de Francisco. En el convento de Castañar realizó el noviciado para pasar más tarde al de La Salceda, donde fue elegido Superior. Su escalada no finaliza ahí ya que, en 1492, la reina Isabel le elige como confesor siguiendo los consejos del arzobispo de Toledo, el cardenal González de Mendoza, primer protector de Cisneros. Él aceptó, poniendo dos condiciones: no vivir en la Corte y poder seguir llevando vida religiosa en comunidad.
Dos años más tarde es elegido provincial de la Orden Franciscana para Castilla, convirtiéndose en el principal consejero de la reina católica. El fallecimiento del cardenal Mendoza le permitirá acceder al arzobispado de Toledo, uno de los puestos más importantes en la política española. Desde este cargo dirigió la reforma de las comunidades religiosas españolas, tratando de restablecer la observancia estricta (sobre todo) de la regla franciscana.
Cisneros contaba con el total apoyo de los reyes, por lo que le fue encomendada una importante misión. Y en 1499 partió al reino de Granada, con el encargo de asumir su evangelización, en colaboración del arzobispo fray Hernando de Talavera.
Durante su estancia en el reino de Granada, se enfrentó con inusitada intolerancia al problema de los elches (cristianos convertidos al islam), forzó con violencia el bautismo de los musulmanes y se entregó con pasión a la quema pública de libros del Corán en la plaza de Bibarrambla, hasta el punto de incurrir en la desaprobación explícita de los Reyes Católicos, por una actuación “brutal” frente a los métodos más contemporizadores de Hernando de Talavera.
Cisneros ordenó la requisa, casa por casa, en el barrio de El Albayzín de cualquier texto escrito en árabe. Tras un exhaustivo examen, donde fueron separados los libros de Botánica y Medicina, el resto de los ejemplares, mayoritariamente ejemplares del Corán, fueron llevados a la plaza de Bib-Rambla, donde se quemaron en pública hoguera, en una fecha indeterminada, entre el 1 de diciembre de 1499 y febrero de 1500.
Juan de Vallejo, notario y amigo personal de Cisneros, dejó escrito en su “Memorial de la vida de Fray Francisco Jiménez de Cisneros”: “Para desarraigarles del todo de la sobredicha su perversa y mala secta, les mandó a los dichos alfaquís tomar todos sus alcoranes y todos los otros libros particulares, cuantos se pudieron haber, los cuales fueron más de 4 ó 5 mil volúmenes, entre grandes y pequeños, y hacer muy grandes fuegos y quemarlos todos; en que había entre ellos infinitos que las encuadernaciones que tenían de plata y otras cosas moriscas, puestas en ellos, valían 8 y 10 ducados, y otros de allí abajo. Y aunque algunos hacían mancilla para los tomar y aprovecharse de los pergaminos y papel y encuadernaciones, su señoría reverendísima mandó expresamente que no se tomase ni ninguno lo hiciese. Y así se quemaron todos, sin quedar memoria, como dicho es, excepto los libros de medicina, que había muchos y se hallaron, que éstos mandó que se quedasen; de los cuales su señoría mandó traer bien 30 ó 40 volúmenes de libros, y están hoy en día puestos en la librería de su insigne colegio y universidad de Alcalá, y otros muchos añafiles y trompeticas que están en la su iglesia de San Ildefonso, puestos, en memoria, donde su señoría reverendísima está sepultado”.
Alvar Gómez de Castro (1515 - 1580), biógrafo del cardenal Cisneros, nos dice: “Alegre por el éxito Jiménez y estimando que debía aprovecharse una ocasión tan favorable, y extirpar radicalmente de sus almas todo el error mahometano, no se detenía ante el parecer de quienes juzgaban más prudente ir quitando poco a poco una costumbre inveterada; pues pensaba que este método era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas. Así que, con facilidad, sin dar un decreto y sin coacción, logró que los Alfaquíes, dispuestos en aquella época a hacer todo tipo de favores, sacasen a la calle los ejemplares del Corán, es decir, el libro más importante de su superstición, y todos los libros de la impiedad mahometana, de cualquier autor y calidad que fuesen. Se reunieron cerca de cinco mil volúmenes, adornados con los palos de enrollar; los cuales eran también de plata y oro, sin contar su admirable labor artística. Estos volúmenes cautivaban ojos y ánimos de los espectadores. Pidieron a Jiménez que les regalase muchos de ellos; pero a nadie se le concedió nada. En una hoguera pública fueron quemados todos los volúmenes juntos, a excepción de algunos libros de Medicina, a la que aquella raza fue siempre y con gran provecho muy aficionada. Tales libros, librados de la quema por el mérito de arte tan saludable, se conservan actualmente en la Biblioteca de Alcalá”.
Ya en el siglo XVIII, Juan de Echevarría, en sus "Paseos por Granada y sus contornos" dice que el número de libros quemados fue de “un millón veinticinco mil”… (qué barbaridad… cómo se desvirtúa con el paso del tiempo, por distintos intereses, la Historia…).
Los métodos represivos empleados por el cardenal cumplieron su objetivo ya que fueron varios miles los musulmanes que recibieron el agua del bautismo, convirtiéndose al cristianismo.
En 1501 instituyó la obligatoriedad de la identificación de las personas con un apellido fijo. Hasta entonces las personas se identificaban con su nombre y un apellido o mote que reflejaba el lugar de procedencia, el oficio o alguna característica de la persona, por lo que miembros de una misma familia, incluso hermanos, podían tener diferente apellido. A partir de la ordenanza de Cisneros, el apellido del padre quedaba fijado y pasaría a ser el de todos sus descendientes.
Cisneros asumió un importante papel en la primera hora de la evangelización de América. Envió misioneros franciscanos, entre ellos su propio secretario y amigo, Fray Francisco Ruiz, y después a tres frailes jerónimos, Fray Luis de Figueroa, Fray Bernardino Manzanedo y Fray Alonso de Santo Domingo, con amplios poderes para gobernar las Indias evitando abusos y buscando el bien y la salvación de los indios.
El año 1504, fué relevante y decisivo en la vida de Cisneros, fundamentalmente por dos motivos: por un lado, la realización del magno proyecto editorial que no terminaría hasta 1517. Me refiero a la realización e impresión de la Biblia Políglota Complutense, en latín, griego, hebreo y arameo.
Por otro lado, se produce el fallecimiento de la reina Isabel, que va a provocar una profunda crisis sucesoria en Castilla. En estos momentos, Cisneros va desempeñar un papel fundamental en la vida política del reino. Esta situación provocó una gran tensión en el país y como consecuencia de ello una división en dos bandos: los partidarios de Fernando, y los de Felipe, esposo de Juana. La solución vendría a través de la concordia de Salamanca (24 de septiembre de 1505), donde se reconocía a Felipe como rey consorte. Sin embargo, la muerte repentina de éste, en 1506, traerá consigo una regencia encabezada por Cisneros, el cual tendrá que dirigir la vida política del país hasta que el rey Fernando regrese desde Nápoles. Como premio a su fidelidad, Fernando consigue para él la dignidad cardenalicia en 1507 y le encomienda la dirección de la Inquisición. A raíz de este nombramiento, y dado el cariz del mismo, comienza la participación activa de Cisneros en diversas campañas como la conquista de Orán (1509).
El espíritu de cruzada impulsó toda su política norteafricana, con los resultados efectivos de la toma de Mazalquivir, Orán, Bugía y Trípoli. Su objetivo final era la reconquista del África que había sido cristiana bajo san Agustín y la ocupación de Tierra Santa.
En 1516 fallece el rey Fernando y Cisneros volvió a ser nombrado regente de Castilla mientras el hijo natural de Fernando, Alonso, fue nombrado regente de Aragón. Sin embargo, la muerte le sorprenderá en plena acción y lucidez en Roa (Burgos) el 8 de noviembre de 1517, cuando iba al encuentro del nuevo monarca, Carlos I.
En el invierno de su vida, Cisneros, con 81 años, había partido con entusiasmo al encuentro del hijo de Juana, por el que se había "partido la cara" frente a la nobleza castellana; pero el joven monarca, retrasó la reunión y dejó que el cardenal se muriera sin concederle su último deseo.
En palabras del cronista, Juan Ginés de Sepúlveda: “La muerte de un varón así resultó más penosa y preocupante a los castellanos, porque se le consideraba la única persona que con su autoridad y discreción podría guiar las acciones y decisiones de un rey muy joven aún, nacido y criado fuera de España y no educado en las costumbres de los españoles”.
Cisneros dejó tras de sí una imperecedera fama de asceta, reformador y político. De hecho, fue un destacado mecenas no sólo de instituciones sino también de obras culturales y científicas, cumpliendo el ideal de hombre renacentista. La Universidad de Alcalá será una de sus más importantes creaciones dentro del Renacimiento español, concebida como una gran empresa cultural.
Dentro de la misma institución fundó el Colegio Mayor de San Ildefonso con las facultades de Teología, Artes y Derecho Canónigo. El Cardenal empezó la edificación de la Universidad y del Colegio el 14 de marzo de 1499.
Las primeras “Constituciones” por las que se rigió este Colegio aparecieron en 1510. En ellas se establecen, además de las prerrogativas y obligaciones de rectores, colegiales y capellanes, normas sobre biblioteca y archivo, reglamentaciones sobre la vida en común de los colegiales, planes sobre los estudios de Artes, Teología, Medicina y Derecho Canónico, fijando los grados que se otorgan, directrices sobre visitas, ceremonial, etc.
El gran proyecto de Cisneros se fue ampliando con la creación de un gran número de colegios mayores y menores, dieciocho en total, doce iglesias, ocho monasterios, cuatro hospitales y un elevado número de obras de caridad y beneficencia.
Hasta tal punto fue importante la figura de Cisneros que incluso su apellido sirvió para dar nombre a un estilo arquitectónico, “estilo Cisneros”, llevado a cabo en Toledo y Alcalá de Henares durante su regencia. Las obras más significativas de este estilo fueron la antesala capitular de la catedral de Toledo, y la capilla y el paraninfo de la Universidad Complutense de Alcalá.
En el plano de la reforma de la Iglesia, Cisneros trabajó a favor de la promoción moral e intelectual del clero, especialmente en su diócesis toledana, donde trató de imponer una conducta ejemplar tanto a los canónigos de la catedral como a los sacerdotes dedicados a la cura de almas (atacando la relajación de las costumbres, la práctica del concubinato, el absentismo generalizado, el abandono de la catequesis y demás deberes de su ministerio), así como de procurar la elevación del nivel cultural de los pastores que debía repercutir en el progreso de la formación religiosa de sus feligreses. Sin embargo, los resultados obtenidos fueron bien parcos, si estudiamos la situación del clero del Siglo de Oro, aquejado en gran manera de los mismos vicios que el cardenal trató de combatir con un denodado esfuerzo.
Cisneros fue un verdadero hombre de Estado. No puede exagerarse el significado de su actuación en el ojo del huracán de una época especialmente agitada, jalonada por la muerte de la reina Isabel, el ascenso al trono de su hija Juana casada con Felipe el Hermoso, la muerte de este último, la incapacidad de su viuda, la injerencia del rey Fernando de Aragón en los asuntos castellanos, la muerte de Fernando, la proclamación de Carlos de Gante como rey, la infructuosa cabalgata del cardenal para salir al encuentro del nuevo monarca. Joseph Pérez (historiador e hispanista francés, 1931) en su libro “Cisneros, el Cardenal de España” (2014), destaca su sentido, más que de servicio al rey, de servicio al reino, más que de lealtad dinástica, de lealtad a los súbditos. La política estaba“destinada principalmente a la defensa del bien común, de la justicia y del orden público, situándose siempre por encima de las facciones y de los partidos”. Y los políticos debían huir ante todo del monstruo de la corrupción, pues, como decía el cardenal, “él sabía que muchos habían venido a la casa real con muy poca hacienda y que, puestos en oficios, desde cuatro o cinco años, labraban grandes casas, compraban haciendas y hacían mayorazgos (…) de manera que (…) o lo robaban al rey o al reino, y que era gran cargo de conciencia del príncipe consentirlo”. Una advertencia que, cinco siglos después, podría serle de aplicación al actual Gobierno de España.
En Noviembre del año pasado (2017) se conmemoró el Quinto Centenario de la muerte del Cardenal Cisneros. El texto del dossier divulgativo de ésta efemérides indicaba: “Cisneros deslumbra. Alumbra. Incluso abruma. Por la Biblia Políglota. Por la universidad de Alcalá. Por el rito mozárabe. Por lanzarse al Nuevo Mundo. Por su espíritu reformador. En algunos casos, por delante de Trento. Con sus sombras, las de la Inquisición. Aplaudido y reconocido por su gestión política. Más que merecido. Hombre de Estado, esos que escasean en cualquier bancada de cualquier parlamento. El bien común y la justicia como máximas para la estabilidad y la convivencia social. Que llevó hasta el extremo en su idea de España y en su vida cotidiana. En plena epidemia de corrupción, Cisneros cumple 500 años de integridad, de honestidad. Siervo de Dios y de su pueblo”.
Para información sobre la Ruta del V Centerario del fallecimiento del Cardenal Cisneros, ver el siguiente video: