Nunca había visitado Los Cahorros de Monachil, y tenía interés en "patear" y conocer esa zona de Sierra Nevada. Me picó la curiosidad... al leer un antiguo texto que, entre la Historia y la Leyenda, me hablaba sobre un tesoro escondido en sus entrañas más recónditas…
El antiguo texto hablaba de hechos que ocurrieron, hace mucho... mucho tiempo... entre el siglo XV y el XVI:
"Granada Venegas fue apellido que tomaron los descendientes de la familia real nazarí al ser bautizados en el cristianismo, tras la Guerra y entrega de Granada. Los Granada Venegas pasaron a ser nobles del Reino de Granada incorporado a la Corona de Castilla junto a un pequeño grupo de la aristocracia nazarí.
Entre los primeros pobladores de Monachil, aparece la familia Venegas (Venegas Pintor y Pérez Valiente) descendientes de don Alonso Venegas y su esposa doña Brianda.
El patrimonio familiar de los Granada Venegas de Monachil, era bien considerable, compuesto por diferentes posesiones en el municipio, entre las que estaba la casa del Molino, conocida hoy popularmente como "la casa de las señoricas" ó de los Aragones.
Un noble caballero, hijo del matrimonio formado por una Venegas y un Pérez-Valiente, acompañó a Hernán Cortés, en la conquista de México y, a su regreso, vino acompañado de una Princesa, una hija del Emperador Azteca, Moctezuma, con la que contrajo matrimonio.
El apellido Moctezuma se incorporaría más tarde al escudo familiar en el retablo mayor de la iglesia, en cuya construcción contribuyó principalmente la familia Venegas.
La princesa azteca lo tenía todo... vivían en la casa del Molino... pero, aún así estaba triste, echaba de menos a su familia, y encontraba difícil adaptarse a un lugar y una cultura tan diferente.
Poco a poco, la tristeza se fue adueñando de la princesa... hasta que se vio sumida en una profunda depresión...
Su marido estaba desesperado... con la tristeza de la princesa, hasta el punto de mandar llamar a una curandera que vivía en El Purche, muy conocida y respetada en el pueblo, por su arte para tratar las enfermedades, de cuerpo y alma.
La curandera pidió a la princesa que le mostrara los objetos que se trajo de su tierra. Entre ellos, descubrió dos que le llamaron especialmente la atención. El primero, un cuadro con la imagen del niño Jesús, ataviado con ricas ropas con incrustaciones de piedras preciosas, portando una cruz fabricada con huesos de mártires. El segundo, una pequeña figura de la diosa Azteca Coatlicue, hecha de oro macizo.
La buena mujer, inmediatamente notó la mala influencia que el pequeño ídolo Azteca ejercía sobre ella. Por eso preguntó a la princesa sobre él, y la princesa le explicó que era una terrible Diosa, que exigía sacrificios humanos cada año, para prevenir mayores desgracias.
La curandera advirtió a la princesa sobre la imagen de la diosa Azteca, le dijo que debía deshacerse de ella, cuanto antes, pues era la responsable de su tristeza…
Pero la princesa tenía muchísimo miedo a la venganza del ídolo de la Diosa de sus antepasados, que había temido todo su pueblo desde que ella podía recordar.
Tras hablar con su marido, no sin albergar dudas y temor, decidió hacer caso a los consejos de la sabia mujer...El pequeño ídolo de la Diosa Coatlicue, fue llevado para ser enterrado en una recóndita y profunda cueva en el hermoso paraje de Los Cahorros.
No obstante, la prudente princesa, por lo que pudiera pasar... dejó escondido un plano, detrás del cuadro del niño Jesús, para poder encontrar el lugar exacto donde el ídolo se encuentra enterrado.
Tras seguir los consejos de la mujer, la princesa, rápidamente, empezó a cambiar... recuperando la alegría perdida. El cuadro con el mapa fue donado a la iglesia de Monachil donde todavía puede visitarse.
A partir de entonces, ella y su noble marido, fueron felices, para siempre y tuvieron varios hijos....".
Nota:
Siglos después, a D. José Pedro Pérez Valiente, uno de los descendientes de la princesa azteca, el rey Carlos III le concedió el Mayorazgo de las tierras y "todas las laderas de la Sierra, con la obligación de plantarlas de árboles que impidiesen el avenamiento de las vegas de Caxar, La Zubia y Huetor, y para que hubiese madera para la construcción de casas en Granada". A raíz de la concesión del Mayorazgo, se comenzaron a hacer perforaciones en las laderas de Los Cahorros... ¿ Buscando el ídolo de oro macizo de la diosa azteca Coatlicue ? …
El plano que escondió la princesa azteca tras el cuadro con la imagen del niño Jesús, ... ha desaparecido.
Hasta aquí, el prólogo.
Hoy, viernes, 6 de julio de 2018, acompañado de mis amigos: Luis Díaz y José Emilio Ubiña, voy a cumplir mi deseo... de conocer Los Cahorros y buscar su "Tesoro Escondido"... para lo que vamos a contar, con la inestimable ayuda de Balto, nuestra valiente perrita, escudriñadora, perseguidora (sobre todo, de lagartijas...) y experta senderista.
A las 8:30 A.M. hemos quedado en Monachil pueblo, en el aparcamiento público "Los Cahorros", situado junto a la ribera izquierda del río Monachil.
Ahora, unas explicaciones/consideraciones previas, antes de echar a andar:
1. El río Monachil nace en la ladera Noroeste del pico del Veleta, en el barranco de Cauchiles, a unos 2.975 metros de altitud. Un vertiginoso descenso de 26 km de longitud, lo lleva desde su nacimiento, pasando por la zona de Borreguiles, Pradollano y el barranco de San Jerónimo, excavando entre las rocas calizas el profundo desfiladero de Los Cahorros, y tras atravesar el casco urbano de Monachil, del que toma su nombre, se abre, a través de un valle de orientación noroccidental para finalmente desembocar en el río Genil, a las afueras de la capital granadina.
2. A propósito del término "cahorro" ó "cahorros" (que no está reconocido aún por la R.A.E.), no hay total acuerdo sobre su significado. He podido recopilar las siguientes variantes:
A. Lugar fragoso y escarpado. También, tajadura ó cañón.
B. Cahorro (con la h aspirada = cajorro, aproximadamente igual a gajorro): garganta (estrechamiento....)
C. Según me ha dicho un paisano de los Montes de Málaga, el agua de la lluvia discurre del cahorro a la cañada, de la cañada al río y del río al mar. No tiene porqué llevar agua, pero el relieve se destaca por formar ese estrechamiento en forma curvada hacia abajo (tipo "V" o "U" abierta).
D. "Canhorro" es un penibetismo toponímico (según Fidel Fernández, en su libro "Sierra Nevada") empleado para describir barranqueras empinadas, casi verticales por las que corre el agua.
E. En el argot de ésta zona: surcos empinados y escabrosos en las laderas de los cerros.
F. Por último: paso escabroso en el interior de una cárcava o un valle.
3. El paraje de Los Cahorros es una zona de media montaña de materiales calizos, más jóvenes que los silíceos de las altas cumbres, lo que dá lugar a formaciones más abruptas pero muy erosionables. El valle en ‘V’ del río Monachil, por su escasez de suelo, la acción humana y la altitud, da lugar a una vegetación de arbustos que convive con las plantas de ribera de río, como las mimbres, los álamos, los juncos y el espartal. Esto determina la fauna, rica en aves insectívoras y granívoras, anfibios y mamíferos como el jabalí y poblaciones de cabra montés.
Hace un bonito día veraniego: soleado y con el cielo, totalmente despejado de nubes. A ésta hora de la mañana, hace una temperatura agradable.
Desplegamos los bastones y echamos a andar…
Iniciamos nuestra ruta saliendo del aparcamiento hacia la calle Huenes. A la izquierda, un agricultor faena “destallando” tomates encañados en un huerto de primor, donde cultiva todo tipo de verduras y hortalizas. En verano, es bueno comenzar con las faenas del campo en cuanto empiece a clarear el día... y cuando el sol comience a calentar, retirarse a un lugar sombreado y fresquito, en compañía de una cerveza helada... que otro día... se continuará la tarea…
Al llegar al puente sobre el río Monachil, encontramos el cartel indicador de los dos accesos a Los Cahorros. A la izquierda, cruzando el puente, por la era del Portachuelo. A la derecha, subiendo, por el Sendero del Río.
Nuestro "manijero": José Emilio, nos indica que vamos hacia el Sendero del Río.
Un poste informativo de madera, nos indica que el hotel boutique "La Almunia del Valle", un antiguo cortijo rehabilitado (2002) y enclavado en el Camino de la Umbría de la Loma del Jaral, se encuentra hacia la derecha.
Poco después llegamos junto al cartel informativo de inicio del "Sendero a los Cahorros por el río". Tras las advertencias "normales" y las normas de uso, nos informa que el sendero tiene una longitud total de 1.400 metros, con un desnivel positivo de 75 metros y el tiempo estimado para realizar este corto trayecto es de 1 hora.
Éste sendero, que discurre por la margen izquierda del río Monachil, es de muy reciente construcción. Se inauguró el pasado mes de Septiembre de 2017 y fue costeado con un PFEA (Programa de Fomento de Empleo Agrario) especial, con una inversión de 130.000 euros, que dió trabajo a 50 personas, la mayoría mujeres.
En cuanto bajamos los primeros peldaños, introduciéndonos en éste precioso sendero, notamos que, junto a río, estamos en un microclima especial, donde la temperatura es más agradable y fresca... Eso... la vista "saltarina" de las gélidas aguas, fruto del deshielo de la nieve de las altas cumbres de Sierra Nevada, y el rumor continuo de sus pequeñas cascadas, hacen que el caminar sea un verdadero deleite... todo un placer…
La vegetación, también acompaña esa sensación. Es la propia de ribera, con una presencia muy especial: la del almez (que es bastante difícil de encontrar en estado natural, no plantado por el hombre).
Junto al sendero hay parcelas agrícolas, hoy "alambradas"... como respuesta, de los labradores, ante el abuso de algunos "irresponsables" caminantes, para con "lo ajeno"... con carteles como el siguiente: “Propiedad Privada. Peligro Perros - Chien - Dog”.
El camino es sinuoso, enrevesado, entretenido, sorprendente, precioso…
Casi sin darnos cuenta, pues cuando te lo pasas muy bien... el tiempo parece más relativo... llegamos junto a las ruínas de una antigua Central Hidroeléctrica, envuelta entre una espesa vegetación que casi la cubre en su totalidad... es La Trola. Estas instalaciones dejaron de funcionar en la década de 1960, cuando tras un período de intensas lluvias, se produjo la rotura de la tubería que suministraba agua a la Central desde la cámara del agua, situada unos 39 metros ladera arriba. Hoy, salvo parte de los muros exteriores... poco queda más. La Trola es una muestra más, de la dejadez, para con nuestro antiguo Patrimonio Industrial.
Tras un corto receso, continuamos con nuestro precioso paseo, por el sendero, a la vera de las "cantarinas" aguas del río Monachil. El frondoso verdor de los culandrillos, cola de caballo y algunos helechos, nos alegran la vista…
Un corto trecho más adelante, nos encontramos con las instalaciones de la Central Hidroeléctrica de Tranvías. Fue inaugurada en 1.907 y, desde éstas instalaciones, se suministraba electricidad al Tranvía de la Sierra. La Central toma el agua del curso del río Monachil, por un canal de unos 2.000 metros de longitud, transcurriendo parcialmente por un túnel excavado en los Cahorros, que la lleva hasta la cámara del agua, situada monte arriba, a unos 136 metros de donde nos encontramos. La Central fue rehabilitada por el Ayuntamiento de Monachil, siendo reinaugurada el 12 de marzo de 1.991. La turbina produce una potencia de 2.400 KVA (1.000 Kw = 1 KVA).
En la parte trasera del edificio de la Central hay un pilarillo de agua, donde nos hidratamos y refrescamos.
La maquinaria de la Central Hidroeléctrica, propiedad municipal de Monachil, está en funcionamiento, produciendo electricidad para el consumo del municipio.
Continuamos, subiendo un corto tramo de escaleras reforzadas con troncos de madera. El sendero sigue, siempre paralelo al curso del río; y aunque su sinuoso trazado va ascendiendo, no es para nada difícil, ni duro.
Llegamos a un pequeño puente colgante, con cables de acero y suelo de tablones de madera. A partir de este punto, la cosa se pone "interesante". El puente es seguro, pero hay que tomar ciertas precauciones, como pasar despacio y de uno en uno, no saltar ni hacer movimientos extraños y, sobre todo, mirar donde se ponen los pies. Éste primer puente nos hace cruzar al otro lado del río, a su margen derecha.
El sendero comienza a alejarse del curso del río, subiendo, zigzagueando, por una empinada escalera que nos lleva, en poco, hasta alcanzar el cauce de una muy antigua acequia de riego.
Seguimos a la derecha, junto a la acequia de aguas puras y cristalinas, por un terreno completamente llano. Una robusta baranda de madera, protege el sendero del precipicio que se abre nuestro lado.
Un gran salto de agua, espectacular, precipita las aguas del río, hasta un invisible cauce, oculto por la espesa vegetación que cubre la zona. Tan sólo vemos, cómo el agua, se va pulverizando, conforme se desploma en el abismo y oímos el fragor que produce al estrellarse y estallar contra las rocas del fondo…
El sendero junto a la acequia nos lleva hasta el segundo puente colgante, similar en su construcción y estructura al anterior, pero un poco más largo. El paso del puente lo ha hecho "Balto", regular... muy agachada... y casi arrastrando su barriguita por los tablones que forman el piso o suelo del puente... Hemos vuelto de nuevo a la margen izquierda del río.
Entramos en una zona más quebrada, donde grandes rocas se han desprendido de los laterales del desfiladero. Subimos por desgastados escalones con refuerzos de troncos de madera y barandillas de madera tratada.
Me llama mucho la atención que los pasamanos de las barandillas de madera están completamente lisos, como si le hubieran acabado de pasar una “lijadora perfecta”... pero ese desgaste se ha producido paulatinamente, día a día, … a lo largo de miles de días... por el roce de “incontables” manos... que las han "sobado"..., asiéndose y apoyándose, para continuar con la subida, salvando el desnivel del terreno...
Las paredes del desfiladero se van acercando y comenzamos a ver zonas marcadas para la escalada.
Las primeras escaladas en Los Cahorros se hicieron en la década de 1930, época en la que a los montañeros se les catalogaba de "locos". Y en verdad, algo de razón tenían los que criticaban a éstos primitivos pioneros, pues las fisuras y lugares para escalar se aseguraban con empotradores caseros, tacos de madera y trozos de cuerda (que rodeaban piedras y puentes de roca, en el mejor de los casos...), que para nada garantizaban la seguridad de los deportistas. Fueron esos escaladores de botas robustas y con la cuerda rodeando su cintura, los que abrieron las primeras vías... hasta en los lugares más recónditos y de difícil acceso de ésta geometría pétrea vertical... dándoles nombre para identificarlas y diferenciarlas, como: El Palo, El Diabólico, El Erótico, Las Palomas, La Placa de Om, El Avispero, La Casilla, Faraón, Cleopatra, Tacos, Eras, El Angélico, Paso Clave o Las Ninfas… ¿con interés puramente deportivo... o con el ansia de la búsqueda del tesoro escondido?.
Llegamos hasta el tercer puente colgante, que nos lleva de nuevo, hacia la margen derecha del río. El puente es similar a los dos anteriores y a Balto le cuesta, si cabe... algo más... atravesarlo... pero es una perrita muy valiente... y continúa…
Seguimos subiendo, y el sendero nos lleva hasta el abrigo de una gran pared rocosa. A sus pies se encuentran las ruinas, los restos de la casa del guarda de la antigua Central Hidroeléctrica del río. A la izquierda, el sendero continúa subiendo hacia un mirador y al camino que viene desde la Era del Portachuelo. A la derecha, el sendero se dirige hacia un gran cartel nos avisa que hemos llegado al gran puente colgante de los Cahorros, el Puente de la Chorrera.
Es espectacular... impresionante... abrumador... No hay una palabra que describa la sensación que te produce en el cuerpo, cuando ves este mecanismo humano cómo se abre camino, entre el abismo, hoyando estos parajes en los que la Naturaleza, nos invita a adentrarnos…
Este largo puente de 63 metros de longitud, se construyó en el primer tercio del siglo XX, pero en 1970 se reforzó la estructura, cambiando las sogas de cuerda de cáñamo por los gruesos cables de acero que ahora sostienen la construcción.
Las medidas de seguridad avisan que no deben pasar más de 4 personas por el puente a la vez... y una pareja viene en sentido contrario, por lo que esperamos a que lleguen a éste extremo del puente colgante.
Una vez aquí... y tras un sonriente saludo (por parte de ellos, de respiro... y satisfacción...), les pedimos que nos saquen una foto en el inicio del gran puente colgante…
Continuamos, y nos encontramos con un pequeño problema... Balto, siente algo raro... y no quiere caminar por el puente... y busca, incansable, una alternativa... pero en éste lugar no la hay... pues el barranco desciende de manera casi vertical, hasta una profunda poza... donde caen las aguas de la chorrera que hay al otro lado del puente... La solución es que Luis la coge entre sus brazos y la lleva consigo hasta el otro extremo del Puente de la Chorrera.
Una duda: Balto estaba “empecinada” en bajar hacia la zona de la poza que hay al pié del alto muro de la represa… ¿estará en ese lugar el tesoro escondido?...
Yo iba cerrando el grupo a su paso por el gran puente colgante... y en el último tramo he notado el fuerte balanceo del puente, producido por unos pasos apresurados... que vienen tras nosotros... se trata de unos muchachos, que cargados con cuerdas y grandes mochilas, vienen a practicar la escalada…
El puente llega hasta un gran muro de hormigón, que, en el pasado, sirvió de represa para la vieja Central Hidroeléctrica, y desde donde las aguas del río Monachil se desploman hasta la profunda y oscura poza…
Hasta aquí los bastones nos han sido de mucha utilidad, pero al llegar a éste lugar, se convierten en un artefacto inútil y engorroso, ya que ahora vamos a necesitar tener las manos libres... por lo que los plegamos y guardamos…
Las paredes del desfiladero se estrechan aún más, y su parte superior parece que vayan a tocarse, a unirse de nuevo... como lo estuvieron en el más remoto pasado... lo que hace que, en éste sombrío lugar, la luz diurna sea tenue, como tamizada... El único camino practicable, sin meternos en las aguas del río, va pegado a la pared de la derecha, y es un estrecho murete de hormigón, que guarda en sus entrañas, la tubería de la acequia..., por lo que hay que andar con las debidas precauciones, lo cual no implica que no podamos disfrutar de este excepcional, divertido y entretenido tramo de nuestro recorrido por los Cahorros.
Hay pasos "delicados", en los que las paredes verticales se inclinan hacia el interior del ya muy estrecho desfiladero, lo que dificulta la marcha, obligandonos, en algunas ocasiones a gatear, y en otras, a utilizar los agarres, abrazaderas o pasamanos de hierro, que hay incrustados sobre las rocas: agarrandonos a ellas y salvando los pasos más complicados, que repito, no tienen una dificultad excesiva y pueden resultar hasta divertidos…
Nos encontramos con pequeños bosquetes de galería, lo que unido al reducido espacio del cañón en el que va encajonado el río, hace que se incremente la sensación de "claustrofobia" ... pero, con el curso de aguas, puras y cristalinas, al lado, hace que todo éste maravilloso ambiente se funda en un puro espectáculo sensorial…
Hemos pasado junto a algunas pintadas, en color amarillo, con el símbolo de una cruz... Luis dice que la gente las pinta en recuerdo de algún accidente mortal acaecido en el lugar... pero ¿ tendrán algún otro significado?... ¿tendrán alguna relación con el tesoro escondido en cualquier recoveco de éste recóndito lugar?...
Avanzamos, poco a poco, disfrutando… como niños…. y tras salvar un recodo a la derecha, llegamos a lo que José Emilio, nuestro “manijero de hoy”, llama la “Cueva de las Palomas”... Pero más que cueva, es un largo túnel, formado por el desplome de grandes piedras, que en su día, se desprendieron de la parte superior del desfiladero, cayendo sobre el angosto cañón y al quedar empotradas entre las paredes... formaron como un monumental techo pétreo…
El túnel de las Palomas, no es muy largo y gira hacia la izquierda en éste enrevesado y precioso laberinto que son Los Cahorros… En poco, lo atravesamos… y continuamos…
Hemos visto algunas zonas de Los Cahorros, en las que hay “pañolitos blancos”... y es una muestra más del poco respeto que tenemos, y hablemos en general, con la “Naturaleza” (en éste caso en concreto, le llamaremos: “Basuraleza”...). No hay nada más agradable que llegar a un lugar y no ver nada que delate el paso del hombre, que nos parezca virgen e inmaculado… como si fuéramos la primera persona que pone su pie en esa “Naturaleza Virgen”. Sin embargo, dejamos constancia de nuestro paso, con la “basura”... con el poco trabajo que cuesta hacer las cosas con respeto… y bien… y la cosa yo la veo muy fácil: la basura que producimos “nosotros”, nos la llevamos “nosotros”... y la depositamos en el contenedor adecuado para su oportuno reciclaje…
Bueno, vuelvo al relato de nuestro paseo por Los Cahorros, que, por desgracia… ya nos queda muy poco…
Tras pasar por el Túnel de las Palomas, que, por cierto, no hemos llegado a ver ninguna por el lugar… el desfiladero, comienza a “abrirse”... las paredes comienzan a distanciarse… y nos llega, directamente, la luz solar… A la izquierda, sobre la parte alta del desfiladero, comenzamos a ver unas formaciones rocosas con una imagen muy especial, alargada… que en ésta zona llaman “álamos”...
Llegamos a una zona complicada de transitar, pues la pared del desfiladero se inclina mucho hacia el interior del cañón… hemos llegado al conocido como “arrastraculos”. No podemos pasar de pié sobre el murete que es lo que hemos venido haciendo hasta aquí. La solución al problema puede ser doble. 1. Si llevas mochila, quitártela de la espalda y colocarla sobre tu pecho, sentarte en el muro y avanzar… arrastrando el culo sobre el murete. 2. Si el cauce del río lo permite, bajar desde el murete al cauce, andar un poco para salvar el obstáculo… y volver a subir al murete de la acequia. NOTA: Esta segunda opción es la que hemos utilizado, en éste caso, nosotros...
Éste es el último obstáculo que Los Cahorros nos plantea… porque, poco después, el panorama comienza cambiar… se acaba el desfiladero… y accedemos a una zona en la que el barranco del río Monachil va abriéndose, como si de una flor se tratara… hemos llegado a la zona de Las Azuelas, donde se encuentra el quinto puente colgante sobre el río Monachil, que no vamos a llegar a atravesar… desde ésta zona vemos el Cortijo del Cerrillo, el curso de la Acequia de los Hábices, el Tajo del Cibrinalejo y las laderas del Tajo del Contadero, por donde vamos a emprender el camino de regreso hacia Monachil.
Bueno, ésta ha sido mi primera experiencia con Los Cahorros de Monachil… No hemos encontrado el Tesoro Escondido de la Princesa Azteca… pero si me llevo, muy en mi interior, todas las agradables vivencias ( ... muchas de ellas no se pueden expresar con palabras) que nos ha regalado hoy nuestra Madre Naturaleza…