Chauchina, (Granada), domingo, 15 de Octubre de 2.023.
Ha llegado el gran día. Hoy realizaremos la última etapa de esta magna ruta que comenzamos hace 10 jornadas, y que nos llevará desde el Cruce de Chauchina, en plena Vega de Granada hasta el Santuario de Fray Leopoldo en Granada, destino final de todos nuestros desvelos y esfuerzos.
Bien tempranito, apenas son las 5 de la mañana, noche oscura y cerrada, cuando con dos coches salimos los tres peregrinos desde Villanueva Mesía, para, usando el “viejo estilo morisco de desplazamiento”, viajar hasta Granada, llegando hasta las inmediaciones del Santuario de Fray Leopoldo, en la mismísima calle Ancha de Capuchinos junto al Santuario, dejando allí bien aparcado uno de los vehículos, para con el otro, volver al inicio de la etapa en el cruce de Chauchina que es desde donde hoy comenzaremos nuestro caminar.
Creo que es llegado el momento de aclarar eso del “viejo estilo morisco”... Resulta que el Día de Navidad, allá por el 25 de Diciembre de 2.016, iniciamos la aventura de seguir los pasos del Rey Boabdil, desde la Alhambra hasta su destierro (Adra o Almuñécar), y para ello empleamos dos coches, uno que poníamos al final de tramo y otro que nos devolvía al principio, tal y como se cuenta en la web “Ruta de Boabdil: Siguiendo sus pasos hacia el destierro.”
Posteriormente, nos enfrascamos en el diseño para la Diputación Provincial de Granada de un conjunto de rutas para conmemorar el“450 Aniversario del Levantamiento de los Moriscos”, tarea que acometimos en el año 2.018, y para la que también utilizamos el ya bien experimentado “estilo morisco” para el desplazamiento de un lugar a otro.
Hechas las precisiones anteriores, estimamos aclarado el secreto del “viejo estilo morisco”, ¿no?
Dejamos pues el segundo coche bien aparcadito en el cruce de Chauchina y nos dirigimos hacia el Hotel Restaurante “El Cruce”, en donde con mucha prontitud, nos sirven un magnífico y económico “desayuno fray leopoldino”, otra expresión acuñada que ya, al menos entre nosotros, quedará para la posteridad y que esperamos que el lector-seguidor de estas descripciones de etapas, a estas alturas del recorrido, también sea ya sobradamente capaz de interpretar.
Cruzando el barranco del rio Salado y saliendo hacia la Vega desde Chauchina
Unos minutos después de las 6 de la mañana, bien avituallados y animados de espíritu, comenzamos a caminar en animada charleta, hace frío, la noche está cerrada y oscura como la boca de un lobo, desde el Cruce de Chauchina, para dirigirnos hacia el Norte y adentrarnos en el centro de la localidad de Chauchina, otro pueblo de la Vega de Granada, que pertenece al grupo de 34 pueblos englobados en el Área Metropolitana de Granada. Chauchina con 5.667 habitantes es un pueblo cuyas raíces se remontan a la época romana, pero que se asienta definitivamente como núcleo poblacional en el período nazarí, pasando, después de la Reconquista, a integrarse al conjunto de territorios pertenecientes al Soto de Roma. A finales del siglo XIX destacó por su gran producción de remolacha azucarera y posteriormente con los cultivos intensivos de maíz y tabaco.
Andamos por las solitarias calles chauchineras, a la luz de las farolas y de nuestros frontales, despertando a los perros celosos guardianes que ladran a lo negro avisando de nuestro paso, para girar a la derecha saliendo plenamente a la vega previo cruce del barranco del río Salado.
Superando la pasarela sobre la A 92
Ya de nuevo rodeados de total oscuridad, caminamos hacia el Oeste por un amplio carril que transcurre entre el Pago de la Almiranta y el de Poco Barro hasta llegar a El Jau, anejo de la localidad de Santa Fe, cuando las primeras luces del clarear del día, poco a poco, se comienzan a remontar por encima de la silueta inmensa de Sierra Nevada. En El Jau viven 1.036 vecinos, que disfrutan de este espacio pleno de paz y relax.
Dejamos atrás El Jau y el coro de ladridos avizores, que paulatinamente se apaga, para girando ahora hacia el Sur superar por una gran pasarela la muralla que supone la autovía A-92. Ya en el otro lado de la misma, por el Pago Gamboa, entramos en la histórica Santa Fe, Cuna de la Hispanidad, que con sus más de 15.000 habitantes, parece que lentamente se despertara para recibirnos.
Plaza de Santa Fe, Cuna de la Hispanidad
Nos adentramos por calles antiguas, cargadas de historia, de las de rancio abolengo, contemplamos la imponente fachada de la Iglesia de la Encarnación, enclavada en la plaza en la que se encuentra también el Ayuntamiento santaferino y comentamos el hecho de que hace unos siglos, por esos mismos espacios estuvieron consecutivamente presentes Cristóbal Colón, los Reyes Católicos, Boabdil el Chico y tantos otros protagonistas de hechos relacionados con la rendición de Granada, las Capitulaciones y la Historia de América y de España.
Ya en el siglo XIX, Santa Fe, es cabeza destacada del auge industrial que supuso la explotación de la remolacha azucarera, quedando como mudo testigo de aquel tiempo la espectacular fábrica de azúcar que se recorta en las afueras de la población y hacia la que pronto dirigimos nuestros pasos.
Rindiendo culto a Ceferino Isla y su dulce "pionono"
Pero como era de suponer, antes de abandonar Santa Fe, nos acercamos sin más demora hasta la Cafetería-Pastelería Isla, lugar en el que nos aprestamos a degustar el famoso dulce típico, “el pionono”, creado por Ceferino Isla González (1.868 - 1.950), en recuerdo de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo Pio IX (“pio nono”), ya que el pastelero Ceferino era muy devoto de la Inmaculada. Más información sobre el pionono puede verse aquí>>>
Unos piononos con un rico café con leche, a esas horas, nos pusieron las pilas a tope para continuar nuestra marcha.
Salimos de Santa Fe, no sin antes sellar en el Cuartel de la Guardia Civil, que muy sorprendidos al principio por nuestra inusual demanda de sellado; luego, al recibir nuestras explicaciones, lo hacen muy honrados, algo que siempre es muy de agradecer por nuestra parte.
Saliendo de Santa Fe hacia la Vega
Seguimos por la Avenida de la Hispanidad hasta la Rotonda - Plaza de las Américas, en donde ondean todas las banderas hispanoamericanas, y giramos a la derecha, dejando pronto el casco urbano y piso asfaltado, adentrándonos de nuevo en la vega previo giro a la izquierda, pasando por las inmediaciones del Cortijo Liñán. Cruzamos bajo la autovía A-44 y por el Cortijo Huerta de Santa María, llegamos junto a la antigua Fábrica Azucarera y la Estación Depuradora de Aguas residuales, hasta el Puente de los Vados sobre el río Genil que atravesamos para tomar ahora el amplio carril que por el margen derecho sube suavemente hasta Granada, que vemos ya difuminada en el horizonte y al menos aparentemente, al alcance de nuestra mano.
A nuestra izquierda, conforme caminamos, vamos dejando terrenos de fértil vega con nombres tan añejos como Tafia la Zufea, la Gambea, etc,... que demuestran sus orígenes nazaríes. El pasado y el presente se entremezclan por todos estos pagos y acequias, caminos, cultivos y albercas, nos lo recuerdan constantemente.
Bordeando el rio Beiro hacia Granada
Llegamos a la confluencia del río Beiro con el Genil. En ese punto, nos desviamos a la izquierda por unos paseos construidos a la orilla del viejo río y que dirección Noroeste se pierde embovedado y nos sitúa sin más inconveniente en las primeras grandes calles de Granada y que ahora nos aprestamos a atravesar de la forma más rápida y eficaz posible, tal que pronto lleguemos a la meta que nos aguarda y a la que ansiamos llegar a tiempo, y es que a las 13:30 horas cierran el Santuario…
Cruzamos bajo la autovía de la Circunvalación y callejeando pronto accedemos a los Jardines Universitarios de Fuentenueva, a un paso de los Jardines del Triunfo. En su misma puerta, nos acercamos a contemplar la hermosa estatua de Fray Leopoldo allí existente. ¡Ya estamos aquí!
Monumento a Fray Leopoldo en los Jardines del Triunfo de Granada.
Sin más entretenimiento. llegamos a la ansiada meta, la puerta del Santuario de Fray Leopoldo, en donde un gran gentío nerviosamente se mueve entrando y saliendo. Nosotros accedemos a su interior y vemos que la misa parroquial está terminando. Sin pensarlo dos veces, bajamos las escaleras que conducen a la cripta en donde se encuentra el gran sepulcro de mármol que contiene los restos de Fray Leopoldo, a quien hemos seguido sus pasos desde su Casa Natal en Alpandeire. Aún con la mochila a la espalda, suavemente toco el frío, pero acogedor mármol, y un espeso suspiro sale de mis adentros que a modo de sentida oración da las gracias por todo lo vivido y sentido. ¡¡¡Gracias, Fray Leopoldo, gracias a tí lo hemos conseguido!!!
Estando en esta mística situación, sentimos una voz detrás nuestra, que con impertinente fuerza proclama: “A la una y media se cierra… Vayan saliendo, por favor…” Nos miramos sobrecogidos y exclamamos: “¡Dios y nosotros sin el sello final!” Con tantas emociones nos habíamos olvidado.
Conforme vamos saliendo van cerrando puertas, la chica de la tienda nos dice que no puede ponernos el sello hasta las 16:30 horas, que es cuando vuelven a abrir. Nos viene mal por el tema de horarios, pero bueno, qué le vamos a hacer.
Llegamos a la calle tristes, resignados y cabizbajos, cuando Aurelio ve a la gente saliendo de la misa que acaba de finalizar, nos llama animoso para volver a entrar por la iglesia y cuando lo hago, lo veo conversar con un señor de barba leopoldina, se trata del cura que terminaba de oficiar la misa y que al vernos aparecer nos reitera que nos da un minuto para que visitemos el templo, Parroquia de la Inmaculada. Aurelio, acertadamente, le cuenta resumidamente nuestra aventura y nuestro deseo de que nos ponga “el último sello” en la humilde y sufrida credencial que le mostramos. El buen hombre, queda, aparentemente, asombrado de nuestra hazaña, nos pide que lo acompañemos hasta la Sacristía, en donde parsimoniosamente y con mucho afecto nos coloca el sello en nuestras arrugadas credenciales, no sin antes sujetar de buen grado la garrota que Antonio ha trasladado trabajosamente desde Alpandeire, aquella garrota que le regaló Gaspar y que le ha hecho rozaduras en su mano.
Después de un momento de animada charla con el barbudo fraile capuchino, de gesto afable y sonriente, imagino al verlo que Fray Leopoldo ha hecho su pequeño milagro del día con nosotros, ya que nos ha devuelto la sonrisa a la cara y alegrado el espíritu que lentamente se nos relaja, sintiendo de verdad que hemos terminado el Camino que tan duro y sufrido se nos ha hecho.
Dejamos en el coche las mochilas, los bastones y la garrota, y sin prisa, buscamos el primer bar que se pone a nuestro alcance para recuperar energía, hidratarnos y brindar por todo lo bueno que hemos vívido en esos más de 260 kms de recorrido, en esos más de 5.000 metros subiendo y más de 5.000 metros bajando, atravesando desde Alpandeire en el Valle del Genal, la Serranía de Ronda y la Sierra de las Nieves, las Lomas de Chapera, la Sierra de Ortegicar y la Sierra del Valle de Abdalajís, las Sierras de la Chimenea y Sierra Pelada en el Torcal de Antequera, los Llanos de Antequera y Cartaojal hasta la Sierra de Archidona, la Dehesa de los Montes, entrando por el Barrancón de la Atajea y Riofrío hasta Loja, la puerta de la Vega de Granada, en donde descansan los restos del humilde fraile.
Antes del irremediable final, quiero reconocer y expresar mi eterna gratitud a mis dos compañeros de fatigas en el viaje, Aurelio y Antonio, que tanto monta, monta tanto, por su entrega, alegría, generosidad, amistad, grado de sufrimiento, cariño y afecto. Con personas como ellas se puede ir a cualquier sitio, y sin ellos, seguro que todo hubiera sido más difícil, por no decir imposible. Un fraternal y cósmico abrazo para ambos.
Y cierro esta historia con dos de mis citas favoritas, la primera es invento personal y dice así:
“Somos Hacedores de Caminos que se adentran en el Bosque Habitado. Si los caminos están hechos los recorremos, y si no, los inventamos. Arriba las ramas. Abajo las raíces. Por siempre jamás: "Buen Camino".
Y la otra cita pertenece al Poema ITACA, del poeta griego de Alejandría, Constantino Cavafis (1.863 - 1.933) que nos habla sobre la importancia de disfrutar del camino, cualquier camino, y no sólo añorar el objetivo, una metáfora que puede extenderse a muchos procesos de nuestra vida:
"Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias."
¡¡¡Gracias por todo Fray Leopoldo!!! ¡¡¡Qué bien nos has soplado!!!