Villanueva Mesía, (Granada), sábado, 14 de Octubre de 2.023.
Esta noche ha sido especial. He dormido en mi cama, como dice Antonio “a pata suelta”. Cansancio acumulado traía en el cuerpo para que así fuese, el resfriado que venía arrastrando, parece que ha dado algo de tregua, las emociones de la llegada a nuestro pueblo, aún siguen rondando por la cabeza y, el sentir que el objetivo está ya ahí, al alcance de la mano, nos ha subido el ánimo y nos hace ver lo que queda de camino con otra visión, digamos más de color rosa. Hemos decidido, ya que estamos en casa, no pernoctar más fuera y usar dos coches, como medio de traslado. Uno lo pondremos al final de la etapa y el otro nos traerá de vuelta al principio. Este estilo, nosotros, en nuestro peculiar argot, lo bautizamos como“al viejo estilo morisco”. Pensamos que esto nos va a dar autonomía y tranquilidad, ya que iremos montando las 2 Etapas que nos quedan hasta el Santuario de Fray Leopoldo en Granada, a la medida, según nos pida el cuerpo, la energía del alma y nos permitan los doloridos pies.
Decidimos también, seguir madrugando, salir con los frontales puestos, aprovechando las horas anteriores al amanecer, para que las primeras luces del día, el alborear, nos pille en pleno andar, levantando saltarines conejos y revoltosos pajarillos, mientras vamos saboreando la luz creciente del día. Todo un lujo, ese de caminar a la hora mágica del amanecer… cuando la vida se despereza, cogiendo color y fuerza.
Como un clavo, en el sitio acordado, nos juntamos los tres peregrinos, alegres y dichosos, aún recordando con deleite, la gran fritura de pescado variado que disfrutamos, apenas hace unas horas, en el Café - Bar Camilo, en el número 11 de la calle Miguel de Cervantes.
A las 6:30 A.M., noche cerrada, caminamos hacia el Bar Central, situado en el número 3 de la Plaza del Cine, para tomar nuestro desayuno tradicional “fray leopoldino”: un gran y calentito café descafeinado de máquina con leche, unas tostadas con aceite y jamón, junto con un refrescante zumo de naranja natural, a lo que añadimos, a discreción, alguna pastilla medicamentosa, para sacar adelante el resfriado, incómodo compañero desde las primeras jornadas.
En total, el desayuno de los 3, asciende a 16 '50 €. Y a las 7, comienza de nuevo nuestro caminar, bien provistos de capas, ropa impermeable y paraguas, y es que, ¡¡¡por fin llueve!!!.
El reseco suelo, durante toda la noche ha estado recibiendo un agua bendita y grandes charcos nos muestran un piso, que aventuramos en muchos sitios, estará barroso y complicado de superar. Teníamos previsto hacer esta etapa hasta la localidad de Láchar, por el margen derecho del río Genil, incluyendo la zona de Puente Castilla y Albenzaire. La generosa lluvia, nos hace cambiar de idea y recalculamos el trazado buscando un suelo más propicio, menos arcilloso y que no nos someta a alguna resbaladiza - pegajosa trampa que pueda amenazar con dejarnos clavados e inmovilizados.
Es toda una suerte conocer bien el terreno, jugamos en casa, y modificar el camino es tarea fácil, y así lo hacemos planteando el nuevo recorrido cambiando de margen, nos vamos al izquierdo del río Genil, abandonamos el Valle y nos acercamos a la autovía A-92.
Todo resuelto, al menos en cuanto al barro se refiere. Compramos unas tortas en Casa de Inés (“Comestibles Inés”, en el número 4 de la calle Real) y bien forrados con la ropa impermeable, a la luz de farolas y frontales, pasamos por la puerta de la Iglesia de Nuestra Señora de la Aurora (489 msnm), ¡bonito nombre a estas horas!, nos encaminamos a buen ritmo hacia el puente del Genil, que atravesamos dejando atrás la luz de las farolas, quedando pronto iluminados por los frontales solamente.
Imaginad la escena, Antonio en medio (“sin luces”) y Aurelio y yo, con sendos frontales, iluminando el archiconocido, para nosotros, camino de la Torrecilla. No vemos nada del paisaje, aún la noche está oscura y cerrada, pero caminamos sobre seguro, pasando junto al viejo cortijo de la Torrecilla y subiendo en animada charleta hasta girar a la izquierda en la Casilla de Marivent (570 msnm). Seguimos ahora un carril, a ratos embarrado y con grandes charcos, para acceder hasta la gran finca del Regidor, en donde a causa de la niebla y la engañosa luz del alba, y porqué no decirlo, a un exceso de confianza, nos encontramos de lleno con un coche que nos deslumbra intensamente, el vehículo para, en principio desconfiado, ¿qué buscaran estos, a estas horas?, y luego de reconocernos, nos anuncia que vamos en dirección al cortijo de Barandillas, dirección contraria a la que debíamos de llevar. Despiste, despiste… Sorprendidos, apresuradamente nos damos la vuelta, y confirmamos la dirección correcta en el GPS, y es que no se puede bajar la guardia ni un momento. Cosas del Camino…
La luz del amanecer aclara el paisaje, y la línea del horizonte ya planea con seguridad ante nuestra mirada. Los espacios conocidos, parecen que nos abrazan, nos sentimos más relajados y tranquilos, ya no nos vamos a perder más.
Atravesamos el Regidor y después del sube y baja del cortijo de Dos Casas, giramos a la derecha hacia el Sur, para ir de lleno a la Pantaneta - Laguna del Regidor, a tope de agua, y sobre la que se desperezan algunas aves acuáticas que en gozosa algarabía, saludan a los primeros rayos de luz que poco a poco atraviesan la familiar silueta de las altas cumbres de Sierra Nevada, allá por el Sureste, en el horizonte.
Seguimos ahora un carril paralelo a la A-92, la que será a partir de ahora nuestro hilo conductor, nuestro referente, y a la que no perderemos de vista durante bastante rato.
El día comienza a clarear por la Pantaneta.
Consecutivamente caminamos junto a la inmensa vaquería que la Puleva tiene en el Regidor, junto a la Cortijada de las Lomas (583 msnm), pasando por las inmediaciones de Nuestra Señora del Loreto, anejo del municipio de Moraleda de Zafayona que vemos estirada hacia el Sur y, atravesando extensos olivares y almendros, salpicados de algunas esparragueras, giramos a la derecha en las inmediaciones del Cortijo Piloto, para acceder de lleno a la vía de servicio de la A-92.
En suave ascenso, por vía de servicio asfaltado, cómodamente llegamos al Área de Servicio del Paraíso (salida 213 de la A-92). La luz de la mañana está asentada. La lluvia ha cesado, el cielo muestra grandes nubes y claros. Acordamos hacer una parada y tomarnos un pequeño refrigerio en la Cafetería del Hotel Paraíso: de comer, nos pedimos unas pulguitas rellenas (un pequeño panecillo de corteza crujiente), y de beber, un café, un colacao y una coca-cola. Precio, el mismo que el del desayuno de ésta mañana, 16 '50 € … ésta necesaria recarga de energía, nos alegra el espíritu, para afrontar el resto de la jornada, hasta tal punto animados, que decidimos que el sitio que en principio habíamos pensado como meta o final de etapa, en la localidad de Láchar, lo íbamos a ir alargando en función de lo que dictasen nuestras acansinadas piernas. Si nos sentimos bien, seguiremos adelante, en dirección hacia Granada, acortando la etapa de mañana, nuestra última etapa. Y es que el Santuario de Fray Leopoldo, cada vez lo presentimos más cerca.
Salimos, como digo, muy reanimados del Paraíso, bonito nombre, para siguiendo la vía de servicio, pasar junto a las inmediaciones del Cortijo de Las Piedras y llegar en subida repentina hasta el anejo de Fuensanta (603 msnm), pedanía del municipio de Pinos Puente, que cuenta con unos 185 habitantes. Atravesamos sus solitarias calles y nos reintegramos de nuevo a la vía de servicio tomando ahora dirección Noroeste.
Pasando por Fuensanta
Estamos en un terreno alomado, que se traduce para nosotros en un caminar de continuo y suave sube y baja. Los viejos olivos que por allí existían, se han quitado y están siendo sustituidos por nuevos plantones de olivos de variedad más rentable o al menos eso nos dicen, que incrustados en pequeños recipientes blancos, por cientos, miles, diría yo, se distribuyen geométricamente perfectos por el terreno y el horizonte, asemejando la imagen a la del Cementerio Nacional de Arlington allá por los Estados Unidos (en el Estado de Virginia, situado cerca del Río Potomac, en las proximidades del Pentágono y propiedad del Ejército). Cosas curiosas de la cabeza, que encuentra parecidos donde menos se espera.
Al Norte, vemos como los olivares también están desapareciendo, pero esta vez para ser sustituidos por inmensos “Huertos de Placas Solares”. Nos parece algo cínico el usar eufemísticamente la palabra “huerto”, para referirse a estos espacios, pero bueno, se ve que las conciencias se lavan, cada una como puede.
Plantones de olivos, Cementerio de Arlington
Conversando de estas y otras cosas, sin apenas darnos cuenta y tras el descenso suave de una última loma, llegamos a la población de Trasmulas (530 msnm). Esta población es un anejo del municipio de Pinos Puente que cuenta con 288 habitantes, y que extendida en el margen izquierdo del río Genil, dispone de tierras de fértil vega que desde muy antiguo se viene cultivando y que después de la Conquista de Granada por los Reyes Católicos, pasaron a manos de caballeros cristianos como pago a la fidelidad, tal y como era costumbre en aquella época (siglo XV y XVI). Finalmente, estas tierras pasaron, a finales del siglo XIX, a propiedad de la rica y acomodada familia Agrela, que crearon un hermoso y bello vergel, muy visitado por ilustres caballeros, incluso reyes.
Caminamos por los restos del que fue frondoso y bello Jardín Romántico y que, con el paso del tiempo, se ha ido degradando y poco a poco, y al paso que lleva, llegará a desaparecer en su totalidad, para llegar hasta los lavaderos y la fuente, donde las mujeres lavaban la ropa y bebía agua el ganado.
Este es un buen sitio, para tomarnos un respiro, a la vez que un bocado y reconfortante trago de agua.
Salimos de Trasmulas por el antiguo trazado de la carretera nacional que transcurre por medio de la Vega de Láchar, que pronto se nos muestra en el horizonte, pasando junto a abandonados secaderos de tabaco, signos de otros tiempos ya desaparecidos, llegando a la gran glorieta de entrada a la localidad de Láchar (557 msnm), municipio de 3.657 habitantes, que forma parte de un gran conjunto de localidades que conforman el Área Metropolitana de Granada, paisajísticamente unificados en lo que se conoce como la Vega de Granada.
Paso junto al Castillo de Láchar
Tranquilamente, sin prisa, ya que es muy buena hora, pasamos junto al Castillo de Láchar, una llamativa construcción que remonta sus raíces al pueblo visigodo, pero que se asienta sobre todo a finales de la época nazarí. El aspecto actual es el resultado de intervenciones realizadas (en estilo arabesco - romántico) a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando estuvo fuertemente vinculado al Duque de San Pedro de Galatino (Julio Quesada - Cañaveral y Piedrola, 1.857 - 1.936), gran valedor de múltiples obras y proyectos de desarrollo económico y cultural de Granada y de su Sierra Nevada.
Dejamos atrás el Castillo y decidimos seguir caminando, que quedan fuerzas todavía, prosiguiendo a continuación hasta la localidad de Cijuela (540 msnm), y que con 3.547 habitantes, forma parte de los que se denominan pueblos de la Vega, en los que sucesivamente se cultivaron, aparte de los propios productos de la vega (árboles frutales, verduras y hortalizas), productos de gran interés económico tales como el lino, el cáñamo. la remolacha azucarera y el tabaco, que a finales del siglo XIX convirtieron Granada en una de las provincias más ricas y prósperas de España.
Fin de etapa en el cruce de Chauchina
Charlando de estas nuestras cosas y escuchando el ruido ensordecedor de los grandes aviones que aterrizan y despegan a nuestra derecha, en el aeropuerto Federico García Lorca Granada - Jaén, llegamos hasta el cruce de Chauchina, punto en el que casi a los 30 kms de recorrido, decidimos dejar nuestro caminar por hoy.
Nos hemos acercado bastante a nuestra meta, ese era nuestro objetivo del día desde por la mañana, caminar y caminar hasta que el cuerpo lo pida y las piernas lo aguanten, y así lo hemos hecho.
Mientras tanto, nos espera un apetitoso y reconfortante final de jornada, en busca del sello en nuestras credenciales, en el Restaurante Marinetto, entremezclando fresca cerveza con esa joya culinaria que desde aquí no tenemos reparo en recomendar: el bacalao rebozado al estilo de la Casa Marinetto, una recompensa que agradecemos sobremanera.
La tumba de Fray Leopoldo ya está a nuestro alcance, cada vez la presentimos más cerca y que pacientemente aparcamos hasta mañana, que será otro día, el último de nuestra épica gran aventura que inexorablemente va llegando a su final.
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