"La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo".
(Isabel Allende).
Para intentar acercarme (aunque sólo sea un poco) a la figura y al recuerdo de Manuel Vílchez Terrón, debo ceder la voz a algunas de las personas, que lo conocieron y trataron.
Tras recibir la luctuosa noticia de su fallecimiento, todas han querido expresar sus sentimientos, dejando constancia de ellos por escrito.
Notas:
Para salvaguardar su identidad, al final de cada "Testimonio", sólo se recogen sus iniciales.
Todas las fotos, están tomadas en la "Comunidad Cristiana de Las Quiebras", la finca de Manuel en la Sierra de Dúrcal.
Los dos últimos "Testimonios" (de J.M.S. y A.R.V.) han sido escritos, tras una petición personal mía. El resto han sido seleccionados y recopilados, tras haberse publicado en diversos medios de comunicación.
"Nos ha dejado esta madrugada una excelente persona y un ejemplo a seguir por todos los durqueños, el sacerdote D. Manuel Vilchez, de sobra conocido en gran parte de la provincia de Granada por su ingente labor allá donde ha servido.
Una persona ejemplar en todos los aspectos que llevó al más claro ejemplo de vida cristiana de entrega al prójimo, quizá como nadie en estos lares.
De sobra es conocida por todos su labor en la sierra de Dúrcal, la construcción de la ermita y allí en los pueblos donde ha servido, Albuñol, Órgiva,... es muy querido y apreciado.
Quizás Dúrcal nunca sepa reconocer su labor, y no tenga ninguna calle, plaza o monumento, a excepción de un triste pregón de fiestas, pues Manuel no servía a ningún interés político sino a Dios y a los hombres y amaba a todas las personas hasta el extremo.
Su vocación de servicio era ayudar al necesitado y pedir a Dios por todos los humanos, especialmente por los necesitados y oprimidos por alguna circunstancia de la vida.
Una persona ejemplar de la que debemos estar orgullosos y agradecidos todos los durqueños pues ha hecho en su larga vida una labor sin parangón en este pueblo.
Descanse en paz el sacerdote D. Manuel Vilchez Terrón".
(D, PdV).
"Un fin de semana del Otoño de 1.974, hicimos la excursión.
Llegamos en la Alsina a Dúrcal. Con agilidad y destreza admirable aparearon mi mulo, reataron el hato y la comida... y subimos animados la agotadora rambla y la empinada cuesta de la Sierra.
En tres horas estábamos en La Magara. Cogimos uvas, serbas, castañas, nueces y madroños para los postres.
Éramos al menos veinte y había que organizarse para dormir.
Los cortijos vecinos nos ofrecieron alojo, pero los muchachos creyeron más divertido pernoctar juntos en el mío, así que ocuparon las camas los más pequeños y el resto dormimos sobre el grano de los trojes o la paja de la “hachilla”.
Departimos la velada con los campesinos y pastores de La Magara, que disfrutaron las ocurrencias de los jóvenes y se despidieron, diciéndome bajito: “¡Qué valor tienes…!”.
Ni que decir tiene que apenas descansaron mis pupilos ni mis pupilas, y no por incomodidad, sino por la gana de bromas de los unos y la impaciencia de las otras, que pasaron la noche acechando a la aurora.
Nada más despuntar ésta sobre los Tajos de las Buitreras y los Púlpitos, emprendimos el ascenso de los trescientos metros de desnivel que nos separaban de la choza de Manuel.
Él apareció sobre el Arreadero, a contraluz, descarnado por el sol, enjuto como un aliso sin corteza.
A medida que nos acercábamos, aquel espectro se fue rellenando de humanidad, vaciándose de cálida sonrisa y envolviendonos con esa paz sedante que emana de los hombres buenos”.
(A.S.J.).
"Manuel Vilchez, una gran persona, que hizo una gran labor ayudando a los más necesitados, más que un cura, un apóstol.
Hacía que volvieran a vivir los que habían perdido la esperanza.
Un gran hombre, todo lo que se diga de él es poco.
Yo lo conocí personalmente y me enfadaba con él, pero su fé en los más débiles y pobres era muy grande, creía en ellos como si los conociera de toda la vida y les abría las puertas de su casa y de su corazón.
Venía a mi tienda a comprar pantalones y camisetas y le preguntaba si era para él, me contaba que no, que era para un pobre que se había encontrado en un banco durmiendo y se lo había traído a su casa y lo había dejado en su casa duchándose y él mientras venía a comprarle ropa.
Yo le decía que estaba loco, que cómo se fiaba de todo el mundo y él me decía que no tenía nada, que qué le iban a robar.
Nunca me dejó darle la ropa gratis, siempre me la pagó.
No tengo palabras para hablar de este hombre solo darle las gracias y sentirme orgullosa de haberlo conocido, un saludo al cielo".
(E.M.I.D.)
"Si yo hoy tengo fé, es gracias a Manuel…
Fue un ejemplo de tantas cosas... amistad, confianza, de amor al prójimo, tolerancia, una sabiduría ejemplar, del sentido del humor y muchas más.
La más bonita y tierna, fue su fé, él predicaba con su ejemplo... el año que compartí con él en la sierra, sin lugar a dudas, fue el más bonito de mi vida... siempre lo compartía todo, con tanto amor que cuando le decía algún problema o preocupación tenía las palabras ideales para que lo viese todo de otro sentir y se terminara tal problema…
Siempre te llevaré en mis oraciones y en mi corazón…".
(E.L.Z.)
"Un hombre lleno de Dios que supo transmitir muy bien a todos con su humildad y sencillez.
Nos hacía orar con sus predicaciones, ejemplo siempre para quien lo conocíamos y al final de su vida supo reconocer sus limitaciones y vivirlas desde el Señor".
(F.)
"Manuel Vilchez, fue un excelente discípulo de Dios, él sabía como hacer llegar la palabra de Dios a los que más necesitaban de ella. Y como persona, nunca en la vida habrá otra persona como él, tenía un corazón inmenso que no le cabía en el pecho, y su bondad era infinita.
Ayudó a muchísima gente, a cambio de nada.
Él era muy feliz con sólo saber que esas personas dejaban el mal camino para retomar el buen camino que habían dejado tiempo atrás.
Manuel Vilchez ya está, con el todo poderoso, descansa en paz".
(M.I.U.)
"Manuel Vilchez me sacó de la más profunda desesperación y de una vida de perdición.
Ha sido un padre para mí, con un amor incondicional y ese cariño que nunca había sentido, me hizo creer que realmente si existía Dios, que Manuel era un instrumento por el cual Dios se valió para recuperar a su hija perdida.
Deja una huella en mi corazón para toda la eternidad.
Gracias Manuel.
Dios te tenga en su santa gloria".
(V.)
"Siempre le recordaré con esa sonrisa y generosidad con que me entregó en Granada unas poesías que llevaba para su libro "Hermano Cerezo", me sentí contenta al tener unos folios con sus sentimientos, conocí la humildad y sencillez en persona.
Gracias Díos por ponerle en mi camino".
(M.C.).
"Pero ¿dónde estaba el secreto a voces de Manuel? Creo que en la naturaleza, en la montaña, donde vivía sólo con lo necesario, donde se sentía más cerca de Dios.
Pero, también, en su amor al prójimo, a todas las personas; sobre todo, a los desfavorecidos, a los marginados, a los drogodependientes y a los que hacen el bien.
Compartimos su comida, su casa, sus enseres, y, aún más, su amabilidad, su humildad y su sabiduría.
Allí, en la montaña, charlamos y meditamos, con serenidad y sinceridad, sobre la fe, la esperanza, la paz y otras cuestiones más.
Participamos de la belleza y la cordialidad del lugar, del crepúsculo, del atardecer, del sonido de las brisas, de las plantas y de los animales salvajes, a los que alimentaba en los días nevados.
Probamos el queso de los pastores cercanos, con los que intercambiaba patatas -enterradas, cubiertas por micas, quistos, para su mejor conservación- nueces, frutas, verduras, etc. conservadas en su bodega; un cobertizo de madera y retamas, perfectamente ensambladas y resistentes a la intemperie.
También probamos el té y la manzanilla de Sierra Nevada, que él conocía perfectamente y cuidaba con sumo esmero. (...)
Fallecido hace unas semanas; hoy, estará en el cielo: su lugar deseado.
Descanse en paz".
(A.L.G.R.)
"Vilchez, como le decíamos en el pueblo, fue una gran persona que dedicó su vida a ayudar a los demás, gracias por tu ayuda".
(A.).
“Durante unos años, él se ha dedicado a Órgiva y sus pueblos de alrededor.
Ha compartido su sabiduría.
Ha ayudado a mucha gente a lo largo de su vida.
Se ha entregado al Señor y ha vivido su vocación de sacerdote de una manera ejemplar.
Nos ha enseñado a vivir el presente, a disfrutar del Señor y, sobre todo, con todas sus vivencias nos ha enseñado el valor del amor a Dios y al prójimo.
Siempre ha estado dispuesto a ayudar a todas aquellas personas que lo necesitaban.
Su gran humildad ha llenado los corazones de todas las personas que lo hemos conocido.
Ya se encuentra cara a cara con el Señor y estamos seguros de que es una gran alegría para él por la gran Fe que tenía.
Está acompañado del Santísimo Cristo de la Expiración y de la Santísima Virgen María y desde allí nos ayudará a cada uno de nosotros.
Gracias Manuel por tu dedicación en estos pueblos y por transmitirnos esa fe tan fuerte”.
(M.E.).
"Hoy Manuel Vílchez ha muerto a causa del coronavirus, pero siempre estará con nosotros por su buen hacer y por el libro que escribió de supervivencia al lado de un viejo cerezo que estaba frente al cortijo de la sierra, donde acostumbraba a ejercer su apostolado, en él, todo era fuerza, fe, respiraba el amor de Dios por cada uno de los poros de su piel, gran conversador, humilde, con una humanidad increíble.
Acogía en su hogar a drogadictos, alcohólicos, depresivos, todos eran bienvenidos, contaba con la ayuda de un sacerdote, Manuel España y de su hermana Carmela, que le ayudaba con la comida y el apostolado.
Los tres creían que el mayor mandamiento es darse a los hermanos que más lo necesitan, allí encontraban los valores y el cobijo necesario para cambiar su vida.
Pero tenían sus normas que tenían que cumplir todos los que se quedaban allí con ellos además de rezar y trabajar.
La tierra en la sierra es buena y sembraban patatas, judías, trigo, hortalizas, garbanzos, árboles frutales, cerezos, higueras, nogueras, manzanas, castaños, además de criar gallinas y cabras, que daban el sustento para poder alimentarse.
Los hacía autosuficientes ya que Manuel Vílchez nunca aceptó dinero de nadie, él servía a Dios y Dios proveerá, solía decir.
Un día, tomando café, me contó que nunca entendió por qué Dios se dirigió a él.
Solía arrodillarse ante el altar para hablar con Dios… “Señor por qué me has elegido a mí, tú sabes de mis defectos, debilidades y no creo merecerme que tú me escojas para ser tu Apóstol, además tengo una novia buena que me espera para casarnos. ¿Por qué yo? Si hay miles de personas mejores que yo, señor perdóname, pero creo que no has elegido bien”.
Hoy está con Dios y podrá explicarle que no se equivocó con él, ya que fue uno de sus hijos más fieles, con un apostolado que llevó a cabo, por un camino lleno de gracia, trabajo, fe y pobreza".
(F.L.)
"Manuel es un ser humano excepcional.
Dejó todo lo que tenía, su trabajo de Policía Nacional en Barcelona y su noviazgo, para dedicar su vida a Dios.
Desde pequeño, en nuestras vacaciones de verano en la sierra de Dúrcal, mis hermanos y yo sentíamos que su humilde casa era la nuestra, pero yo no entendía qué hacían Manuel, su hermana Angustias y el bueno de José, viviendo todo el año allí en condiciones tan duras.
Con el tiempo fui entendiendo que estaban allí para ayudar a personas que estaban sufriendo mucho, que necesitaban un espacio al margen de nuestra sociedad para rehacer sus vidas y les daba todo cuanto tenía: su casa y su corazón de padre y hermano.
El sufría con los que sufrían y les enseñaba a buscar la luz en medio de su oscuridad.
De joven ya comprobé cómo Manuel, en su gran sabiduría, hablaba a la conciencia de cada uno de quienes le escuchábamos predicar, y tocaba los corazones en sus misas tan familiares en la sierra.
A veces comentábamos al salir de misa cómo parecía hablarnos a cada uno de nosotros en nuestros problemas particulares.
Su vida llena de sufrimientos y su coherencia hacía que sus palabras estuviesen llenas de verdad para quienes las escuchaban.
Verdaderamente, "hablaba la misa", como se suele decir, fuera y dentro de ella.
Para mi un hombre de Dios y un verdadero hermano para todo aquel que necesitó ayuda y le buscó.
Hombres como él hacen que la Humanidad sea mejor.
Ahora está viviendo la plenitud de la vida que tanto deseaba, junto a Nuestro Señor.
Hasta pronto, Manuel".
(J.M.S.).
"Me piden que escriba sobre Manuel Vílchez y me viene a la mente la expresión de su rostro, con esa fuerza y energía que desprendía cuando hablabas con él.
Te transmitía a Dios y notabas que él, estaba lleno de Dios.
Recuerdo la primera vez que lo ví, fue en el pueblo de Trevélez, él estaba de párroco; nos abrió las puertas de su casa, le llevamos unas morcillas como regalo; nos dio las gracias y nos dijo: "soy vegetariano".
También compartí con él unos días en el pueblo de Rubite, donde estaba de párroco y asistí a la Eucaristía en el anejo de Alcázar, donde celebró la Eucaristía para "cuatro personas".
Donde realmente ejerció su labor y apostolado fue en la Sierra de Dúrcal, tuve la oportunidad de llevar a unas personas que querían conocerlo y no quedaron defraudados, por la humanidad que transmitía y el modelo de vida que llevaba: trabajo y oración.
Me gustaría destacar de Manuel, su energía y espiritualidad que derramaba toda su persona, sobre todo en las homilías de la Eucaristía del 15 de Agosto, en la Sierra de Dúrcal.
Éstas eran un canto de amor a Dios y a la Virgen, pero donde hacía una clara y contundente denuncia del tráfico de drogas, que tiene a muchos jóvenes atrapados y a veces les lleva a la muerte.
Manuel para mí, fue una persona que vivió el Evangelio y un ejemplo a seguir, en su opción por la vida sencilla".
(A.R.V.)
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