Mañana domingo, 12 de Mayo, Festividad de San Pancracio (289 - 304, el santo de los afligidos por la pobreza, de la fortuna y de los juegos de azar), decimonovena semana del 2024, se cumplen 257 años (martes, 1767) del nacimiento en Badajoz de Manuel Godoy (Manuel Godoy Álvarez de Faria Ríos Cáceres Ovando y Sánchez Zarzosa, 1767 - París, Francia, 1851), Príncipe de la Paz, príncipe de Bassano, duque de Sueca, marqués (I) y luego duque (I) de Alcudia, conde de Evoramonte, barón de Mascalbó y valido del rey Carlos IV (1748 - 1819). Notas biográficas Cuarto hijo de José Alfonso Godoy Cáceres Ovando y Ríos (1731 - después de 1808, regidor de Badajoz) y de María Antonia Justa Álvarez Serrano de Faria y Sánchez Zarzosa (1732 - dama de la reina en la corte del rey Carlos III). El apuesto Manuel ingresa, con 17 años de edad (17 de Agosto de 1784), en la Guardia Real (1.ª brigada de la Compañía Española de Guardias de Corps), Cuerpo en el que sirve Luís (1761 - 1797) su hermano mayor, y que tiene como misión la custodia de las personas reales. Una caída casual cambia el rumbo de la vida de Manuel. El 12 de Septiembre de 1788, mientras acompaña al séquito del futuro Carlos IV y de su esposa María Luisa de Parma en el camino de La Granja a Segovia, cae del caballo y, pese a lesionarse en una pierna, domina al animal, vuelve a montarlo y continúa cabalgando. Al día siguiente, y con el pretexto de interesarse por su salud, los príncipes le llaman a sus aposentos. Ayudado por la recomendación del brigadier Miguel Trejo Bracamonte y Amezaga Mieses Ordóñez y Sáenz de Viterí, primer teniente de Guardias de Corps y amigo de la familia Godoy, a partir de entonces, Manuel es asiduo de las tertulias organizadas en los cuartos de los príncipes (Carlos y María Luisa de Parma), cuya confianza se gana de inmediato y va en aumento. En cuanto el príncipe Carlos ocupa el trono (Diciembre de 1788), Manuel asciende de forma vertiginosa en la Corte y en el Ejército. El 30 de Diciembre de 1788 pasa de guardia de Corps a cadete; el 28 de Mayo de 1789 es nombrado exento supernumerario de su compañía (equivalente a coronel de caballería); el 16 de Enero de 1791 asciende a brigadier; un mes después, el 18 de Febrero, a mariscal de campo, y el 17 de Julio, a sargento mayor de Corps y teniente general. En menos de 3 años ha recorrido el escalafón militar, que culmina el 23 de Mayo de 1793 al ser ascendido a capitán general. Sólo el gozar en altísimo grado del favor real, explica esta portentosa elevación, pues no ha participado en hechos de armas, ni realizado servicio notorio al Estado. Con la misma rapidez recibe nombramientos y honores en la Corte. El 5 de Enero de 1790 es armado caballero de la Orden de Santiago; el 1 de Enero de 1791, nombrado gentilhombre de cámara de Su Majestad en ejercicio (cargo que le proporciona acceso directo al Monarca); el 25 de Agosto de ese año entra como caballero Gran Cruz en la Orden de Carlos III y el 21 de Abril de 1792 Carlos IV lo hace “Grande de España”, tras otorgarle el título de duque de La Alcudia (que ha sido precedido poco antes en por el marquesado de la Alcudia). Económicamente, en 1790, suma a su sueldo militar las rentas de la encomienda de Valencia del Ventoso, de la Orden de Santiago, y a partir de Abril de 1792 su estado económico experimenta un giro radical, después de recibir del Rey la dehesa de La Alcudia. Junto a nuevos títulos y gracias, desde este momento y hasta 1808 va acumulando bienes raíces, inmuebles urbanos y rentas de todo tipo, producto unas veces de donación real (Soto de Roma), otras de permutas con el Rey (Albufera de Valencia y señorío de Huétor de Santillán) y otras de compra, bien al Rey (señorío de Sueca), bien a particulares (dehesas en Extremadura y casas en Madrid, Aranjuez, El Escorial y Granada). Godoy se convierte en uno de los señores jurisdiccionales más importantes de la España de su tiempo y, acorde con la tradición, funda 2 mayorazgos, al estilo de los regulares de Castilla: el de La Alcudia y el de Sueca. Es, al mismo tiempo, un celoso administrador de sus bienes, incrementados en 1797 gracias a la herencia de su esposa, la condesa de Chinchón. Por otra parte, aprovechó su alta posición para utilizar recursos del Estado en beneficio propio, obtener regalos valiosos y comprar libros, joyas y obras de arte. Su biblioteca y su colección de pinturas de los grandes maestros europeos son muy destacadas, por su calidad y cantidad. Poco tiempo le cuesta a Godoy, ambicioso y no sobrado de escrúpulos, realizar una carrera meteórica, tan fulgurante, que a los 26 años es nombrado Primer Secretario de Estado, cargo que equivale al de Primer Ministro o Valido. Sus muchos enemigos, y ante todo los parciales del conde de Aranda, quienes constituían el llamado “partido aristócrata” o “aragonés”, aludieron desde el primer momento a “razones inconfesables”, dando a entender que todo derivaba de la relación amorosa entre Godoy y la Reina. Esta explicación ha gozado de fortuna durante largo tiempo, pero ha sido rectificada por la historiografía actual. Carlos IV estaba disconforme con la forma como sus secretarios de Estado habían conducido hasta entonces las relaciones con Francia y, en concreto, no le satisfacían las actuaciones destinadas a garantizar la pervivencia de la Monarquía en ese país y la suerte personal de su rey Luis XVI, jefe de la Casa de Borbón. Desde el 15 de Noviembre de 1792, fecha en que alcanza éste puesto (“por la confianza que me merece”), tras el cese del conde de Aranda (Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, 1719 - 1798) “por su avanzada edad”, Godoy es el dueño poco menos que absoluto de España y ese año, el rey le otorga el palacio del marqués de Grimaldi: en su nueva e imponente residencia, va a acumular una selecta colección de arte. Entre sus “tesoros” se cuentan obras como “La Venus del espejo” de Velázquez o las “majas” de Goya. . “No fue culpa ni ambición de parte mía que se hubiese propuesto y quisiese Carlos IV tener un hombre de quien fiarse como hechura propia suya, cuyo interés personal fuese el suyo [...], libre de influencias y relaciones anteriores” (Manuel Godoy, “Memorias”). Sin embargo, todo lo que en los reyes es confianza ciega en su favorito, en el Príncipe de Asturias, el futuro rey Fernando VII, es animadversión. Alentado por su esposa, María Antonia de Nápoles, y por el que fuera su preceptor, el canónigo Escoiquiz, Fernando profesa un odio visceral hacia el valido, al que acusa de pretender usurpar los derechos que por nacimiento corresponden al heredero. Así, alrededor de Fernando se agrupan todos los descontentos de la Corte, que no son pocos, para enfrentarse a los partidarios del Valido. Los bandos enfrentados tienen un punto en común: las negociaciones con Napoleón, que juega al mismo tiempo con los dos, para conseguir sus propios fines. Simpatizante de corrientes culturales progresistas, como la de los ilustrados, frena la censura efectuada por el tribunal de la Inquisición e impulsa la construcción de obras públicas y la creación de instituciones culturales y benéficas. Funda el Real Instituto Militar Pestalozziano. En 1793, Godoy declara la guerra a la República Francesa. Nada hace pensar que, poco después, tras el curso desfavorable del conflicto, va a firmar con Francia el tratado de Basilea. Esta rúbrica le acarrea un nuevo título, el de príncipe de la Paz, y, como tal, el tratamiento de alteza real, reservado para los miembros de la familia real. La paz de Basilea también conlleva un total replanteamiento de la política exterior, que en 1796 concluye con el primer tratado de San Ildefonso que establece la alianza hispano - francesa. Desde Marzo de 1798, no desempeña cargo alguno en la Corte, salvo el de gentilhombre de cámara de S.M. y capitán general de la milicia (pero sin mando efectivo de tropa). Pedro Ceballos Guerra (1759 - 1838) es nombrado secretario de Estado. Napoleón renueva el tratado de San Ildefonso en 1800, pues el apoyo de la marina de guerra española resulta vital en su lucha a muerte contra Inglaterra, en la que se juega la supremacía en el continente. Desde Enero de 1801, con la firma de la Convención de Madrid, por la que Francia y España acuerdan la guerra a Portugal, Manuel es nombrado general en jefe de las tropas aliadas. A partir de entonces, su gestión militar se convierte en una sucesión imparable de fracasos. Su mayor exponente es el descalabro de la armada hispano - francesa en Trafalgar (1805), que consagra a la flota británica como hegemónica en el Atlántico. La guerra contra los ingleses interrumpe el comercio español con las colonias americanas, que provoca una fuerte crisis económica. En 1807, Godoy llega a un acuerdo con el emperador francés para invadir Portugal, un tradicional aliado de Inglaterra que se niega a cerrar sus puertos al comercio británico, de acuerdo con el “bloqueo continental” impuesto por Napoleón. En virtud del tratado de Fontainebleau, España y Francia deciden dividir en tres partes el reino lusitano. La del sur pasaría a manos de Godoy, que se convertiría en príncipe de los Algarves. Para ejecutar el plan previsto, las tropas napoleónicas comienzan a entrar en la península. En Marzo de 1808, ante la actitud cada vez más autoritaria de los franceses, Godoy aconseja a los reyes que la Corte se traslade a Andalucía, donde sería más fácil resistir a las presiones de Napoléon Bonaparte. El viaje, es impopular, pues el pueblo piensa que los reyes, por dignidad, debían permanecer en los Reales Sitios. El rey Carlos IV desmiente la noticia del traslado, pero nadie queda convencido y Fernando aprovecha la circunstancia para sus fines. La familia real prosigue los preparativos del viaje en Aranjuez, donde se han reunido gran número de madrileños y los cortesanos partidarios del príncipe Fernando. El 17 de Marzo, a una señal del príncipe Fernando, los reunidos asaltan el palacio de Godoy, arrasando con cuanto encuentran a su paso. Éste logra escapar de la multitud, escondido en un rincón del inmueble (entre las alfombras del desván). No aparece hasta dos días más tarde, en la mañana del 19, cuando la sed le obliga a abandonar su escondite y a ofrecer joyas y dinero a un soldado a cambio de agua. De resultas de estos hechos, conocidos como el “Motín de Aranjuez”, el rey Carlos IV abdica en favor de su hijo y acaban los 16 años de gobierno de Godoy. El nuevo rey se apresura a ordenar la confiscación de todos los bienes de Godoy y la apertura de una causa judicial contra él. Tras poco más de un mes en prisión (en Aranjuez, Pinto y Villaviciosa de Odón sucesivamente), Godoy es liberado por orden de Napoleón y trasladado por tropas francesas a Bayona, donde el emperador ha convocado a Carlos IV y Fernando VII para obligarles a renunciar a la Corona de España. Tras los sucesos de Bayona, comienza Godoy su exilio, acompañado por su amante Josefa (Pepita) Tudó (Josefa Petra Francisca de Paula de Tudó y Catalán, Alemany y Luesia, 1779 - 1869, I condesa de Castillo Fiel) y los dos hijos habidos con ella (Manuel Luís, 1805 - 1871 y Luís Carlos, 1807 - 1818), así como por Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón (1800 - 1886), fruto de su matrimonio con María Teresa de Borbón y Villábriga (1780 - 1828) XV condesa de Chinchón y sobrina del rey Carlos III, la cual permanece en España. Hasta la muerte de los reyes Carlos IV y María Luisa (Enero de 1819), sigue en su compañía como servidor fiel hasta el extremo y gobernante de una corte fantasmal y decadente sujeta a los designios de Napoleón e instalada sucesivamente en Compiègne, Aix-en-Provence, Marsella y, desde 1812, en Roma. Colofón En 1829, tras la muerte el año anterior de su esposa, contrae matrimonio con Josefa Tudó en Roma, ciudad de la que ambos parten el 17 de Enero de 1830 para instalarse en París. Impulsado por Tudó, intenta la vía de los negocios y compra dos casas en París y una refinería de azúcar cerca de Le Havre.
Ocupado en la educación de sus nietos, Godoy mantiene en París una vida oscura, obsesionado por salvar el honor de Carlos IV y el suyo propio como gobernante, y por conseguir el levantamiento del secuestro de sus bienes. El 30 de Abril de 1837, una resolución del Ministerio de Hacienda ordena la devolución de sus bienes y la restitución de todos sus títulos y honores, salvo el de príncipe de la Paz, y diez años más tarde, es autorizado a regresar a España y a percibir la paga correspondiente a su empleo de capitán general. El regreso no es posible a causa de las enfermedades propias de su avanzada edad, pero sí logra la satisfacción de reivindicar su honor mediante la publicación de sus “Memorias”, en 1836. Fallece en París el 4 de Octubre de 1851, a los 84 años de edad. Su última voluntad es ser enterrado en España. Sus familiares y amigos aguardan que las autoridades españolas decidan repatriarlo, tiempo en el que su cuerpo permanece en la cripta de la Iglesia de Saint Roch. Pero no hay repatriación, y el 16 de Enero de 1852 sus restos son trasladados a una modesta tumba del cementerio del Este (actual Père-Lachaise). Su lápida dice: “Don Manuel Godoy, príncipe de la Paz, duque de Alcudia, nació en Badajoz a 12 de Mayo de 1767. Falleció en París a 4 de Octubre de 1851”.
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Hoy domingo, 5 de Mayo, Festividad del Día de la Madre, decimoctava semana del 2.024, se cumplen 203 años (sábado, 1.821), del fallecimiento, en la remota y ventosa isla de Santa Elena, del militar y político francés Napoleón Bonaparte (1.769 - 1.821). Sucedió a las 17 horas y 47 minutos, después de llevar 40 días en cama. El que, hasta hacía poco, había sido Emperador de los franceses (1.804 - 1.814) y “dueño” de casi toda Europa, se encontraba desterrado y prisionero, desde el sábado 14 de Octubre de 1.815, en Santa Elena (Saint Helena), una minúscula isla, perdida en el Océano Atlántico Sur, controlado por la Royal Navy británica. Isla de Santa Elena La pequeña isla de Santa Elena, situada en el Océano Atlántico Sur (a 15° 56′ de longitud Sur y 5° 45′ de longitud Oeste) a unos 1.950 kilómetros de la costa suroeste africana (Angola) y a 2.900 de la americana (Brasil), tiene una extensión de 121 kilómetros cuadrados. Descubierta por Juan de Nova (1.460 - 1.509), navegante español al servicio del rey de Portugal, cuando regresaba de un viaje desde la India, el día 21 de Mayo de 1.502, festividad de Helena de Constantinopla (Flavia Julia Elena, 250 - 330), la madre del Emperador romano Constantino el Grande (272 - 337). Aunque la isla estaba deshabitada, tenía muchos bosques y agua dulce. Antes solo se podía acceder a ella (desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica) tras un viaje de 5 días navegando a bordo del RMS “St. Helena” (retirado del servicio hace 6 años, 2.018) y hoy, puede visitarse tras un vuelo de 7 horas desde Johannesburgo (Sudáfrica). Su aeropuerto internacional (HLE) es de categoría C, el nivel más difícil y actualmente, solo hay 9 pilotos en todo el mundo cualificados para volar a Santa Elena. El astrónomo Edmund Halley (1.656 - 1.742), el explorador James Cook (1.728 - 1.779), el naturalista Charles Darwin (1.809 - 1.882) y el novelista William Thackeray (1.811 - 1.863), se alojaron en la isla… y en 1.805, Arthur Wellesley (1.769 - 1.852, duque de Wellington), la visitó cuando regresaba a Inglaterra desde la India (el barco que lo llevaba a tierra zozobró con el fuerte oleaje del océano. Se ahogaron tres personas. Wellington no podía nadar, pero un joven acudió a rescatarlo. Si no lo hubiera hecho, quizá la batalla de Waterloo no hubiera ocurrido… ). Administrativamente, es parte del territorio británico de ultramar de Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña. El comercio estuvo en auge desde 1.657, cuando Oliver Cromwell (1.599 - 1.658) concedió a la Compañía de las Indias Orientales una cédula para gobernar la isla. Llegaron un pequeño pelotón y unos cuantos colonos, convirtiendo Santa Elena en una de las colonias británicas más antiguas. Con las riquezas del comercio que llegaban de la India, construyeron un fuerte, un castillo, la iglesia de St. James y “Plantation House” (Residencia Oficial del Gobernador). Santa Elena ofrece en su topografía: rocosos acantilados esculpidos por el mar, valles empinados cubiertos de vastos campos de lino, bosques exuberantes plagados de helechos arborescentes bañados por las brumas. Y arena negra a lo largo de la curva de Sandy Bay. En sus aguas habitan 30 especies de peces endémicos y entre Enero y Marzo también las visitan los tiburones ballena. Los naturalistas pueden encontrarse cara a cara, en “Plantation House” con el animal vivo más viejo del mundo, “Jonathan” la tortuga gigante (que eclosionó en torno a 1.832) y avistar especies endémicas como el chorlito de Santa Elena y caracol “Succinea sanctaehelenae”. El senderismo es uno de los principales atractivos de la isla. La estrella son los 699 escalones de la “Escalera de Jacob” (“Jacob's Ladder”) (catalogadas de grado I) que enlazan la capital, Jamestown, con el antiguo fuerte. En esta isla, varada tanto digital como geográficamente, se goza una vida más lenta y de placeres sencillos. Los lugareños te saludan por la calle, tanto si te conocen como si no. El eslogan turístico de la isla es: “Santa Helena, un soplo de aire fresco”. Napoleón en Santa Elena Tras una travesía de 2 meses, el HMS “Northumberland”, avista la costa de la isla de Santa Elena, el 14 de Octubre de 1.815. Napoleón pasa sólo una noche en Jamestown, la principal población de la isla (una alineación de casas a lo largo de un camino entre dos laderas escarpadas). Durante dos meses vive instalado en el pabellón Briars, residencia del comerciante William Balcombe, director de ventas de la Compañía inglesa de las Indias Orientales… Mientras tanto, las autoridades de la isla acondicionan la que ha de ser su residencia definitiva: “Longwood House”, una casa humilde y pobremente amueblada, situada a unos 5 kilómetros de Jamestown, sobre una meseta a 500 m.s.n.m., en el centro de la isla, delimitada por el pico más alto de Santa Elena (Diana's Peak, 818 m.s.n.m.) y por los acantilados de la costa, impracticables para la navegación. Sin apenas árboles y con un suelo que no permite la horticultura, como Napoleón comprueba enseguida, azotado por el viento y bajo un cielo a menudo plomizo, todo el paraje transmite una sensación de desolación… donde la humedad impregna las paredes de la casa, las termitas corroen del mobiliario y el lugar está infestado de ratas. Sólo unos pocos de sus más fieles compañeros han recibido autorización para quedarse a su lado; entre ellos se encuentran los generales Charles Tristan (1.783 - 1.853, marqués de Montholon), Henri Gatien Bertrand (1.773 - 1.844) y Gaspard, barón Gourgaud (1.783 - 1.852), su chambelán el conde de Las Cases (1.766 - 1.842), a quien dicta sus Memorias (“Mémorial de Sainte Hélène”) y el médico corso François Antommarchi (1.780 - 1.838), el último facultativo que cuida a Napoleón, llegado a la isla por encargo de su madre, María Letizia Ramolino (1.750 - 1.836), pero con el que no consigue trabar una buena relación. Napoleón está estrechamente vigilado por los británicos y debe soportar las fastidiosas medidas del Gobernador de la isla, sir Hudson Lowe (1.769 - 1.844), oficial estricto y de probada lealtad, al mando de una guarnición de 3.000 hombres; seleccionado por el primer ministro británico Robert Stewart, Lord Castlereagh (1.769 - 1.822) y el secretario de estado para las Colonias, Henry Bathurst, tercer conde de Bathurst (1.762 - 1.834), para mantener la vigilancia sobre el ilustre prisionero de Santa Elena… el cual, ante el temor de que el prisionero escape, aplica al pie de la letra todas las instrucciones dictadas por el Gobierno de Londres… censura sistemáticamente la correspondencia de Napoleón, supervisa todas las visitas a “Longwood House” y, desde su residencia en Jamestown, está siempre al corriente de la situación en Longwood mediante un sistema de señales con banderas que se hacen ondear desde una colina próxima… … Napoleón puede moverse libremente en un perímetro de 7 kilómetros; más allá de él, se encuentra con destacamentos de soldados distribuidos regularmente. Durante la noche, los soldados se apostan a escasos metros de la casa. Un oficial británico residente de forma permanente en Longwood debe cerciorarse dos veces al día de la presencia de Napoleón… Bonaparte, pronto se encierra en la casa que le han asignado y se niega a disfrutar de las pocas libertades que aún le concede su guardián. Durante meses, Napoleón sufre dolores abdominales, náuseas, sudores nocturnos y fiebre. Cuando no está estreñido, le asalta la diarrea; pierde peso. Se queja de dolores de cabeza, piernas débiles y malestar con luz brillante. Su habla se vuelve confusa. Los sudores nocturnos lo dejan empapado. Sus encías, labios y uñas son incoloras. El 16 de Abril de 1.821, Napoleón, que se siente muy débil y que sabe que la enfermedad le mina su salud, dicta su testamento, en el que deja escrito: "Mi muerte es prematura. Me han asesinado el oligopolio inglés y su asesino a sueldo". Una leyenda popular dice que Napoleón fue envenenado. Esta es una verdad a medias: es cierto que se envenenó, pero fue de forma accidental y fruto de una decisión errónea suya… el pigmento con el que estaban pintadas las paredes de varias habitaciones, llamado verde de Scheele (en honor al químico que lo inventó, Carl Wilheim Scheele, 1.742 - 1.786), tiene arsenito de cobre, un compuesto que contiene arsénico, elemento altamente tóxico… y, con el tiempo se ha sabido que la exposición regular a las partículas de arsénico esparcidas en el aire que respiraban los habitantes de la casa, incrementa el riesgo de padecer varias enfermedades, entre las cuales está el cáncer de estómago… y la decisión de pintar la casa con verde de Scheele fue del propio Napoleón, por ser su color favorito, ser muy duradero y tardar mucho en decolorarse. Antes de morir y por su expreso deseo, se celebra una misa. Las últimas palabras de Napoleón Bonaparte son: “Francia, ejército, líder del ejército, Josefina”. Fallece, a los 51 años de edad. Al día siguiente de su muerte bajo custodia británica, 16 observadores asisten a la autopsia, 7 médicos entre ellos. Son unánimes en su conclusión: Napoleón ha muerto de cáncer de estómago (la misma causa del fallecimiento de su padre y una de sus hermanas). Sus restos son transportados por un carruaje seguido muy de cerca por el último caballo que Napoleón ha montado en vida, Sheick. La comitiva, flanqueada por soldados ingleses que siguen la marcha fúnebre con sus mosquetes en bandolera, llega hasta el llamado Valle de los Geranios (posteriormente conocido como Valle de la Tumba), situado a unos 3 kilómetros de “Longwood House”. Y allí, bajo unos sauces y junto a la Fuente de Torbett, es formalmente sepultado. Tiene puesto su uniforme, una placa a un lado y una cruz de plata sobre el pecho. La capa de paño azul bordada en plata que llevó en la batalla de Marengo le ha servido de paño mortuorio en sus exequias. Su lápida carece de inscripción. El hombre que había impuesto su política en casi toda Europa, el vencedor de innumerables batallas, el político que a nadie dejaba indiferente (se le podía odiar o adorar, no había término medio), inspiró miedo a sus enemigos, incluso después de muerto… … y hubo que esperar 19 años (18 Octubre 1.840), para que su cuerpo, de acuerdo con sus deseos (ser enterrado "a orillas del Sena, en medio del pueblo francés al que tanto he amado") fuera exhumado y repatriado por el rey Luis Felipe I (1.773 - 1.850)… y en París, recibiera un Funeral de Estado… … cuando su cuerpo llegó a Francia, se observó que estaba extrañamente bien preservado, por lo que se realizó un segundo examen forense y se le tomaron muestras de cabello. Los resultados mostraron niveles insólitamente altos de arsénico, lo que podría explicar el buen estado del cuerpo, pero levantó de inmediato la sospecha de que Napoleón había sido envenenado por sus captores ingleses. El rumor encontró eco en el prestigioso diario “The Times”, el cual anteriormente ya había insinuado que el gobierno británico estaba intentando acelerar la muerte del ex-emperador manteniéndolo en unas condiciones de vida deplorables. Las insinuaciones no carecían de fundamento, ya que incluso Hudson Lowe, remitía a sus superiores las continuas quejas del servicio por el frío y la humedad de la casa. Hacia 1.860 se demostró que la pintura verde de Scheele era tóxica, y aún así, tardó todavía muchos años en desaparecer del mercado. Colofón Napoleón Bonaparte descansa en un sarcófago de cuarcita roja de Finlandia sobre un zócalo de granito verde de los Vosgos, bajo la cúpula de los Inválidos (complejo arquitectónico situado en el séptimo distrito de París, cerca de la Escuela Militar) a orillas del Sena, en compañía de algunos de sus mariscales y de su hijo (el llamado Napoleón II, nacido en 1.811 y que moriría a los 21 años) cuyos despojos fueron entregados a Francia por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1.858, su sobrino, Napoleón III, compró para Francia “Longwood House” y el Valle de la Tumba, por 7.100 Libras esterlinas. En 1.959, Dame Mabel Brookes (descendiente de William Balcombe) donó a Francia el pabellón Briars. En total, los tres “sitios históricos” suman 16 hectáreas, propiedad del Estado francés y reciben cada año entre 5.000 y 6.000 visitantes. Michel Dancoisne - Martineau, único francés residente en Santa Elena, es el encargado del mantenimiento de los dominios franceses; una de sus tareas es el cuidado de los jardines que rodean Longwood, diseñados por Napoleón. También debe velar por la conservación de las 14 hectáreas de bosque que rodean la que fue su tumba y cuya ubicación exacta, en un valle, fue elegida por el mismo Bonaparte. |
AutorAntonio Gómez Romera, ése soy yo. Entradas
Mayo 2024
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