El Padul (Granada), jueves, 10 de Agosto de 2.023. He retomado, para finalizarlo, un articulito que comencé a escribir hace más de 12 años (en Noviembre de 2.010) y que titulé “COMERCIO EN LA FRONTERA CASTELLANO NAZARÍ - LOS ALMAYARES”. Prólogo El escritor, humanista y economista, José Luís Sampedro Sáez (1.917 - 2.013), lee el 2 de Junio de 1.991, en su discurso de entrada en la Real Academia Española, titulado “Desde la Frontera”: “... mi dios siempre ha sido Jano, el de un rostro a cada lado, el dios de las puertas y las arcadas, invocado en la antigua Roma antes que ningún otro numen, como supremo iniciador. Mis fronteras son todas trascendibles, como lo es la membrana de la célula, sin cuya permeabilidad no sería posible la vida, que es dar y recibir, intercambio, cruce de barreras. Y más aún que trascendible la frontera es provocadora, alzándose como un reto, amorosa invitación a ser franqueada, a ser poseída, a entregarse para darnos con su vencimiento nuestra superación; ese es el encanto profundo del vivir fronterizo. Encanto compuesto de ambivalencia, de ambigüedad —no son lo mismo—, de interpenetración, de vivir a la vez aquí y allá sin borrar diferencias. Más allá nos tienta lo otro, lo que no tenemos: nos lo canta y nos lo promete la frontera”. Sobre el término Frontera Para el Derecho Internacional Público, la frontera es la línea que marca el límite exterior del territorio de un Estado, entendido como el espacio terrestre, marítimo y aéreo sobre el que ejerce su soberanía… por lo que se habla de fronteras terrestres, marítimas y aéreas… en función de la naturaleza física del espacio delimitado. El término frontera o fronterizo, sugieren un límite o un más allá. Todo puede entenderse, bajo el prisma de su primera concepción: un foso insalvable, hermético y rígido, que impide el paso; o bien, un umbral que representa contacto, puerta o filtración. Pero, nada más lejos del inmovilismo, que el desarrollo natural de las relaciones humanas. La Frontera Castellano Nazarí Durante los siglos XIII, XIV y XV, desde los primeros años del reinado de Alfonso X el Sabio (1.252 - 1.284) hasta la conquista de la ciudad de Granada en 1.492 por los Reyes Católicos, éstas tierras del Sur de la Península Ibérica, son el escenario singular y extraordinario de una Frontera. Dos civilizaciones diferentes, dos modelos de Estado, de Cultura, de Religión, de vida cotidiana y mentalidades, se asomaron y contemplaron por aquella ventana, siempre abierta, que fue la Frontera Castellano - Nazarí. La pervivencia del Reino de Granada se debe, en buena parte, a su carácter de Estado Vasallo, sometido al Rey de Castilla. Vasallaje que tiene su origen en el Pacto de Jaén de 1.246, firmado por el Rey Fernando III y Al-Ahmar, primer monarca nazarí de Granada. Pacto que es renovado por los monarcas que les sucedieron. El límite entre ambos reinos se extendía desde el Océano Atlántico, en el Sudoeste, hasta el Mar Mediterráneo, en el Nordeste, a lo largo de unos 648 kilómetros. Iniciándose en el Océano Atlántico, en los límites municipales del término de Algeciras; a partir del río Guadalmesí (wadi l-nisa), desde donde se remontaba por los actuales municipios de Los Barrios, Castellar de la Frontera, Jimena de la Frontera, límite Oeste del de Cortes de la Frontera, bordeando el macizo de Grazalema hasta penetrar por el Reino de Sevilla. A través de las cordilleras subbéticas penetraba en el antiguo Reino de Córdoba, por Benamejí, río Anzur, castillo de Zambra y Carcabuey, y se internaba en el Santo Reino de Jaén por Alcaudete, Los Villares, Cambil y Alhabar, Torres, Albanchez, Bedmar, Belmez de la Moraleda y Solera. Hacia el Norte, entraba en contacto con el Adelantamiento de Cazorla, hasta Quesada y el puerto de Tiscar, a través del cual, penetraba en la provincia de Granada. Por el río Castril y Guardal, continuaba hacia Huéscar y, a través de la vertiente meridional de las Sierras de María, por el término de Vélez Blanco, entrando en el Reino de Murcia, bordeando la Sierra del Gigante hasta Tibieza y el castillo de Xiquena, y de aquí a la costa del Mar Mediterráneo, por el municipio de Águilas. La Frontera no es una línea, sino una franja o espacio amplio adyacente, situado a uno y otro lado y directamente relacionada con la actividad y la vida en la Frontera. Y, en muchos tramos de ella, hay una tierra de nadie indeterminada. La paz, entre limítrofes, necesita buenas relaciones… que llevan pareja, una permeabilidad humana en ambos sentidos. Los protagonistas de éste singular escenario de Frontera son nobles, caballeros, alfaqueques, oficiales y funcionarios varios, comerciantes, buhoneros y contrabandistas, ganaderos, “homicianos”, cautivos, renegados y aventureros, ladrones y almogávares, hombres casi siempre anónimos para la Historia, seres que, desde su quehacer diario, en las villas y ciudades de ambos lados, forjaron los rasgos más identificativos que han caracterizado a estas tierras del Sur de Europa hasta el presente. Existieron dos niveles de relaciones: las Particulares (concretas, individuales y localizadas) y las de Política Exterior (entre ambas Naciones y sus respectivos hombres de Estado). En la Frontera se dio una fuerte conciencia de vecindad, siendo normales y habituales las relaciones vecinales de coexistencia y tolerancia. Posiblemente, la necesidad, obligara a ello. El Comercio en la Frontera fue constante y floreciente, y los contactos y la convivencia, estaban reglados por la Costumbre y los Acuerdos pactados (“Tratados de tregua”, “Ordenamiento de Sacas”, “Cartas de Seguro”). El pulso de la actividad comercial lo facilitan los datos numéricos del cobro de la “Renta del diezmo y medio diezmo de lo morisco”. Abundaron los mercaderes, merchantes y almayares cristianos, judíos y musulmanes, de ambas partes, y los ejeas (entregados al comercio de semovientes ó como intermediarios de múltiples actividades de intercambio). También estuvieron presentes en la Frontera comerciantes genoveses y catalanes. Los puertos secos, cúspides y confluencias de vertientes opuestas, desempeñaron múltiples funciones: paso obligado de caminantes, control del comercio, lugar de negociación de paces ó de convergencia de tropas. Granada, es deficitaria en cereal, aceite de oliva y ganado vacuno, ovino y caprino; mientras que produce frutos secos, azúcar, artículos textiles de seda, sardinas y otros pescados. El fomento del comercio de frontera, propiciado por los Señores de la Frontera, tiene un afán principalmente recaudatorio. Los ingresos percibidos por los diezmos aduaneros son bastante elevados (percibían más, por los diezmos aduaneros, que por las rentas de las que eran propietarios). En el Reino de Sevilla, de Córdoba, de Jaén y de Murcia, el arzobispado de Sevilla, el obispado de Córdoba, el obispado de Jaén y el obispado de Cartagena, perciben las alcabalas, almonaymas, tercias, servicio y montazgo, almojarifazgo, diezmo y medio diezmo de lo morisco, diezmos y aduanas y la cuenta de mercaderes. En la extensa “tierra de nadie”, despoblada, que separa castellanos y nazaríes, los contactos directos sólo están permitidos a alfaqueques, mensajeros y almayares. Los Almayares El almayar o almayal es un mercader, recogido en diversas treguas como los únicos autorizados a comerciar a ambos lados de la frontera. Se le relacionaba con el transporte y la comercialización de mercancías, funciones que se deducen de su etimología, pues el contenido básico de éste vocablo es el de transportar, por eso los arabistas al traducir la voz “al-mayyar”, dan los equivalentes castellanos de “harriero”, “recuero”, “trajinero” ó vinatero que trata vino. El término “harriero”, proviene de la voz “hárre” (del árabe “harri” = anda ligero). El término “recuero” es derivado de la palabra “recua”, del árabe “recuba” = montura, cabalgadura. El término “trajinero”, procede de “trajín”, y éste del árabe “tarhim” = tener servido de … proveer constantemente… COLOFÓN A finales del siglo XV y principios del XVI, la Frontera del Islam peninsular era ya sólo un vago recuerdo, fundamentado en la toponimia de algunos de sus viejos enclaves fortificados, desprovistos de su función militar, cargados de añoranzas y leyendas heróicas de la caballería en los viejos romances fronterizos.
Nostalgias de un tiempo de frontera, de unas formas de vida, definitivamente clausuradas en 1.492, tras la toma de Granada, que se traducen casi un siglo después en un texto de fray Alonso de Cabrera, predicador y confesor del rey Felipe II: “Nuestros abuelos, señores, se lamentaban de que Granada se hubiese ganado a los moros, porque ese día se mancaron los caballos y se enmudecieron las corazas y lanzas, y se pudrieron las adargas, y se acabó la caballería tan señalada de Andalucía y mancó la juventud y sus gentilezas tan valerosas y conocidas”.
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AutorAntonio Gómez Romera, ése soy yo. Entradas
Mayo 2024
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